Aunque estábamos sobreaviso todos, no deja de sorprender como es posible que un concierto como el primero de Lightning Bolt en Madrid levante tanta expectación cuando eventos similares pasan bastante desapercibidos en la capital.
Esta claro que sin ellos y Hella no tendríamos ni a la mitad de las bandas bizarramente ruidosas que tenemos. A lo mejor tampoco tendríamos dúos locales tan importantes como lo son Grabba Grabba Tape o The Joe K-Plan (en ambos casos, con representación en la sala esa noche) pero es inevitable sorprenderse tanto con la enormisima afluencia que hubo a Siroco esta noche de sábado. Desde el concierto de Don Caballero no se veía algo así, aunque aquí los deberes se hicieron mejor cerrando a tiempo las puertas para evitar molestos finales de sala con nula visibilidad.
Así que estando media hora antes de la apertura de puertas se consiguió pasar pero no conseguir una buena visibilidad. En concreto, a un servidor le tocó escalera y ni tan mal. A Au con tanto lío de puerta llegue justisimo.
El concierto de estos madrileños gustó más de lo que cabría esperar a la gente, por mucho Lightning Bolt que hubieran venido a ver. Con una actitud más propia de un grupo de Punk sucio que de una banda de avant garde, arrasaron el escenario de Siroco con berridos, golpes entre ellos y a sus instrumentos y una energía rebosante que ayudó bastante a poner a la gente de su lado. En el terreno musical se les pueden poner peros a montones, como un sonido demasiado lineal o una búsqueda excesiva del ruido por el ruido, pero a decir verdad mantuvieron en vilo al respetable durante todo el concierto que es lo que cuenta al fin y al cabo.
El escenario se desmontó al completo y dado que un lateral de la sala se situaban algunos amplis y altavoces no había que ser un lumbreras para darse cuenta que el dúo iba a tocar a ras de suelo y entre la gente. Como a ellos les gusta.
El batería con su máscara puesta aporreo todo lo aporreable en su batería mientras a la vez «cantaba» con un micrófono que iba desde dentro del citado antifaz hasta un distorsionador de voz. Del otro lado el bajista permanecia completamente al contrario: quieto, callado y sin mayor aspavientos que un corte de mangas para todos los que pedían un bis.
Y es que la gente estaba bastante entregada a ellos, sólo había que ver los alrededores de la sala, pero en realidad la gente estuvo bastante más contenida de lo que se puede esperar de un concierto como éste. Solamente la cosa se désmadro con un par de surfeos y con el espectacular baile final de «Dracula Mountain».
Ellos demostraron lo que se esperaba de ellos sin sorpresas, pero no por eso la cosa fue de peor nota: impecable ejecución, sonido muy alto y bailar podría haberlo bailado hasta el apuntador.