Territorios es ya uno de los principales eventos dentro de la actividad musical y cultural de Sevilla, de esos que sus residentes esperan con ilusión desde meses antes de la aparición del cartel. Y es que aún están muy presentes aquellos tiempos en los que la capital andaluza era casi un páramo en lo referente a música en directo, sobre todo en cuanto a la que procedía de fuera de nuestras fronteras. Por suerte, la cosa ha cambiado bastante en los últimos años, con la consolidación del festival que ahora tratamos y otras interesantes propuestas como South Pop o Nocturama, este último también celebrado dentro del Monasterio de La Cartuja. Ahora la situación debe al menos mantenerse, optando sólo por aumentar tanto en calidad y cantidad, y siempre evitando caer de nuevo en la sequía de otros tiempos ‘más oscuros’.
Esta decimotercera edición de Territorios: Festival Internacional de Música de los Pueblos venía, inevitablemente, marcada por la crisis económica imperante, pero aún así, y a pesar de recortes palpables (la supresión del escenario de la capilla, menos grupos, poquísimo merchandising), la organización consiguió de nuevo materializar un fin de semana de buena música y buen ambiente, con un público realmente entregado en varios conciertos y un sonido más que notable la mayor parte del tiempo. Opinemos pues sobre lo visto y oído durante los dos días a los que asistimos, el Viernes (pop/rock/electrónica) y el Sábado (hip hop).
TINDERSTICKS
Poco después de la hora oficial de comienzo, las 22.30, subían al escenario Tres Culturas uno de los principales reclamos internacionales del festival: los Tindersticks de Stuart A. Staples. Estos siete elegantes gentlemen venían a presentar su octavo álbum de estudio Falling Down a Mountain, número que indica que son ya todo unos veteranos, cosa también apreciable viendo la relativamente alta media de edad que congregaron (treintañeros en su mayoría). Así, con un escenario plagado de instrumentos necesarios para tocar a la perfección su rock preciosista, los de Nottingham tenían la difícil tarea de abrir la noche cuando aún no había nadie más tocando. Y vaya si lo consiguieron. Desde un primer momento, con el tema homónimo de apertura de su reciente último álbum, la banda consiguió conectar durante hora y veinte con un público algo estático pero muy pendiente de la profesionalidad y la sutileza de estos grandes músicos y sus bellas melodías. Tocaron, evidentemente, gran parte del mencionado último disco, con claras cimas puestas en Black Smoke, She Rode Me Down o el tema con el que finalizaron, Harmony Around My Table; pero también tuvieron tiempo para toquetear puntualmente varios de sus otros álbumes, destacando un par de celebradas incursiones a su referencial (e insuperable) debut, o una mutilada Tiny Tears de su igualmente excelente segundo álbum. Staples mantuvo en todo momento su personaje de crooner, en la línea de Nick Cave o Leonard Cohen, aunque menos afectado y más dinámico, mientras que varios de sus compañeros iban pasando de la guitarra, al xilófono, el acordeón, el violoncelo o el saxofón con toda la naturalidad del mundo, acorde a lo que precisara cada canción. En definitiva, una relativamente tranquila pero brillante propuesta la de estos ingleses, cosa que inevitablemente hizo que una parte del público comenzara a marcharse a otros escenarios en busca de algo más movido, pero que al menos para un servidor y para muchos fans encantados fue de lo mejorcito de todo el festival.
PONY BRAVO
Indudablemente la gran sorpresa del evento. No había escuchado nada de estos paisanos míos, pero mientras decidía si veía a Los Planetas o a Nudozurdo tenía media hora en blanco, así que apostamos por ellos. Yo me imaginaba, iluso de mí, una formación heredera del más clásico rock andaluz, cosa que no significa nada malo (ahí están los ejemplos de Smash y otras bandas pioneras), aunque no llega a casar con mis gustos predilectos. Pero la hora de la verdad todos estos prejuicios se esfumaron mientras me acercaba al Cruzcampo y música e imagen inundaban mis sentidos. Y es que lo que sonaba en el escenario mediano era una especie de cruce imposible entre Hawkwind y Can con Bob Marley y Triana, con momentos que recordaban a The Doors, Talking Heads, Kraftwerk, Ennio Morricone, etc,; aunque manteniendo una acusada personalidad en todo momento. Lo suyo era todo carisma y peculiaridad: desde la infrecuente situación de los miembros en la escena, con Daniel Alonso, cantante-teclista y líder de la banda, situado a la derecha, y un bajista pasadísimo en el centro, aporreando de cuando en cuando un bombo situado al frente del todo; hasta su mencionado y único sonido. Si además añadimos que estuvieron casi todo el tiempo bañados en humo y bajo luces multicolores, la experiencia psicodélica estaba más que servida. Hipnóticos temas, aunque nada carentes de ritmo que incluso permitían bailar, como El rayo, El guarda forestal o El piloto automático, de letras que unían costumbrismo y surrealismo, que conformaron una suerte de mantra sideral castizo y que hacia el final, con el añadido de dos Djs amigos de la banda, casi una orgía tecno-lisérgica. Lo dicho, toda una experiencia a descubrir.
