Si el día anterior Frank Black había recalado en Bilbao, el viernes les tocaba el turno a unos contemporáneos suyos, los igualmente pioneros y siempre activos Mudhoney. Algún extraño golpe de suerte hubo para que en pleno Julio y en una ciudad como Bilbao tuviéramos esta sucesión de estrellas del underground noventero, ambos en el inmejorable marco del Kafe Antzoki, más aún en unos tiempos en que los festivales barren desgraciadamente con la mayor parte de la oferta de conciertos en sala. No en vano Mudhoney tenían que lidiar con el Summercase y además enfrentarse a Björk en la capital vizcaína, lo que a buen seguro influyó en que la sala no se llenara.
Doubtful abrieron la velada ejerciendo bien su papel de teloneros sin lograr demasiada complicidad por parte del público. Está claro que tanto ellos como Mudhoney son fans de Sonic Youth pero aparte de eso las conexiones tampoco son demasiadas. Los pamplonicas estuvieron a la altura teniendo en cuenta lo reciente que tienen su primer disco y aunque titubearon al ir decidiendo su breve setlist, se perdona por lo poco rodados que están. Sonaron a power-pop indie como el de sus paisanos y amigos Half Foot Outside con algo menos gancho y no supieron mal, pero teniendo en cuenta que en las fechas previas y posteriores a las españolas todos unos Beasts of Bourbon abren para los de Seattle… pues eso.
Mudhoney se harían de rogar hasta salir por fin al escenario con «You Got It». Y es que los temas de su primera época dominarían el concierto para delicia de nostálgicos, pese a que al comienzo sonarían la arrolladora «It Is Us», la política «Hard-On For War» y «Where Is The Future?», que demostraron que los nuevos temas pueden ser recreados perfectamente en directo sin los arreglos de estudio. En cambio del genial «Since We’ve Become Translucent» tan sólo cayó la imprescindible «Where The Flavour Is», concesión para el baile dentro del repertorio, sobre todo ante la ausencia de «Good Enough», echándose de menos la psicodelia trepidante de «Sonic Infussion».
De todas formas, el repertorio enfocado en Superfuzz Bigmuff y el recopilatorio March To Fuzz sin duda agradaría a muchos y no es para menos porque momentos únicos de punk arrastrado como «Mudride» o el himno «Touch Me I’m Sick» que sorprendentemente tocaron mucho antes de los bises, hay que verlos en directo. Mención especial para «In And Out Of Grace» en la que el estatismo del público se convirtió en un pequeño pero explosivo pogo en las primeras filas. A pesar de tales momentos casi históricos, la cabezonería con sus primerísimos temas impide mostrar en su totalidad la faceta más melódica de la banda y por qué no, también muchos himnos punk-rock para el directo (¿donde estaban «Let It Slide», «Blinding Sun» o «Who You Drivin’ Now»?).
Hubo que conformarse con «Into The Drink», como única representante del enorme «Every Good Boy Deserves Fudge» para bailar y corear salvajemente. Un momento que sumar a clásicos como «Here Comes Sickness» o la ineludible «Hate The Police». Sin olvidarnos de la fiel versión del «Fix Me» de Black Flag que utilizaron para cerrar el primer bis, una gran elección.
Entre todo esto, Mark Arm aullando a pleno pulmón y luciendo pecho esquelético por el escote de su camisa, la guitarra del barbudo Steve Turner literalmente abrasando y Dan Peters aporreando como si tal cosa. Guy Madison, el bajista, tuvo su extra de protagonismo al destaparse como el más simpático (y eso que Mudhoney es una banda entrañable donde las haya) con el público, en parte gracias a problemas técnicos con sus instrumento y su escueto conocimiento de español. «No me la se» dijo entre risas con acento sudamericano ante la inaudita petición de «Acetone» por parte de alguien del público.
Por tanto un concierto del nivel que se espera de una banda con su historia con un par de escollos. En primer lugar el público falló. Si el grunge es de verdad un movimiento y tiene un sonido característico como muchos siguen defendiendo, no me explico donde están las multitudes que llenan estadios para ver a Pearl Jam. Ni siquiera las que llenaron la Santana en la pasada gira de reunión de Alice In Chains. Tampoco se le vio muy animado en su mayor parte y la banda tuvo sensaciones contradictorias (la gente jaleaba por un bis pero luego tocaban «The Money Will Roll Right In» y allí no se movía nadie). Además, un par de vasos de plástico llovieron sobre la banda, uno golpeando a Madison, que por suerte se toma estas cosas con mejor humor que su compañero de instrumento Flea.
Por su parte, Arm y los suyos pudieron haber confeccionado un setlist más atractivo, variado y representativo de una discografía sin fisuras que no es justamente tratada en directo. Tampoco hubiera estado mal que el segundo bis constara de más de una canción, lo cual dejó con muchas ganas. Aún y todo, la audiencia quedó contenta y que tengamos fuzz por mucho tiempo porque estos, los únicos verdaderos losers del grunge, son muy necesarios.