El mundillo este indie-promoteril (si llegase a existir esa palabra algún día) es un mundo mucho peor que desagradecido. Más que eso, sería justo hablar de un mundillo muy incomprendido. Charlando con la cabeza visible de Nosoloemo – única cabeza a su vez – que organizó el concierto de Russian Circles en Madrid hablábamos de todo el jaleo de entradas que hubo alrededor en esta fecha semi-improvisada por los de Chicago, y decía que lo de dar las gracias no tenía mucho sentido. Pero aquí uno que se las tiene que dar a él; por el riesgo, por el trabajo, por el precio y por cómo salió de la quema esa noche; tanto o más como se las dímos a Russian Circles por demostrar con profesionalidad que son unos bárbaros en escena.
Antes de todo esto hay que comentar que a pesar de las dificultades evidentes de aforo que teníamos en un concierto tan esperado y con un tamaño tan reducido salió bien la cosa. No se dejó a la gente hacer colas, garantizando entrada a los que fueron viniendo los primeros. El problema fue quizás luego dentro, con la habitual visibilidad de Siroco cuando está llena. Los que sabíamos dónde jugábamos y podíamos permitirnos estar pronto, nos salió una jugada redonda. El recuerdo de otros conciertos dónde sólo pudimos ver cabezas permanecen imborrables, como en el caso de Don Caballero o Lightning Bolt, así que toda la crónica que aquí sigue es de alguien que pudo dar cuenta en primera fila de un sonido perfecto y de una visibilidad completa. Al que se quedó en la barra, ni le preguntamos.
Jardín de la Croix se sacaron de la manga un concierto plenamente centrado en temas nuevos, con apenas un par de visitas a su sorprendente debut «Pomeroy». Los temas presentados sonaron bien en cuanto a potencia, pero con la batería sonando algo más emborronada en conjunción con el resto. Generalizando un poco, parece que tendremos un sonido mucho más progresivo que mathrock, y con mucha más presencia si cabe de su virtuoso baterista (para bien y para mal). Aún es pronto, pero sin duda parece que vamos a tener mucho tapping y mucha vas velocidad en los dedos, en lo que nos espera de Jardín de la Croix. Que ya toca…
El concierto de Russian Circles después fue soberbio y sensacional, de principio a fin. Comenzaron, como deben, con una potentísima «Harper Lewis» marca de la casa con su batería Dave Turncrantz a la misma altura que el resto de miembros de la banda. En realidad, todo el concierto estaba perfectamente estudiado: Mike Sullivan dejaba en décimas de segundo unos efectos ambientales con su guitarra entre canción y canción con la ayuda de los teclados de Brian Cook (bajista ya oficial del grupo) para ir atacando sin piedad cada uno de los temas. Daba igual que a veces fueran piezas calmadas como «Malko», que otras mas fuertes como el clásico tapping de «Death Rides A Horse» o la robusta «Geneva», que siempre permanecían precisos y con la garra metalera siempre presente.
En su concierto junto a These Arms Are Snakes en Ritmo y Compás nos dejaron ya con unas sensaciones buenísimas, pero hay que reconocer que se superaron en las distancias cortas. Es inevitable acordarse de temas de su anterior disco como «Xavii», pero hay que reconocer que los temas de «Geneva» dotan de gran variedad un repertorio que podría llegar a resultar monótono. Eso si, en el recuerdo grabaremos ese «Station» memorable para mucho tiempo.