NUDOZURDO
Llegaba la hora: o iba a darme de codazos con la multitud de fans a muerte de J y compañía que masificaban el Tres Culturas para intentar hacerme un hueco en la explanada del Tres Culturas, u optaba por la alternativa: Nudozurdo. Era consciente de que los granadinos son toda una institución y que nunca los había visto en directo, pero también supuse que vendrían a presentar Una ópera egipcia, su un tanto irregular nuevo álbum (digan lo que digan, es el hermano pequeño de La leyenda del espacio) y que basarían gran parte de su repertorio en su nueva trayectoria flamenco-noise, interesante pero algo cansina a la larga. Por la otra parte, teníamos a esta joven banda, una de las grandes promesas del rock español, que aún venían presentando su estupendo Sintética, álbum que debería ser considerado un clásico nacional en pocos años. Suponiendo que la falta de repertorio propio de su corta trayectoria les haría tocarlo entero, finalmente decidimos asistir a esta experiencia que en un futuro, con el añadido de nuevas canciones y discos, difícilmente se repetirá. Y sabia decisión, ya que para mí gusto y el de otros muchos fue el mejor concierto del día. Nos perdimos los primeros seis o siete minutos mientras pillábamos algo de beber, en los que probablemente tocaron No Hay Nadie, el único tema del disco que eché de menos luego, ya que en cuanto llegué con Kamikaze ya no hicieron ninguna cesión a otra cosa que no fuese su segundo álbum, exceptuando Utilízame de su irregular debut recientemente reeditado. Al principio se notó la influencia de Los Planetas tocando a menos de cien metros de allí, pero conforme la gente se hartaba de la concatenación de canciones de nueva hornada de los granadinos, el CAAC, el escenario pequeño se fue llenando. Se notaba que Leopoldo Mateos y los suyos tienen ya una buena base de seguidores debido al boca-oreja y lo prolijos que son en directo, y aunque estuvieron bastante estáticos e incluso estirados en escena, consiguieron que el público coreara Ganar o perder, celebrara Mil espejos y enloqueciera con El hijo de dios, con las primeras filas saltando y gritando como locas. Además, el sonido los acompañó durante toda la actuación, alternando envolvente y atmosférico con crudo y distorsionado, resultando en el concierto más ‘duro’ y rockero del día. Fue tal la entrega que hasta Jorge Fuentes tiró las baquetas al público y Leopoldo botellas de agua, con el consecuente enfado de alguno que intentó alcanzarle con un vaso de cerveza. Finalizaron con toda una ráfaga noise, de espaldas al público, acoplando luego guitarras y bajo a los altavoces. Puro rock and roll.
LOS PLANETAS
Seguidamente, corrimos para al menos ver terminar a los grandes granadinos; lo justo para asistir al último bis, una Pesadilla en el parque de atracciones que sonó muy bien y a los fans pidiendo Un buen día que por lo visto no había caído. En vano, aunque un corrillo se quedó entonándola ellos mismos. De todas formas, llenazo absoluto y los seguidores celebrando la fiesta planetaria.
Mientras pedíamos más birras para tomárnoslas relajadamente durante un breve descanso, vimos de lejos también cómo terminaban New Young Pony Club. Habían conseguido también abarrotar el escenario mediano, y no sonaban mal, pero sigo teniendo la sensación de que son un hype como otro cualquiera, y preferí descansar un rato para afrontar el último tercio de la noche, de marcado cariz electrónico y festivo.
PANTHA DU PRINCE
Lo de Pantha Du Prince fue una pena, porque realmente no debería haber tocado en el Cruzcampo. Su sitio ideal hubiera sido la capilla, antiguo recinto del festival clausurado desde hace unos años e ideal para propuestas de electrónica exploratoria y algo minoritaria. Aún así, un apreciable puñado de fieles del techno y/o con ganas de fiesta minimal bailaba al son de los beats y los ruiditios de este adalid de la música avanzada alemana, camuflado tras sus aparatitos y sus portátiles. El espectáculo, sobrio pero eficaz, venía completado por proyecciones de la portada de Black Noise, que iba deformándose conforme avanzaba la sesión. Pasamos un buen rato disfrutando de los ritmos hard y cerebrales del alemán, hasta que la cosa nos pareció un tanto reiterativa y marchamos a ver la segunda mitad del bolo de los franceses que tocaban a escasos metros.
<<RINôÇéRôSE>>
Para terminar, qué mejor que asistir al fiestón que estaban dando estos gabachos en el Tres Culturas. Los de Montpelier nunca han llegado a convencerme en disco, pero aún así su directo les precedía y decidimos probar. Apoteósico. Eran las tantas de la mañana y el escenario principal seguía repleto, pero esta vez de gente saltando y bailando frenética al ritmo del electro-rock de Patrice Carrie, Jean Phillipe y su banda. Venían presentando ‘Futurinô’, su más reciente álbum, por lo que aparecieron todos de blanco (excepto Carrie, de negro) y cargaron la escena con las inmensas columnas rectangulares móviles propias de esta gira, en las que proyectaban todo tipo de imágenes al ritmo de la música. Además vineron a acompañados de todo un showman como Jessie Chaton, coautor de algunas de sus últimas canciones, y que en el par de veces que apareció en escena se comió a todos en carisma y entrega. En definitiva, hora y media, de la que vivimos aproximadamente la mitad, de entrega total a uno de los grandes espectáculos de este Territorios 2010.