El debut discográfico de El Pardo ha causado gran revuelo entre los medios musicales más preocupados por esa justicia social que parece haberse abandonado en un cubo de basura. Nosotros, al menos, nos hemos volcado directamente en ese cubo dispuestos a hurgar entre los deshechos para encontrar propuestas que aunque estén llenas de ira y de humor negro, no están exentas de buen gusto musical. El punk bien educado que dice uno de esta web.
Por eso la presentación del disco de El Pardo en suelo madrileño la teníamos marcada en rojo (que apropiado color) en el calendario, aunque por poco el número de conciertos programados para la fiesta nos chafa la fiesta. No es que tengamos nada en contra de propuestas tan interesantes y especiales como las de Hielo en Varsovia o Medievo, pero lo de verse cuatro conciertos un día de diario empezando a las 22:15 es demasiado para los madrugadores.
Las primeras en aparecer fueron Rabbies, con un punk rock destartalado pero al mismo tiempo suficientemente divertido. Juventud a flor de piel y, eso, diversión más que otra cosa. Luego con Hielo en Varsovia la cosa se puso un poco más seria, aunque para un servidor no consiguieron llegar a dar a luz un concierto plenamente satisfactorio. Ese noise rock con reminiscencias de kraut, sólo con guitarra, teclados, batería y voz (gritos) sonó realmente bien, pero quizás se perdieron un poco entre los mares de las canciones más calmadas y de corte más post-rock. Aún así, hay que seguirles la pista muy de cerca, pues lo que hacen promete mucho.
Con Medievo quizás pasó un poco lo mismo, aunque cambiando radicalmente de palo. Por un lado, el sonido de industrial-pop de la banda es muy recomendable, pero por otro lado las canciones parecen no llegar a concretar todo eso. La puesta en escena de la banda es impactante con un proyector detrás con imágenes de seres humanos tan queridos como Esperanza Aguirre o Ana Botella, así que sólo hace falta que las canciones se terminen de pulir del todo.
Para cuando aparecieron en escena El Pardo algunos estábamos cansados, hasta para quejarnos, pero las irresistibles letras de Raúl Querido nos consiguieron hacer sacar ganas de donde no había. Tocaron el disco prácticamente en orden obviando dos canciones: la obligada tonada a modo de interludio que es «El Pardo» y una increíblemente olvidada «La charla final» que es básicamente el tema más acertado de todo su álbum de debut.
A pesar de todo esto el directo estuvo correcto, aunque demasiado estático para lo que su post-punk transmite. Si bien Raúl sí se muestra algo agresivo a la hora de agarrar el micrófono y enfrentarse a la gente, la catarsis sonora de sus guitarras cumple en su sonido pero parece algo calmada en lo que a presencia escénica se refiere. Quizás es sólo cuestión de soltarse, porque la sensación de estar viendo algo especial y único no se nos fue durante todo el concierto.