Muy apetecible programa doble para la noche de Sábado en Sala X. El sello catalán La Castanya prácticamente aterrizaba por primera vez en Sevilla con un doble cartel compuesto por dos de sus grupos más señeros: Me and The Bees presentando su segundo trabajo y unos muy esperados Nueva Vulcano volviendo años después a la ciudad con un estupendo álbum de regreso. La delegación feiticerA en Andalucía, evidentemente, no podía faltar a esta ocasión.
Reconozco que me fastidió un poco ver que el público no cubría ni la mitad del aforo justo cuando subían los teloneros. Lo tardío de la hora de comienzo, la coincidencia con otros conciertos en la ciudad y el buen tiempo en general volvieron a juntarse para impedir que la calidad viniese acompañada de la multitud. Eventualidades de la que la música en directo que Sevilla parece ser incapaz de sobreponerse, muy al pesar de unos pocos.
Ante tal panorama subieron Me and The Bees como decía. Como bien dijo Esther, su cantante, era la primera vez que tocaban en la ciudad y había ciertas ganas o al menos curiosidad por verlos. A medio camino entre el pop más encantador y un noise que llegó a sorprender en ocasiones por su crudeza, los temas de “Mundo Fatal”, varios de “Fuerza Bien” y algunos nuevos fueron cayendo durante unos cuarenta minutos. Entre la frescura de sus canciones y el buen rollo que destilaba el trío, amén del gran sonido de la sala, nos hicieron pasar un buen rato y hasta olvidarnos por momentos de la banda principal.
Pero tras el intermedio quedó bien claro quiénes eran los protagonistas de la noche. Artur, Wences y Albert, acompañados de su inseparable Marc a las percusiones, atacaron “Novelería” con una compacidad y compenetración como pocas veces se puede ver y oír en la escena nacional. La intensidad que les desborda puede compararse con la que sale de bandas como Berri Txarrak (anécdota: se mostraron felices de poder tocar tan alto como, según sus palabras, “Berri en San Sebastián”) o Lisabö, aunque su música no vaya necesariamente por los mismos derroteros. Algo que realmente sólo se consigue si te crees tus propias canciones y lo das todo por ellas.
Aunque “Amor moderno” y “Te debo un baile” se llevaran, como era previsible, las más grandes ovaciones, puedo decir claramente que el concierto fue en casi todo su trayecto un clímax perpetuo. De hecho, poseen tal dominio del directo que se permitieron momentos casi ridículos sin resentirse, como alargar una anécdota intrascendente para presentar “Mogollón” o incluso improvisar una intro disco bajo estupefacción de Artur para “Hemos hecho cosas”. Mucho tuvo que ver en este ritmo adecuado el juego de bombo-maracas-xilófono, que lejos de quedar empañado por la distorsión, añadió bastante riqueza a temas como “80% Agua” o “Pop y espiritualidad”.
Tras el hit que cierra su último disco, la muy coreada “La jota”, no se hicieron esperar mucho para los bises que los fans de siempre aguardaban con ganas. Para complacencia de estos últimos, aceptaron algunas peticiones… o las tenían preparadas, no sabemos. Así cayeron una inesperada “Sagrada familia” o la más habitual “El día de mañana”, aunque me temo que muchos se quedaron sin oír su clásico favorito. Aún así, dudo que alguien saliera de la sala pensando que había presenciado un concierto menos que excelente. De los mejores en Sevilla de todo el año, me atrevería a decir.