Nunca sabe uno lo que se va a encontrar cuando va a un concierto de grupos tan poco al uso como Liars, y sus teloneros Deerhunter no les andaban a la zaga. En la madrileña sala Moby Dick teníamos una actuación que había creado ciertas expectativas por lo arriesgado de la propuesta, pero que nos termino dejando perplejos ante tanto derroche de euforia del publico.
Deerhunter fueron los encargados de abrir ante una sala escasamente llena, que poco a poco fue completándose. La banda, con su esquelético cantante al frente, dio rienda suelta a una especie de mezcla sonora entre lo ruidista y lo progresivo, con algún que otro tinte de baterías bailables. El concierto comenzó un tanto difuso, en gran parte debido al excesivo volumen de los instrumentos. Según fue avanzando el concierto pudimos ver la verdadera valía de la banda, que sonó realmente contundente y precisa, con la especial virtud en la sección rítmica pero por contra una voz que poco aportaba y unas guitarras demasiado lineales. Aún así, terminaron dejándonos mejor sabor de boca que el que intuíamos en un principio, y hasta su borracho cantante nos arrancó unas risas.
Para cuando los teloneros habían terminado, la gente ya estaba agolpada delante del escenario de la madrileña Moby Dick. Bastaba con un vistazo atrás para divisar todo repleto de cabezas, y es que parece que al final la propuesta de Liars había atraído lo suficiente (o que quizás vemos un poco mal). Por tanto, sin demasiado retraso y con una sorprendente expectación, salieron a escena Aaron y Julian, la parte percutiva de la banda. De entre la gente de repente apareció un chalado con traje y corbata, era Angus Andrew, que desde el primer momento nos demostró que íbamos a tener en este concierto a tres chalados sin dejarnos respirar ni un segundo.
El comienzo con «Drum And The Uncomfortable Can» fue realmente brutal basado sobre todo en el buen hacer del dúo de Aaron y Julian (uno de ellos, con minifalda) a la percusión poniendo a todo el mundo a bailar, con una brillante e indomable actuación de un desatado Angus. Atrás se quedaban todos los alardes más tranquilos y complejos del disco de estos marcianos. Allí ni había pose cool por su parte ni rollo introspectivo, lo de aquella noche en Moby Dick fue pura locura rítmica. Grandes ejemplos de aquello fueron «Let’s Not Wrestle Mt. Heart Attack» o «A Visit From Drum», que sonaron con una potencia y claridad en el sonido que da auténtica vergüenza ponérselo en casa.
Pero no todo fue esa base rítmica, ya que temas mas experimentales y oscuros tuvieron su hueco en la actuación de los neoyorquinos afincados en Berlin. Tanto «To Hold You, Drum» o «We Fenced Other Houses With The Bones Of Our Own» consiguieron captar ese misterio que guardan al orlo en disco, y ganaron cierto aire terrorífico gracias a los delirantes chillidos de Angus. Otra muy celebrada y bailada fue «Broken Witch», ya hacía el final del concierto, aunque los momentos más locos y encendidos con todo el público saltando al son de la percusión fue con los dos mejores momentos del concierto. Por un lado la progresiva y ruidista «Hold And It Will Happen Anyway» encendió los ánimos y ya en los bises con «There’s Always Room On The Broom» que sonó algo acelerada por las prisas de la escasez de tiempo pendiente, motivo por el cual nos quedamos sin la versión que suelen hacer del «Territorial Pissing» (rebautizado como «Territorial Peaking») de Nirvana que pudo ser la guinda a una actuación bastante difícil de olvidar en estos tiempos de bandas insulsas en directo. Para no perdérselos la próxima…