Entró en el escenario de manera sencilla: con la mano izquierda en el bolsillo de un pantalón vaquero deshilachado y vistiendo la camiseta de Fernando Torres de la roja. Su generosidad a la hora de contentar a su público no conocería límites. Durante el concierto no cesó de dialogar con los asistentes. A cada voz perdida procedente del oscuro graderío respondía con su palabra o con algún significativo gesto. Más asequible imposible; pero no por ello menos divina. Fantástica actuación la suya, y fantástica la imagen de leyenda del rock que sería incapaz de dejar de desprender. Entre piropos, como “guapa”, y tras reconocer que no tiene ni idea de español, expresaría al cabo de varios temas el calor que sentía, que sentíamos todos, con la palabra “caliente”. Genial, adorable; por eso la queremos tanto.
Arrancó el concierto con “Ask the angels”, del disco Radio Ethiopia, quedando claro desde el principio que la velada se presentaba inolvidable. A su izquierda, su inseparable guitarrista Lenny Kaye, al fondo, el batería Jay Dee Daugherty, los dos miembros que quedan de la original Patti Smith Band. El bajista y teclista Tony Shanahan y el guitarrista Jack Petruzelli completaban la formación. Tras quitarse la camiseta de Torres, Patti y su grupo interpretaron dos de los mejores temas de la primera época de la banda: “Redondo Beach”, del mítico Horses, con reminiscencias reggae, sonando envolvente y sensual; y “Space monkey”, del disco Easter, compacta y contundente. “Free money”, también de Horses, elevaría la temperatura del concierto, también por el magnífico juego de luces que acompañaba a cada canción, y daría paso al primero de los homenajes que Patti ofrecería a figuras, grandes y no tan grandes, del mundo del rock: el tema “Play with fire”, de los Rollings Stones, cantado con gran concentración y respeto por parte de la intérprete neoyorquina.
“Ghost dance”, “We three” y “People who died”, las tres de Easter, conformaron una especie de segunda parte del concierto abundante en referencias al universo de Patricia Lee Smith. La última, un rock and roll del poeta y músico Jim Carroll, se la dedicó la cantante a la memoria de sus padres, su hermano, Alexander McQueen y Kurt Cobain. A estas alturas, todo el mundo estaba encantado con el espectáculo. Entre estas canciones, Patti Smith ofreció dos nuevos entrañables homenajes. El primero fue la presentación de un tema improvisado en su actual gira en el que habla de episodios de la historia de España, con menciones a personajes como Franco, Picasso y Lorca, no exento de un humor que provocó carcajadas entre los asistentes que sabían inglés. Era un regalo a su público; un detalle más hacía quienes acuden a escucharla. Luego contó que en la gira habían comido gambas “con mucho ajo” y pimientos muy pequeñitos. Desde la grada alguien la dijo que se trataba de pimientos de piquillo. Así de natural transcurrió la noche. El segundo homenaje fue la presentación de un nuevo tema, aún sin título, dedicado al escritor chileno fallecido hace siete años Roberto Bolaño, cuya obra ha elogiado en repetidas ocasiones la cantante.
De la Patti más íntima, poeta e intelectual se pasó a la más “caliente”. Gracias a la pequeña joya que es “Dancing Barefoot”, magníficamente interpretada, el público empezó a entregarse de un modo más desinhibido. Como es lógico, con “Because the night” todo el mundo se puso en pie (y ya sabía inglés). Fue otro momento inolvidable; a la cantante se la veía inmensamente feliz sintiendo su música. A continuación llegó el turno de la deliciosa “Pissing in a river”, gozosa antesala de “Gloria”, el no va más de la noche, su momento cumbre, justo tributo a uno de los temas de pista de vinilo más rayada de la historia del rock. “Jesús murió por los pecados de alguien, pero no los míos”. El crescendo de la canción condujo al éxtasis colectivo.
Los bises fueron resumen y colofón de lo que había sido el concierto. Con “Wing” se volvió a disfrutar de la voz quebrada y sensual de una cantante que por enésima vez demostró ser inimitable. A continuación, para sorpresa de todos, Patti Smith retomó el tema del fútbol. “Congratulations”, gritó generosa. Habló de un millón de personas celebrando un triunfo en la calle y encadenó hábilmente, de eso se trataba, a otro de sus himnos más populares, su tema “People have the power”, poniendo de nuevo en pie a la concurrencia. Otra vez el delirio. Su voz se tornó rabiosa y desgarradora en la breve “Babelogue”, “el fututo es ahora”, para sin respiro alguno entusiasmar con su electrizante “Rock ‘N’ Roll Nigger”, más punki que nunca, tremenda canción que hizo imposible permanecer sentado, el éxtasis final, la locura. Y todavía quedaba un epílogo muy significativo, un nuevo y gran homenaje. Blandiendo su guitarra, chilló a los presentes que esa era la única arma que había utilizado su generación, la misma que había usado Jimmy Hendrix. Una a una empezó a romper las cuerdas de la guitarra. Lo había conseguido: esa noche, el rock era ella.