Hace falta vivir conciertos como el del otro día del solista Kris Matsson, más conocido como The Tallest Man On Earth, para darse cuenta de muchas cosas importantes que a veces olvidamos en los recitales en vivo y en sus valoraciones posteriores. Solemos hablar de canciones y de ejecución pero mucho menos de la presencia y del carisma, y mucho menos cuando estamos ante el concierto de un único interprete encima de un escenario.
Lo que ocurrió en una repleta Joy Eslava es algo tan sencillo como que un hombre y su guitarra consiguió entretener, sorprender y hacernos olvidar que era solamente eso: un hombre con una guitarra haciéndonos pasar un rato divertido, emotivo y vivo. Podría decir sin temor a equivocarme que hasta que no había pasado veinte minutos de conciertos no me había planteado que ni siquiera había reparado en el detalle de que a Kris no le acompaña nadie como soporte musical y que había conseguido clavar un «Love Is All» pegadizo, un precioso nuevo «1904» al más puro estilo Dylan (aunque el renegase de ello en pleno concierto, no puedo evitar sacar que su voz es muy similar) y una bella «The Gardener». Si, claro que me había dado cuenta que estaba sólo, pero Kris se bastó para que no cayera en la típica linealidad del concierto del solista.
La conexión con el público fue en todo momento genial, con Kris acercándose a mirar a los ojos de la gente, abrazarlos y hasta dejarlos tocar su guitarra. Alguien que no sepa de lo que es capaz The Tallest Man On Earth podría pensar que un escenario como el de Joy Eslava iba a conseguir amedrentar al sueco, pero creo que cualquiera que haya pasado por la experiencia ya podía en vivo iba a suponer que Kris se crece ante las adversidades con su voz, con su enorme magnetismo y con unas poses de rockstar tan poco apropiadas para el género como sinceras en su ejecución. Canciones nuevas como » There’s No Leaving Now» sonaron enormes, aunque había que destacar más «Where Do My Bluebird Fly» como otro guiño precioso a «Shallow Grave». Aún así fue con una apropiada «King of Spain» y una coreada «The Dreamer» con las que consiguió terminar que todos fuéramos directos a la palma de su mano y que repitamos en la próxima visita.
Por ponerle pegas podríamos hablar de que el concierto se hizo corto, puesto que la discografía de The Tallest Man On Earth es ya algo digno de repaso con más tiempo. Quizás sería además buen momento para añadir un par de momentos de diversidad musical, aunque también es cierto que esto podría significar una perdida de identidad con la que una Joy Eslava repleta puede no estar tan de acuerdo. Lo peor de todo fue perderse a los teloneros por empezar incluso antes de la hora, pero suponemos que son cosas del directo.