Corría la mitad del setlist del concierto de presentación madrileña de «I’m With You» de Red Hot Chili Peppers. Las dudas alrededor del nuevo guitarrista de la banda, Josh Klinghoffer, habían sido resueltas sin echar demasiado de menos a John Frusciante. También se había vuelto a demostrar lo de siempre, que Flea es un genio, que Chad Smith está siempre en su sitio y que Anthony es un chulito cada vez menos acertado con las cuerdas vocales.
También habíamos tenido que sufrir un repertorio con altos («Scar Tissue» siempre es un gusto y «Can’t Stop» al final termina siendo de lo mejor de sus últimos años) junto a muchos bajos («Throw Away Your Television» es de esos temas que seguimos sin comprender como pueden aparecer en el repertorio del grupo cuando no aporta nada), pero habían seleccionado lo más destacado de «I’m With You» a tiempo («Look Around» estuvo realmente bien). Todo iba como era de esperar, con la tendencia actual de un grupo que ya ha visto pasar sus mejores momentos, pero de pronto nos regalaron una sucesión de temas, incluyendo mala leche y hasta verdadera pasión.
Se trataba primero de un «Me & My Friends» que afortunadamente siempre termina apareciendo en sus setlist madrileños, que luego terminó por convertirse en una gloriosa «Breaking The Girl» por el que unos pocos ya habríamos pagado los 50 euros largos de entrada. Pero es que la cosa no quedó ahí, puesto que ni la insulsa « The Adventures of Rain Dance Maggie» consiguió que luego no brincásemos de algarabía con una potentísima «Higher Ground». Por si fuera poco, entre un tema y otro había aparecido la versión del «Bemsha Swing» de Thelonious Monk que grabaron en «Out In L.A.», aprovechándo una de las ya clásicas trifulcas mediobroma/medioenserio entre Flea y Anthony. La guinda, un «Under The Bridge» lejos de los momentos álgidos de Anthony, pero todavía muy digno.
¿Y después? ¿Todo un espejismo? No, del todo, porque aunque el repertorio queda muy lastrado teniendo que sustentarse de temas menores como «By The Way» o «Factory of Faith», la cosa se mantenía más que viva. «Californication» tampoco es que viviera una de sus mejores interpretaciones, pero en este caso gracias a los achaques individualistas de Josh. La cosa merecía la pena y nos hacían recordar que los Red Hot Chili Peppers de 2011 tenían fácil dejar mejor sabor de boca que los de 2006. Nos equivocábamos otra vez con ellos.
Antes de explicar los lamentables bises que nos regalaron, conviene explicar que los RHCP de hoy en día no son cuatro en directo. Estamos hablando de los cuatro que conocemos y dos extras que no fueron nada de excepción. El primero es un percusionista llamado Mauro que fastidió en todo momento las canciones debido a una sobre exposición de sus instrumentos, con la excepción de lo bien que encajó en «Breaking The Girl». El otro es Chris, a los teclados, que se dedicó a emborronar el sonido con apenas un par de momentos dignos en los temas nuevos. Pues el tal Mauro y Chad se lanzaron a hacer una jam aburrida que se suponía debía calentarnos para cuando la banda quisiese seguir con el concierto. Incluso contando con Josh y con el siempre adorable Flea nos aburrió mucho el invento de jam cuadriculada, porque creo que las jams por obligación nunca funcionan, son cosas que han de fluir.
«Dani California» y «Meet Me At The Corner» son dos de los mejores ejemplos de canciones prescindibles en un grupo de discos tan redondos como Red Hot Chili Peppers. El haber leído sobre la posibilidad de un «Sir Psycho Sexy» unido a «They’re Red Hot» nos hizo que este alegato de pop descasfeinada nos aburriera tanto o más como le aburrió cantarlas al propio Anthony. El pase final obligado por «Give It Away» fue tan frío que comparado con el cierre previo de «By The Way» pareció una balada, aunque mucho más chocante fue que en cuanto terminó el bueno de Kiedis se largó al camerino dejándonos con otros siete minutos de jam final que bien podrían haberse resumido en apenas dos.
¿Serían los buenos momentos previos un espejismo? ¿O fue una mala noche con los bises? Viendo a lo que nos tienen acostumbrados en los últimos tiempos, nos decantamos por el quiero y no puedo.
Por suerte, antes de que todo esto sucediese, Foals nos regalaron uno de los mejores conciertos de teloneros masivos que hemos visto últimamente. Está claro que los nuevos temas no son nada comparados con «Cassius» o «Red Sock Pugie», pero a pesar de ello consiguieron alzar a un público bastante fan de los Chili Peppers. Quizás la nota fea la puso su cantante Yannis Philippakis, que se mostró igual de chulo que su colega Anthony Kiedis. Especialmente merecido el momento en que mientras su banda se largaba del escenario el seguía paseándose por el escenario haciendo ruido con sus pedales y con ese aire chulesco, cuando el técnico de sonido le cortó de golpe y el de luces le dio las luces de todo el pabellón.