/Crónicas///

Teenage Fanclub – Bilbao (24/02/2017)

Norman Blake, Raymond McGinley, Gerard Love. Francis MacDonald, Dave McGowan
7.8
Kafe Antzokia, Lleno
Precio: 25 / 30

Con un lleno muy anticipado llegaban Teenage Fanclub 7 años después a Bilbao, una banda cuya condición de clásicos cumplidores parecía necesitar un aforo mayor al del Kafe Antzokia (el sold-out fue temprano), pero que sin embargo no nos imaginamos en una sala más grande, más moderna y con menor encanto.

La expectación era clave y los acérrimos tomaban posiciones nada más abrir la sala, algo no tan habitual. Los escoceses regresaron discográficamente el año pasado con «Here» un disco de los que no impactan pero calan con las escuchas. Quizá no tanto como para acaparar repertorio a costa de privarnos por completo de su anterior «Shadows», pero en fin, Teenage Fanclub se niegan a vivir sólo de su pasado y razones no les faltan.

Antes de que Norman Blake y compañía hicieran acto de presencia tuvimos a los catalanes Beach Beach sobre las tablas. Era una elección arriesgada, una banda joven y muy ajena a un público que venía a ver a los escoceses y poco más. Hubo dudas en los dos primeros temas, las partes más sofisticadas y escurridizas del cuarteto no parecían enganchar con el público ni aplacar el parloteo, pero en cuanto se enfocaron a su parte de power-pop a guitarrazos agradaron e incluso entusiasmaron al quedar evidente la influencia de los cabezas de cartel de la noche. A Beach Beach les sobra la clase, esa elegancia que les hace acercarse al indie-rock menos complaciente, con texturas casi jazzies en ocasiones. Pero les falta aún el músculo de los hits, precisamente algo en lo que Teenage Fanclub sacan matrícula.

Media hora más tarde tendríamos a los de Bellshill en un concierto que respondió a lo que de ellos se espera: bonito, entrañable, humilde y por momentos, inevitablemente nostálgico. Y eso que algunos de sus temas nuevos sonaron muy bien como «Hold On» o «The Darkest Part of The Night». Otras fueron algo más relleno como esos aires de salón de «The First Sight» o «I Was Beautiful When I Was Alive» que si bien en directo se crece con su parte final, no dejan de ser ambas experimentos que restan tiempo a esos clásicos del power-pop que a la banda le sobran.

Y es que aunque irregular en el reparto discográfico, el recital fue un repaso de hits que inició correcto con «Start Again» y recurrió pronto al efecto MTV con «I Don’t Want Control of You». Antes de la mitad del concierto empezó a asomar el gran pero, que no consiguió aguar la noche pero hizo bastante daño. Algo pasaba en el micro de Raymond McGinley que le dio a la deliciosa «Verisimilitude» un efecto más chisporroteante de la cuenta. La cosa se quedó ahí y pudimos disfrutar de otros himnos en boca de Gerard Love como «Don’t Look Back» o «Ain’t That Enough» pero inexplicablemente este problema del micro se contagió al de Norman Blake estropeando un tema entero con molesto ruido.

Por lo demás fue un concierto vibrante y eso que poco recurrieron a sus momentos más acelerados, con apenas una «Radio» de comienzo y una «Star Sign» que desató unos cuantos pogos en las primeras filas. A decir verdad a las primeras filas no les hacía falta punk-rock para saltar e incluso hacer amagos de crowdsurfing. Ellos esperaban, como todos, la gloria bendita de esos himnos que colorean el día más gris en Escocia y en Bilbao, como «Sparky’s Dream» o «The Concept». Todos cabeceando y haciendo coros.

Así hasta llegar por arte de magia a los primerísimos 90 con esa hipnótica «Everything Flows». La palabra seminal hecha canción. Nos sentimos flotar a la vez que veíamos sus tentáculos iluminar las carreras de bandas mucho más exitosas que ellos, como Oasis o Foo Fighters. Pero ellos siguieron una senda, la del pop atemporal que les trajo hasta seguir siendo en 2017 una de las bandas clásicas más queridas por la parroquia del pop y del rock.

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24 de febrero de 2017