El negocio musical ya no es lo que era. Los discos no se venden y las giras se hacen más vitales que nunca para las bandas. Esto lleva a muchas a intentar reverdecer laureles apelando a la nostalgia. La mayoría de los fans por otro lado, no se queja cuando una banda como Millencolin decide sacar del armario el repertorio de su disco más celebrado, «Pennybridge Pioneers». Y no es que los de Örebro no den más de sí, sus últimos discos, sin llegar a ese nivel, son obras competentes de pop punk y rock alternativo, pero claro, todo el mundo sabe que «No Cigar» o «Penguins & Polarbears» son siempre puntos álgidos de sus conciertos.
Total, que muchos encantados por poder ver a la banda interpretar el disco del tirón. Pero en directo tuvimos que descubrir que la magia permaneció más por la memoria de las canciones en nuestra cabeza que por el especial buen hacer de la banda.
Primero tendríamos a un par de bandas de su tierra, un detalle por parte de los suecos apadrinar dos jóvenes formaciones en una gira que cuenta con tanta atención. Fueron primero Atlas Losing Grip, practicantes de un hardcore melódico tan bien ejecutado como poco original. Este extremo tampoco importa mucho entre los fans del estilo, dado que sus esquemas no han cambiado desde los 90 y la escena se mantiene, sólo hay que verlo en los conciertos de las bandas míticas del estilo. Lo dicho, una buena banda con el típico estilo atropellado y un cantante que con su voz rasgada contribuía a que aquello pareciese un grupo de versiones de Rise Against.
Después vendría el turno de Twopointeight, que por suerte no se ceñían tanto al estilo. Hacían gala más de ese tipo de punk-rock influenciado por el folk y el toque springsteeniano, al estilo de los primeros Against Me!. Ecos de otras bandas de punk-rock con mayor énfasis rock como Social Distortion o Rancid se dejaban oir también según en qué canciones. Consiguieron mover un poco más a la gente, aunque poco y seguramente más debido al avance horario que a que el público se viera más seducido por su estilo.
Millencolin se hicieron esperar, tardaron en salir (nos animaron en el trance los Minutemen) y ello hacía pensar en un cuidado del sonido sobresaliente, sobre todo para los estandares del skate-punk. La banda salió a saco a interpretar el disco en el escrupuloso orden de la grabación, dejando poco hueco para las sorpresas. Y claro, el recorrido comienza con «No Cigar» uno de los temas claves, que dio una sensación apagada. Había algo de confusión en el sonido, aunque eso era lo de menos; ¿dónde estaba Nikola? Veíamos a una banda entregada, un batería, que sería el primero en salir, muy competente y dos guitarristas poniéndole ganas al asunto. Pero la voz del cantante y bajista, no estaba a la altura.
Desconocemos si es una tónica de sus conciertos, si es por imperativos de forma y/o edad o si es cuestión de actitud. No nos extrañaría que fuera una mezcla de todo, ya que Sarcevic estuvo amable y agradecido con el público, pero se le veía en ocasiones como si esas canciones no le motivaran lo suficiente. Tal vez no estuviera al 100% convencido de lo buena idea que era hacer una gira así. El detalle que al menos sí gustó es que la banda vino a tocar e interpretó el disco sin apenas parones. Con lo dada que sería una gira de este tipo a discursitos por parte de según qué estrellas del rock, el cuarteto mantuvo el espíritu punk-rock de tocar rápido y sin marear la perdiz.
De todos modos, no hubo excusa para que las primeras filas se pusieran a poguear desde el principio al fin del concierto, lógicamente con mayor insistencia en temas como «Material Boy» o «Stop to Think» o «Highway Donkey». Lo cierto es que el carrusel de melodías, ahora con punto nostálgico, nos iba arrastrando por el concierto con un gusto agradable, recordándonos como las 14 canciones rozan la perfección, aunque interpretativamente no lo hicieran sobre las tablas.
Tras la catárquica «The Ballad», la banda salió del escenario. Cerrado el ciclo del disco, regresaron con una celebrada «Farewell My Hell», pero no es que fueran a emprenderla con Kingwood, de hecho fue la única que tocaron de este disco. Después vendrían «The Story of My Life» o «Bullion», dejando hueco a los más fans de su antiguo repertorio para intensificar el pogo e incluso hacer algún circle pit bastante descafeinado, todo hay que decirlo. Así, volvieron a abandonar el escenario y dejarnos pensando si habían zanjado la noche. Algo corto, pero así es el punk-rock al fin y al cabo.
Pero todavía tendrían que volver a salir e invocar un poco más el «Bilbao!», el «eskerrik asko» y los tópicos en plan «sois el mejor público» que a estas alturas no se cree nadie. Menos aún cuando puedes comparar setlists en Internet y ver que el día anterior se han hecho el mismo o incluso con alguna canción de regalo. En fin, aún tenían que tocar uno de sus grandes hits, «Mr. Clean», el tema que muchos esperaban para terminar de desfogarse. Cerraron sorprendentemente con el rock alternativo de «Black Eye» de un «Home From Home» que debería haber tenido más protagonismo ya que sus cualidades rivalizan con las del homenajeado antecesor.
Haciendo balance, un concierto aceptable; muy bien por lo tocado, medianamente bien por la forma de tocarlo y mediocre por la forma de cantarlo. Las melodías deslucieron en boca de Sarcevic y lo que pudo haber sido una gran noche se vio empañada sobre todo por su dispersión. Pero nos quedamos con la fuerza de las canciones, que quién no se consuela es porque no quiere.