Acudimos de nuevo a Nocturama 2011, en pleno ecuador del ciclo y coincidiendo con la última sesión comisionada por Green UFOs antes de cederle el puesto a La Suite. Es por eso que, quizá para celebrar tal relevo, la fecha recaía por primera y única vez en Sábado en lugar de los habituales Miércoles y Jueves y tenía como protagonistas a The School, una de las promesas prominentes del pop británico de sabor más clásico.
Pero al llegar puntualmente a las diez, algo muy distintos nos llegaban desde el escenario. Los almerienses Motel 3 habían hecho aparición en escena ante un público no muy numeroso (es lo que tiene un fin de semana de Agosto, las playas a una hora de distancia y estar inmersos en temporada de festivales) que siguió en su mayor parte sentado su potente directo, a medias entre la psicodelia y el noise y que nos dio una buena primera impresión. A seguirles la pista.
Poco que ver, evidentemente, tenían con el plato principal de la noche. El septeto, tres chicos – batería, guitarra, bajo – y cuatro chicas – voz y teclados, dos violines, trompeta – son todo juventud, azúcar y carácter naif. Y es que los galeses juegan la baza de ser todo y darlo todo por el pop, en la herencia más clara del sonido de los cincuenta y sesenta y en la senda que transitaron y aún transitan Belle and Sebastian y Camera Obscura.
Así, comandados por la teclista Liz Hunt, desde un primer momento con “Can’t Understand” animaron al público para que se acercara y bailara, cosa que las chicas de la formación, en primera fila, hicieron a menudo mientras los chicos quedaban atrás manteniendo discretamente la base rítmica. No hubo engaños: The School son un grupo sin pretensiones hecho para que sus miembros se diviertan y divertir a su vez al personal. Para ese fin ejecutaron sin muchas fisuras de sonido canciones tan resultonas e inmediatas como la mencionada, “All I Wanna Do”, “I Want You Back” o “Hoping and Praving”; todas de estribillo irresistible, todas similares y todas carne de guateque.
Pero lejos de sonar postizos la banda, más que nada las chicas, exhibieron una simpatía sincera con sus risitas, palmas, fotos al público y comentarios, y aunque a veces rozaran la cursilería se les perdonó por ser tal actitud fiel reflejo de lo que son. Esto, sus sus adictivas canciones y unas patentes ganas de hacerlo bien más allá de la mera diversión lograron contagiar al público, que los hizo volver para un inesperado bis en el que interpretaron de nuevo la primera canción porque, según anunciaron, ya no tenían más repertorio. Lo dicho, un primor.