MADRUGANDO AL PARQUE
Cada año nos ponen más difícil el dormir a los aficionados a la música que asistimos al Primavera. El sábado, tocaba llegar al menos a tiempo para ver a Comet Gain. Los británicos eran uno de los mayores atractivos de esa mañana a priori y no defraudaron. Equilibrados entre muchos matices que dentro del universo indie nos entenderíamos al decir simplemente pop-rock, el sexteto animó a base de bien con un repertorio sólido y brioso.
Dan Melchior y su banda hicieron por su parte gala de una psicodelia chirriante que parecía a la vez chocar con el entorno y sublimarse en dicho estado matutino. Fritanga mañanera siempre de agradecer entre tanto power-pop lo-fi al que nos acostumbran los conciertos del parque. Y con esas pintas de vecinos del bloque de al lado, protagonizaron una de las actuaciones más contundentes del día. (Raúl)
La de Tennis era quizá la actuación más esperada, pero al final se tornó en algo aburrido y lineal. No es que esperásemos algo distinto de la banda formada por el matrimonio Patrick Riley y Alaina Moore ya que en realidad permanecieron correctos ejecutando los temas de “Cape Dory” en un entorno apropiado, pero el resultado final resultó reiterativo y excesivamente edulcorado. Tienen buenas canciones, pero nos suenan todo demasiado parecido y repetitivo… en disco y en vivo. (Ricardo)
ENERGÍA SUBNORMAL VS: HISTORIA EN EL AUDITORI
Con prisas para llegar desde el Parc del Poblenou hasta el escenario Ray Ban para ver al dúo más divertido que uno se puede echar a la chepa. De hecho, llegamos con “Nanavividedeñaña” de Za! ya sonando, puesto que por alguna extraña razón la cola de prensa llevaba un ritmo inusualmente lento. Spazzfrica y Papa Du Pau volvieron a dejarnos la mejor de las sensaciones desde ese escenario, repasando sobre todo su reciente “Megaflow” con apenas un recuerdo al siempre presente Mobutu Sese Seko para cerrar. A pesar de una hora tan temprana lo volvieron a dar todo con el habitual tesón y jugueteo musical que siempre han dado. Son muy grandes y tampoco nos cansamos de verlos. (Ricardo)
Mientras tanto, el legendario John Cale aterrizaba en el Auditori bajo uno de los focos de expectación más especiales de todo Primavera Sound. Y es que poder ver al ex-Velvet Underground (¿tendría el escenario ATP razón de ser si no hubiera existido la banda neoyorquina? ¿o incluso el festival al completo?) interpretando Paris 1919, el álbum que abrió todos los caminos al pop barroco y de cámara, casi cuatro décadas después, no es cosa de diario precisamente. Consciente o no de esto, el galés se presentó ante un lleno completo en el citado auditorio, donde lo aguardaba ya la orquesta BCN216, que rodeaba a su banda, vestido de corbata… y falda galesa. Pero, evidentemente, lejos de hacer el ridículo, consiguió, como artista con mayúsculas que es, que toda extravagancia se pasara por alto y que todo el mundo cayera rendido ante la elegancia y la exquisitez de la interpretación del álbum.
Los vientos y las cuerdas se acoplaron a la perfección ante piezas tan bellas como “Hanky Panky Nohow”, “Andalucia” o “Graham Greene”; que durante unos cuarenta minutos no pararon de conmovernos y sorprendernos a partes iguales por los actuales que siguen sonando. Al acabar el álbum, nos deleitó con otras piezas de su extensa carrera (“Secret Corrida”, Hedda Gabler”), que volaron también alto, y algunos temas nuevos, ya sin orquesta, que desconcertaron por su carácter electrónico, y que quizá desvirtuaron un poco la delicadeza y emoción de la actuación. Pero aún así, en conjunto, piel de gallina. (Yuri)
INDIE DE AYER Y HOY
Abultado lleno en el ATP (uno más) para ver a Yuck tan temprano. Por lo visto sus colegas y competencia en esa franja Cloud Nothings se llevarían la peor parte en otra de esas extrañas coincidencias de esta edición. En cuanto al cuarteto dio lo que se esperaba, ese indie-rock que circula entre los parámetros de Pavement, Dinosaur Jr. y Yo La Tengo, que sabe hacer pop guitarrero y bonito, rock de distorsión y actitud desencantada personificada en la figura de su cantante principal, si bien en la banda las tres voces de los miembros de pie hacen aparición. Una “Rubber” aún más ralentizada fue el cambio más destacable dentro de un cancionero de los más perfectos que el género ha visto últimamente. Éxito merecido.
