El segundo paso por Sevilla de The Pains of Being Pure at Heart, grupo bastante popular en el país, que además coincidía con el fin de temporada del Teatro Central, no llegó a congregar por un amplio margen ni los dos tercios del aforo del recinto. El horario de Verano no perdona y a las nueve, hora en que comenzaron puntualmente Trepàt, aún era de día y, presumiblemente, mucha gente prefirió quedarse tomando cervezas al fresco de la tarde. O quizá gran parte del público potencial partió directamente al nuevo Contempopránea Badajoz, festival en el que tocaban también los neoyorquinos al día siguiente. Esta relativa escasa afluencia, unida a ciertos factores intrínsecos de la actuación de la banda que relataré luego, hicieron de la experiencia algo un tanto tibio.
Cuando llegamos Trepàt estaban tocando ya, inmersos en una penumbra casi total, despistando al personal con un acercamiento jondo que no pudimos evitar comparar con Los Planetas de “La leyenda del espacio”, de los que son paisanos. Luego irían virando entre Vampire Weekend y The Cure, entre sombras y luces psicodélicas, en una cierta indefinición sónica que los hacía difícil de encasillar pero que a la vez daba la impresión de no constituir un discurso concreto. Acaban de debutar, así que esperemos al menos hasta su segundo asalto para oír resultados más claros.
Los de Kip Berman subieron poco después. De la banda que nos encandiló a todos con su debut, uno de los grandes álbumes de la pasada década, sólo queda el líder en su última encarnación en directo; razón de más por la que el nuevo “Days of Abandon” llevara la voz cantante. Con el cambio de ciclo, además de haber perdido una parte de su carisma global por la marcha de la encantadora Peggy Wang, también han dejado por el camino gran parte de su vertiente shoegaze, acercándose claramente a un indie pop más ortodoxo (aún) no sin atractivo.
Eso pudimos comprobar al escuchar nuevas perlas como “Until the Sun Explodes”, “Kelly” o, muy especialmente, “Simple and Sure” y la arrebatadora “Eurydice”, que sonaron limpias conforme a este nuevo orden. Sin embargo, a la hora de rescatar temas de su pasado vimos ciertos deslices, o incluso fallos: al sonido algo bajo en ocasiones, se sumó lo inaudible de los teclados, cruciales en ese caso, en “The Body”; la falta de pegada en un tema con tanta garra como “Belong”; y cierta urgencia en temas de su debut como los clásicos “Come Saturday” y “Young Adult Friction”. Todo esto no hacía más que recalcar que Kip se encuentra más a gusto con los nuevos temas, aquellos que ha grabado con sus nuevos compañeros.
Si además añadimos lo corto de la actuación, apenas una hora, anunciando a los cuarenta y cinco minutos que se marchaban para los bises y el feo gesto de Kip de salir pitando justo al terminar para vender discos, equivocándose de salida del escenario de paso, nos queda una sensación positiva por la música (es innegable su capacidad para seguir haciendo grandes canciones y su repertorio global no es nada baladí) pero algo diluida, como decíamos, en general. Quizá porque muchos aún teníamos en mente el excelente concierto ofrecido hacía un par de años por ellos en el mismo espacio.