Una dilatada carrera contempla a Nada Surf, esa banda que tuvo su momento «Popular» como otros tantos que nacerían y morirían en la era post-grunge, pero que disco a disco fue creando su propio sonido ajeno a modas. Y cuando te quieres dar cuenta, casi 25 años de carrera después, el esfuerzo ha calado, cuentas con un gran puñado de hits y un público fiel capaz de llenar salas de tamaño considerable. Como el Kafe Antzokia, que alcanzó el sold-out horas antes del concierto.
Tal era la expectación que, pese lo ignoto que el indie-rock de Monte del Oso pudiera ser para la gran mayoría, enseguida el público abarrotó el recinto. Así que los pamplonicas, muy agradecidos por la oportunidad, pudieron tocar a buen seguro ante una de las audiencias más abultadas de su aún corta carrera. Desplegaron con destreza de power-trio canciones de dos discos en los que la fórmula no varía mucho. Pop con mordiente sónica y en ocasiones también lírica, bebiendo de los primeros Los Planetas y como no, del rock 90’s estadounidense tipo Dinosaur Jr. o Sugar. Buen directo que, con la adición de algún tema más redondo a su repertorio, podría subir varios enteros.
Poco desalojo hubo en la sala durante el habitual cambio entre bandas, dentro de la lucha por coger buen sitio. Empezaron con fuerza con su actual single «Cold to see Clear» y así comenzó un setlist plagado de singles y algunos temas nuevos sin apenas pega o decepción para los fans. Todo ello muy bien hilado para que los momentos de mayor intensidad punk-rock pusieran el reverso de las baladas. Y es que Nada Surf juegan a veces en la línea peligrosa que separa el power-pop enérgico con el más blandengue, pero en directo los mimbres de sus composiciones brillan, dejando a las claras que casi todas sus lentas y medios tiempos esconden cierto escalofrío.
En lo escénico vimos a una banda currante, encabezada por un Matthew Caws por cuya garganta pasaron registros casi siempre dulces, pero con intensidades diferentes, más clásicas conforme más abordan su presente. A su izquierda el hombre pegado a sus características rastas enormes, Daniel Lorca con una pose y estética que recordaba a un Slash que hubiera cambiado sus seis cuerdas por cuatro. Atrás Ira Elliot elegante y contundente a las baquetas, según se terciara. Y pese a que históricamente han sido un trío, ahora les acompaña como segundo guitarrista el ex-Guided By Voices Doug Gillard, dando cuerpo a un sonido mejor arreglado.
El reparto de canciones fue bastante equitativo por los diferentes momentos de su carrera, desde el rock alternativo con clara impronta noventera a momentos de pop-rock más canónicos, en una mezcla donde cabe lo que va desde Teenage Fanclub a Foo Fighters pasando por Death Cab For Cutie. Las delicadas «80 Windows» e «Inside of Love», los momentos más agitados como «The Way You Wear Your Head» o el épico cambio de atmósferas de «When I Was Young» fueron puntos álgidos pero, si bien algún momento hubo flojo de intensidad, estos fueron la excepción.
Lo que quedaba para bises era pura traca de hits: comenzó inmejorable con los ritmos nerviosos de «Hyperspace»; continúo arriba con una «Popular» que sería incluso prescindible ya en su repertorio, pero de la que no reniegan y hacen bien; después, su meloso y universal «Always Love»; y para finalizar en un tono optimista, la animada «Blankest Year» para la que pidieron al público entonar los «fuck it». Y todos contentos, algunos enfilando ya salida con todos los hits escuchados.
Todos no. Para finalizar, la banda nos regaló dos temas en completo acústico con los cuatro miembros al pie del escenario. Las elegidas fueron unas muy sentidas «Blizzard Of ’77» y «I Like What You Say», entre las que el público se debatía entre cantar al unísono o respetar el silencio necesario para escuchar guitarras y voces. Y lo mejor que se puede decir de éste final, además del buen clima creado, es que podrían haber interpretado cualquier canción del repertorio con similar buen resultado. Un directo sólido, quizá no épico ni con grandes alardes, pero muy coherente con el tipo de música sencilla que los neoyorkinos practican. La próxima, ¿habrá que buscarles una sala más grande?.