Después tendríamos a una gloria del pasado. Entrañables y más de culto que populares, pese a su sonado single noventero, la vuelta de Papas Fritas era una incógnita que se decantó con mucho hacia el lado de la diversión. Pop-rock a ratos juguetón, a ratos más elegante, apto para bailar y una actitud de la banda de constante agradecimiento por el hecho de que con el paso del tiempo la gente siga recordándoles y moviéndose al ritmo de sus temas. (Raúl)
Llegaba el turno de Fleet Foxes, que se vieron tan sorprendidos por la cantidad de público que abarrotaba veinte minutos antes de las ocho la explanada del San Miguel, que Robin Pecknold se preguntó por qué diablos no habían venido antes a España. Agradecidos por el lleno y por tocar antes que PJ Harvey, ofrecieron algo más de una hora del folk-pop de alta calidad centrado tanto en su nueva obra como en su celebrado debut; lo que se tradujo en que cayeron muchas de las mejores canciones de su aún corta carrera: desde “Your Protector”, “White Winter Hymnal” o “Ragged Wood” de su primer disco, a “Sim Sala Bim”, “Battery Kinzie” o el nuevo himno “Helplessness Blues”, con el que cerraron justo para que a los más futboleros les diera tiempo para ver el final de la Champions en el Llevant. Nos quedamos con ganas de que se extendieran un poco más, pero quedó demostrado de sobras que su melancólico jardín americano cultivado con numerosas semillas de campo inglés reluce no sólo ante antorchas de pequeño alcance, sino también ante los focos de grandes multitudes. (Yuri).
RUIDO PARA TODOS LOS OIDOS
La propuesta que Gonjasufi nos regaló en el escenario Pitchfork nos dejó descolocados a todos, alejándose de esos aires de hip hop ambiental y experimental para pasarse a la contundencia de un estilo mucho más cercano al nu-metal que otra cosa. La banda, con un baterista alborotador como componente clave, sonaba bien utilizando un patrón que emparentaba el sonido con bandas como Deftones, aunque el problema venía más relacionado con como el rapero iba a su bola por su lado. Al final lo arreglo pinchando a Las Grecas y guardando a su banda, pero ya era demasiado tarde y nos habíamos aburrido demasiado. (Ricardo)
Buena elección si ese tedio te lleva hacia el magnetismo que Blixa Bargeld y sus esbirros desplegaron en el ATP. Einstürzende Neubauten demostraron en el Primavera Sound por qué son figura tan clave en el verdadero industrial. O dicho de otra forma, por qué no basta con cantar en alemán encolerizado y machacar a base de riffs de guitarra para alcanzar la relevancia. Del susurro al grito, del ruido sutil y atmosférico a las verdaderas tormentas caóticas con las que ponían a prueba al público, los berlineses creaban una sensación de pavor a la vez que hacían imposible distraerse de la diligencia con la que sacaban o accionaban rudimentaria cacharrería, mayormente percusiva. Su capacidad para generar ruido lo mismo con una obvia rotaflex que por medio del vinilo y el plástico evidencian que, pese a llevar una vida dedicados a su filosofía musical, siguen reacios a caer en lugares comunes. Con ellos, el género industrial cobra verdadero sentido. (Raúl)
El concierto de Money Mark obtuvo sin lugar a dudas el premio al concierto menos populoso de todos cuantos vi en Primavera Sound. Daba pena ver como Low conseguían abarrotar el escenario ATP y el simpático de Mark, con una banda formada por el batería Alfredo Ortiz (batería de Beastie Boys) y una chica al bajo, apenas reunía un centenar de personas. Hay que reconocer que las coincidencias con la final de Champions League y Einstürzende Neubauten eran muy dolorosas, pero también es cierto que hubo un tramo medio del concierto en que la gente se acercaba por curiosidad se quedaba encantada viendo el buen hacer de Money Mark. El inicio del concierto fue sensacional, partiendo de un sonido mucho más jazz y funky, pero luego poco a poco fue cayendo en momentos demasiado aburridos exclusivamente con piano que bien podrían haber sido suplidos por la cara más guitarrera y alternativa. Claros y oscuros en su actuación, pero ante todo un buen músico que mereció la pena ver. (Ricardo)
LA LIGA DE CAMPEONES SE JUGÓ EN EL FÒRUM
Toda una lección de presencia y sonido inmejorable fue la actuación de Mercury Rev en el Auditori revisitando todo un referente del pop elegante y la psicodelia preciosista como es “Deserter’s Songs”. Debido a algún tipo de problema en el acceso, nadie pudo acceder al teatro hasta diez minutos antes del comienzo previsto de la actuación, que además apenas se retrasó para paliar algo el desbarajuste, por lo que aún había mucha gente entrando cuando “Holes” comenzó a sonar en un recinto a oscuras iluminado sólo por decenas de velitas artificiales sobre el escenario. Pero los que teníamos la suerte de estar ya acomodados caímos al instante bajo el embrujo de poder escuchar con tan inesperada fuerza uno de los álbumes más misteriosos de los noventa.
