Triplete metalero muy muy oscuro en Bilbao. La minigira de Orthodox ese fin de semana les había llevado a Madrid con sus compatriotas Monkeypriest donde al parecer triunfaron. No son los andaluces una banda que tienda a moverse demasiado y ser de Sevilla tampoco ayuda precisamente a que aparezcan por Bilbao de buenas a primeras. Ese era el principal reclamo en mi opinión del concierto, la escasa probabilidad de que se repita. A eso le juntas el ver a Monkeypriest, banda que está empezando y tampoco le es muy fácil pegarse estos kilometrajes por su propio pie y a nuestros siempre infalibles Loan y tienes un cartel de metal contemporáneo más que apañado.
Se quedó un tanto grande la sala para una propuesta ciertamente minoritaria, pues cuando Monkeypriest comenzaron a tocar, el número de congregados era poco menos que desolador. El trío desgranó sus temas primerizos de su maqueta/EP «Defending The Tree» (y alguno más) que ganaron en directo en solidez y contundencia. Lo suyo es alternar entre el doom, el thrash, la repetición estructural, el cambiar de rápido a lento, etc. por supuesto partiendo de las enseñanzas de los grandes Black Sabbath hacia los sonidos más oscuros que han venido a raíz de aquello. Se entregaron con pasión, especialmente su guitarrista que a pesar de su enormidad se encorvaba sobre su instrumento cual primate, especie con la que el grupo se identifica. No le iba a la zaga el bajista, voceando guturales a lo cro-magnon. El batería por su parte parecía ausente, no sabemos si desganado, cansado o simplemente en trance. Cerraron con «Doomsday» un concierto en el que lograron hacer cabecear a más de uno, pese a lo poco conocidos que son por estos lares. Seguro que estos conciertos con Orthodox les valen para hacerse nombre en la escena.
Lo de Loan no sé si merece la pena explicarlo. En primer lugar hay que decir que para cuando les tocó a los bilbaínos la sala registró un lleno bastante aceptable. Se nota su tirón entre amigos y residentes, pese a lo muchísimo que tocan. En fin, como de costumbre atacaron su más doomer y oscuro segundo disco, lleno de riffs apocalíticos pero para nada estáticos y ganadores tanto en los momentos más drone y dilatados («Niagara») como en los estallidos a lo High On Fire de «Primateen Erasoak Darrai» desatando algún que otro pogo en las primeras filas, al igual que con el carismático riff de «Zapi Gorridun Armada». Espectacular su entrega y como siempre, a la intensidad de su bajista y cantante y la magia de su guitarrista, se suma la destreza de su batería, que parece multiplicar sus brazos y azotar bombos y platos como el que no quiere la cosa, casi como si en el proceso fuera a golpearse a sí mismo. Para colmo se atrevieron con una versión de Dut («Eskuzuri») junto al cantante de Inserta cuya voz o nivel de micro no atinó del todo, pero que hizo las delicias de todo aquel que la reconoció. Cada vez está más claro que son nuestros particulares Moho.