…y corriendo desde La Boite de ver a Testaferro (bueno corriendo no, que todos sabemos que en el Wurlitzer siempre se empieza tarde) llegamos para presenciar la presentación en vivo del debut de uno de los últimos fichajes del sello Bcore, Salvaje Montoya. Con su «Boda Rumana» bajo el brazo como pretexto para asaltar la capital, estos cuatro colgados barceloneses trataron de arrasar con su explosiva y gamberra mezcolanza garage-surf-desértica, un Wurli un tanto frío en principio, pero que acabó rendido al desfase propuesto por la banda. Y es que no es fácil ver un pogo en la capital, y menos si el público se cuenta por unas pocas decenas…
Pero sí, Salvaje Montoya lo consiguieron, y es que sus cálidos ritmos no pasan inadvertidos ni siquiera para los no fans del estilo. Tan pronto se arrancan con un garage punk desquiciado en la honda de The Sonics, como muestran un lado más accesible cual Black Lips mediterráneos, y es que canciones coreables tienes unas pocas. Repasando su debut en la noche de ayer fueron cayendo «Ana»; «SAL-VA-JE»; el surf de «La Huida» , que tanto casaría en una fiesta con Los Coronas como con Los Tiki Phantoms; o el casi psychobilly de «Jassinstein». Antes había sonado esa parodia de la noche de Barna que en algún momento puede recordarte al cachondeo de unos Siniestro Total inspirados, y que se titula «Barcelona Adicción», y ya entrando en el tramo final «Cataratas en Montserrat» demostró que es un pedazo de single que podrían firmar los Cramps más rocanroleros. Aún quedaban grandes piezas de esa «Boda Rumana»: «Lady Piñata» nos situó en el desierto, y como si en la última peli de Tarantino estuviésemos, nos tragamos la historia de Cara Sucia, Cara Cortada; y «No Hay Timón Marinera», continúo por la senda del mejor surf gamberro para confirmarnos entre bromas, subidas de alguna dama al escenario a echarse un baile, y peticiones sobre donde salir a quemar Madrid después del concierto, que Salvaje Montoya a poco que tengan un poco de suerte pueden tener un enorme tirón como animadores de cualquier cotarro, llámese fiesta privada, llámese festival multitudinario.
Con la actitud propia del género, el ruido como seña de identidad, y la energía y las ganas de fiesta por bandera, Salvaje Montoya tuvieron una muy correcta presentación ante el público madrileño. Me jugaría mi dinero a que cuando estén de vuelta su público se habrá, como mínimo, duplicado. Tiempo al tiempo.