Jonathan Donahue se presentó como un excelente maestro de ceremonias, a pesar de su exagerada pose angelical y embelesada, ideal a pesar de todo para este tipo de canciones que oscilan entre lo celestial y lo alucinado; mientras que Grasshopper guió a la perfección al resto de músicos en la oscilación entre calma y tormenta sónica que marcó un concierto bastante intenso en lo emocional, bañado las más de las veces bajo focos rojizos o azulados. Y es que quizá habíamos subestimado a la banda, en franca decadencia en estudio desde hace años, y no esperábamos que “Endlessly”, “Opus 40” o “Goddess on a Hiway” fueran defendidas tan bien más de una década después de su concepción. Así que lamentamos bastante tener que irnos a sólo dos temas del final, para pillar buen sitio en el concierto que otro ángel, en este caso inglés, iba a ofrecer ya dentro del Fòrum. (Yuri)
Mezcla de un cartel de ensueño y de la precipitación de cabezas de cartel con posterioridad al partido de fútbol, lo cierto es que la avalancha de pesos pesados desfilando por el Fòrum era increible. Con Mercury Rev, Pj Harvey, Swans, Jon Spencer, Mogwai y Animal Collective tocando por los diferentes escenarios en tan poco espacio de tiempo, ningún fan de la música debería pensar en otra celebración mejor.
Era el turno de Polly Jean Harvey, una de las que no quiso coincidir con el evento deportivo. Si bien sabíamos del apego de la artista por el disco que viene presentando en cada ocasión, no acabábamos de imaginar lo muchísimo que se centraría la artista en su “Let England Shake”. Por lo tanto, ataviada de blanco con un tocado de plumas en la cabeza, la artista nos condujo por un show sobrio y elegante, enfocado a hacer justicia a la delicadeza folkie de su nuevo repertorio y muy alejado de la rabia noventera por la que todavía la recordamos muchos. De esta forma se comprende que su instrumento de la noche fuera la cítara, esa mezcla de guitarra y laúd que tanta presencia tiene en su último disco. Ya estaban en la retaguardia Mick Harvey y John Parish para ayudar con guitarras, teclados y coros, mientras ella ponía la imagen, voz y tenues notas al asunto.
Algunos echarían en falta hits corrosivos del pasado, aunque sonaran guiños como “Down by the Water”, “The Sky Lit Up”, “Big Exit” o “Meet Ze Monsta”, todas ellas adaptadas a la contención de la que hablamos, especialmente por la parte de la garganta y actuación de Polly Jean. Personalmente salí muy satisfecho de ver un concierto diferente, de un cabeza de cartel en el que no hubo aspavientos, no hubo llamadas a las masas, no hubo guerra por sonar más altos que nadie… en fin, un concierto grande que se saltó los clichés de tal evento.
Para clichés, los que provocan la risa de Swans. Bautizado por muchos como el concierto con mayúsculas de esta edición, Michael Gira y los suyos salieron para no hacer concesiones, llenando la atmósfera con ruido y siendo capaces de combinar una actitud muy enérgica con la solemnidad y la oscuridad de su género. Ruidismo, experimentación, como una orquesta del apocalipsis, los americanos se centraron en su regreso discográfico “My Father Will Guide Me Up a Rope to the Sky”. Un concierto que les reivindicó, precisamente en estos momentos como pioneros de toda propuesta extrema experimental y que desde luego en directo dejó en evidencia cualquier realidad drone, doom o post-metal de última generación.
La edad no parece haber hecho más mella en la banda que la que hacen los años en un whisky y en este caso han ganado en matices orgánicos y refinamiento. Pero no confundamos, esto no jugó en contra de un concierto apabullante, tan asfixiante que muchos se dieron por vencidos y salieron en busca de unos más ligeros Mogwai. Y es que, ni contando con contrincantes como los de Glasgow o el mismo Jon Spencer que tocaba a pocos metros, su audiencia se desinfló. Visto el éxito, si continúan en activo se les verá de nuevo por el Fòrum casi con toda seguridad. (Raúl)
La fiera escénica que es Jon Spencer sigue en activo y aunque haya rebajado notablemente el nivel de testorena y sudor sigue siendo ese frontman carismático y arrasador que siempre ha sido. Es cierto, en el Azkena Rock Festival fue ligeramente superado por un público frío pero eso no pasó en un repleto escenario ATP que eligió a la Jon Spencer Blues Explosion en vez de a Swans o Mogwai. En esta ocasión si vimos la verdadera pegada del trío, aunque la guitarra de Judah Bauer estuvo algo baja en la ecualización final. Los continuos gritos de Jon y esa pegada sencilla y directa de Russell nos trajo los mejores recuerdos de temas que ya forman parte del mejor rock: “She Said”, “Bellbottoms” y una sorprendentemente inesperada “Attack”, son algunos ejemplos.
