Serían ya las nueve de la noche, una hora después del inicio de la actuación de Lee Ranaldo y Steve Shelley en plena entrada al Centro de Arte 2 de Mayo de Móstoles, cuando ambos miembros de Sonic Youth aún estaban firmando y posando para la gente que se había acercado a ver la performance. Entre tanto, se acercaba una de la multitud de personalidades de la música a saludar a Steve. Se trataba de Christina Rosenvinge, con la cual ambos habían colaborado e incluso se habían ido de gira, acompañada de miembros de The Sunday Drivers y Charades. Después de hacerle entrega del nuevo disco de dicho grupo, Christina le dice sorprendida que le ha parecido muy buena actuación la de esta noche. El propio Steve asiente y lo reconoce diciendo que al principio ni el mismo sabía dónde estaba yendo esta improvisación, pero que al final todo había encajado como debía. Los que estábamos esperando una última firma que pudimos oír ese inicio de conversación no pudimos sino asentir. Su actuación fue justo así.
Llegar media hora antes al museo era una idea básica, a priori, para poder estar en buen sitio en el momento de la performance. A las decenas de señores mostoleños que esperaban agolpadas mirando entre las rejas como Lee Ranaldo colgaba una guitarra del techo del Centro de Arte les pareció también una idea sensacional. Parece mentira que una ciudad con tantos habitantes como esta esté tan muerta culturalmente pero el que escribe, como mostoleño, puede dar cuenta de que la llegada del Centro de Arte 2 de Mayo ha sido clave para que esto esté cambiando. Quién iba a decirnos hace nada que dentro de él íbamos a tener la mitad de Sonic Youth con una sorpresa con nombre y apellido: Enrique Morente. Se abrieron las puertas con cierta puntualidad pero la organización cometió un fallo enorme, posiblemente el único de toda la tarde-noche. Tratar de ordenar a la gente de atrás hacia delante, lo cual no es buena idea cuando la gente que lleva allí tanto tiempo es precisamente porque quiere estar delante precisamente. La idea era que entrara el máximo numero de gente, pero desde luego que no fue la mejor manera de llevarlo a cabo.
Con sitio en primera fila pudimos ver como Lee se acercaba con cierto semblante de duda a su instrumento colgante. No era miedo escénico en absoluto, pero si cierto pensamiento de ver como iba a crear esta performance con un invitado de lujo como Enrique. Titubeante inicio, golpeando la guitarra muy al azar mientras la lanzaba de un lado a otro de la sala. Es una sensación curiosa esa de ver como una Fender Jazzmaster de las suyas viene hacia ti, con estridente resultado de fondo. Enrique Morente y los suyos en seguida comenzaron a arrancar las palmas, sin titubear ni un segundo, para ayudar un poco a Ranaldo. Ellos fueron los que complementaron con ritmo el ruido habitual de los de Nueva York. Steve Shelley intentó seguirlos, pero apenas podía pasar de usar su bombo.
El cambio fue sensacional cuando a Lee se le ocurrió que era momento de descolgar su guitarra y hacer gala de sus acoples y distorsiones imposibles. Justo cuando la unión de palmas y flamenco con noise se estaba acercando, justo lo hizo: cogió una papelera, la tiró al suelo, se aupó a por la guitarra y después lanzó la papelera al aire. Todo el espacio acotado para que los espectadores rodeáramos a los músicos se quedó corto cuando la guitarra terminó poseyendo a Ranaldo, con leves descansos para el lucimiento del gran Enrique.
Al final, media hora de improvisación muy satisfactoria, yendo de menos a mas, como mandan los patrones. Ovación cerrada y división de la multitud entre los que querían acercarse a los protagonistas y los que se fueron en masa a ver la exposición. Como mostoleño, insisto que todo esto es para estar orgulloso. Como seguidor de la música, impagable asistir a un momento bastante «único» que hay que agradecer a un sensacional trabajo de este Centro de Arte Dos de Mayo.