El sábado, de nuevo, tengo que confesar perderme a Sanjosex, pero llegué a tiempo para el resto de artistas del Auditori. Parts&Labor fueron una decepción mayúscula, sobre todo conociendo el sonido tan personal, tan atmosférico, tan estupendo que tiene el disco de este año. En el concierto sonaba todo enmarañado, aburrido, soso y sin inspiración.
Joseph Arthur, quien venía después, era de largo la apuesta más comercial del festival, con lo que se preveía un concierto decente pero sin mucha chicha. Sorprendentemente fue de los mejores: su grupo, The Lonely Astronauts, son bastante buenos músicos, sobre todo por dos hermosas mujeres, una que improvisaba maravillas con la guitarra y otra que tenía hermosa voz y… y bueno, se movía muy bien. Así las canciones, pese a muy previsibles – carne de capítulos de OC o Anatomía de Grey – lograban llegarte a los asientos, a sonar de verdad, a casi tocarte los sentimientos. Sonaba a propuesta sincera, con lo que se ganó bastantes aplausos del público.
Pero no tantos como Deerhunter, el grupo liderado por el esquelético Bradford Cox, que sonaron maravillosamente compactos, densos y pesadillescos en canciones largas que se hacían cortas. Da gusto escuchar a gente que logra combinar la belleza con estructuras arriesgadas, y logra implicarte tanto emocionalmente en algo que aparentemente no invita a ello (además era su despedida temporal de los escenarios). Tras ellos, una pausa de una hora para que Thurston Moore preparase los bártulos.
Thurston Moore, efectivamente, fue quien mejor sonó en el Auditori. Lástima de saturación de conciertos porque su mezcla de rock puramente americano con atmósferas neoclásicas (ayudaba bastante un violín) fue tan poderoso y bonito como se esperaba. Emocionó a todos los asistentes, alargó con bises, demostró ser un grande con un grupo muy majo acompañándole.
Posteriormente en el Apolo comenzaron los últimos conciertos. Bishop Allen son, ante todo, simpáticos, y poco a poco remontaron el concierto con esa forma que tienen de estar a medio camino entre lo más poppie y de cosas más trabajadas tipo – me perdonen la comparación – Arcade Fire. Tienen futuro, pero tenía demasiada curiosidad por The Right Ons en La2 y… ¡qué pasada! Sabía que eran un grupo de funky, pero no sabía que tuviesen esa energía arrebatadora en sus conciertos. No sabía que varios del grupo tenían voces enérgicas, melódicas y llenas de gorgoritos. No sabía que tuviesen ese buen humor tan contagioso, que llegó a un culmen cuando repartieron panderetas entre el público para acompañarles en esta locura colectiva: aún tengo agujetas en el brazo. Hasta se atrevieron con una versión tremendamente festiva de «Waiting For The Man». Son unos auténticos cracks, no pienso perdérmelos en un futuro y aconsejo que hagáis lo mismo.
Posteriormente quedaba el dubstep, o 2step, o cualquier rareza de etiqueta se os ocurra de Kode9 en la planta superior, y el punk minimalista de The Ettes en la parte de abajo, en esos momentos con aforo completo. The Ettes apuntan maneras, pero les faltaba un poco bastante de energía para ser considerados como frescos y simpáticos, porque esa sencillez a veces se venía abajo para parecer ingenuidad, y no, eso en el punk no queda bien. Kode9, por otro lado, logró convocar a un gran número de gente (ahora me entero que hay cienes de fans del dubstep) con el MC Spaceape animando la función. Un sonido, no lo niego, unívoco, con una atmósfera fantásticamente conseguida y alguna composición y variación rítmica interesante, pero que se te caía encima a la hora de función. A un servidor le encanta toda la electrónica y variantes, pero sin algo de melodía que la sostenga recuerdo que tengo los pies destrozados y cojo un taxi. No sin antes pasar por la sala de La2, y ver como Dj Coco mostraba buenas maneras con «Lost in the supermarket» de The Clash.
En definitiva: es una locura tener este festival de invierno, cuando estamos todos amodorrados con la calefacción, el frío, y poquísimas horas de luz. Pero, por otro lado, es maravilloso asistir a un festival donde hay una organización maravillosa, donde se apuesta por grupos a los que te sientes responsable de juzgar positiva o negativamente, donde hay un clima distinto, menos masificado, con público que saca la libreta para tomar notas, y donde el único problema fue el trato de borreguismo que se da al respetable en el Apolo, con miradas de asco de todo tipo por parte de puertas, responsables, vendedores, etcétera. Ahora elucubremos ¿qué grupos de todos los asistentes triunfarán el año que viene? Los mejores, seguramente, en unos meses repitiendo en Barcelona…