Si se nos permite ponerle un pero a la actuación estrella del escenario ATP sería sin duda que el repertorio esta vez estuvo repleto de medleys de sus mejores temas, llegando a ser muy doloroso disfrutar de versiones interrumpidas de ellas. El final, con Money Mark a los teclados y pasándose en quince minutos de su horario esperado, fue sin duda de los momentos más sensacionales de todo el festival. Esperemos que haya continuidad con sus directos y trabajos de estudio, que les echábamos de menos.
Siguiente parada, Animal Collective, que trajeron la polémica, como era de esperar. ¿Que espera uno de un concierto de una de las bandas más querida por la crítica en los últimos diez años? Al que le diera por esperar un repaso a su cancionero más conocido le volvieron a dar en la cara con un set repleto de temas aún no publicados. Al que fuera con la lección aprendida de que eso es lo que suelen hacer los chicos del colectivo, como es mi caso, pudo disfrutarlo muy fácilmente. Porque si hay algo que parecen haber ganado con este inminente nuevo repertorio no es otra cosa que inmediatez, gracias sobre todo al regreso de Deakin que parapeta a Panda Bear al rol de batería.
Además de todos esos temas nuevos hubo cuatro visitas al pasado de Animal Collective: “Did you see the words?” y “We Tigers” de lo que fueron sus discos de mitad de década funcionaron raramente con el nuevo concepto de la banda, mientras que los temas de “Merriweather Post Pavillion” que sonaron (“Brothersport” y “Summertime Clothes”) fueron de lo mejor de la noche. Concierto corto y muy complicado para todos, sobre todo siendo la banda que iba a cerrar el escenario principal, pero que habría dejado a todos contentos con un par de bises (si esos bises incluyen “My Girls” y “Fireworks” hasta habrían salido triunfadores). (Ricardo)
Si bien no era prioridad en mi agenda, había tiempo de comprobar el hype blanco de los raperos Odd Future. La “wolf gang” tardó un par de temas en calentar antes de precipitarse al público y a partir de ahí empezó un concierto agresivo y que al parecer terminó rozando el altercado aunque no pudiéramos ser testigos, al encontrarnos ya en el ATP para ver a Pissed Jeans.
Entre el pop y la más cruda experimentación, los sonidos más directos se vieron algo huérfanos este año. Es por eso, que ese punk-rock noise que se mira en el espejo de The Jesus Lizard, Melvins o los primeros Nirvana, era un oasis de macarreo y diversión dentro del cartel. El cuarteto combina además sentido del humor y actitud desafiante a un modo muy 90s. De modo que, al margen de un repertorio renqueante que dio para unos cuantos pogos, fue un espectáculo de andar por casa ver a su cantante darlo todo, destrozarse los vaqueros o escupir a sus compañeros, acrecentando así su contraste con estos, especialmente con un bajista no sosegado, sino que parecía ajeno a todo lo que pasaba sobre el escenario. La actuación acabó con una guitarra volando por los aires y el batería que se quedó tocando un ritmo robótico una vez que sus compañeros ya habían abandonado el escenario. Un clima muy extraño para un concierto tan de perros verdes como ellos. (Raúl)
FIN DE FIESTA: DIOS NO FUE UN DJ
El ramillete de dj’s finales no convenció del todo en esta ocasión. Primero hubo tiempo de probar suerte con Dj Shadow, que como ya pudimos comprobar en otras ocasiones previas se centra en dar caña y dejarse la técnica de sus discos en casa. Dj Coco siempre ha sido el colofón perfecto del festival en el ATP, con esos habituales guiños a los 90 y a sonidos más alternativos que este año no habían tenido sitio en el festival. Pero como es algo que uno puede ver de manera más fácil saltamos al Pitchfork a ver que hacía Kode9 en su set particular. El resultado fue un poco similar a lo que nos ocurrió con el set de Dj Shadow: ni vimos que estuviera el susodicho MC The Spaceape que venía anunciado y se dedicó a crear ritmos pesados y nunca atmósfera tortuosas como las de su sensacional “Memories of the Future”. Un cierre decepcionante como pocos, vaya. (Ricardo)