Cuadruple cartel, anunciado como doble cartel, por cuestiones de la sala, de no desvelar que se permitía la inclusión de cuatro bandas, pero, al menos la poca gente que fuimos y todos los que leáis esta crónica os enterasteis u os estáis enterando de que ello es posible, por lo que al final ese tema queda en el absurdo.
Cuando entre en la sala, Darsombra ya había comenzado su actuación, inusualmente en punto, de apenas un cuarto de hora de duración. Llamativa la propuesta de un único músico, el poli-instrumentista Brian Daniloski, grabando in situ, en distintas capas, el sonido de sus temas de drone – ambient.
A continuación fue el turno de los mostoleños de Milwakee (o así rezaba la cartelería, en broma), Louded. Como siempre, altamente efectivos, con Buba, su cantante, deselvonviendose a la perfección en el escueto escenario de Wurlitzer, con un sonido que llega especialmente bien por los riffs graves y tan instantáneos que practican. Utilizaron muy bien su tiempo, para tocar al completo su EP de presentación, «Mugre», del que destaco especialmente el tema que los cierra, «Insmouth». Son una banda a la que merece mucho ver encima de un escenario, por el buen rollo que desprenden y por la inmediatez de sus temas.
De Grayceon no tenia referencias, a parte de que su chelista y cantante, Jackie Pérez, es miembro de una de las mejores bandas de metal progresivo del momento, Giant Squid. Por lo visto y escuchado, Grayceon también son una banda a tener muy en cuenta, marcada por la personalidad y voz de Jackie, y en el que la destreza en la utilización del chelo por la misma, marca la diferencia con otras bandas del género. Habrá que profundizar en su música.
Jucifer se presentaban como los claros cabezas de cartel y por lo reducido de la asistencia, merecen un infinito mayor reconocimiento en este país. Antes las escasas cuarenta personas que acudimos el domingo, dieron uno de los mejores conciertos a los que he asistido en lo que va de año. Ya desde el principio, con Amber Valentine, arqueada, atronando con su guitarra, se intuía que aquello iba a ser espectacular. Más aún cuando Edgar Livengood, irrumpió en el escenario, para dejarnos a todos flipando con su manera tan bestial de aporrear a su batería, que le daba tiempo, para entre los golpes de plato levantarse, con caras de esquizoide, para enfervorizar al respetable. A puño limpio, cogiendo las baquetas de tres en tres, pasándose entre golpeo y golpeo la baqueta por el cuello a modo de cuchillo … la verdad, el tío, aparte de meter unas leches como panes, complementó su magnifico hacer a la batería, con una actuación digna de oscar. El repertorio estuvo centrado en su último disto, «Throned in Blood», y el tono general de sludge, se intercalaba, sin solución de continuidad, con momentos acelerados de grindcore, con una Amber desgañitándose a la voz, con sus marcadas poses al tocar la guitarra. Y todo ello con una consistencia y a un volumen atronador que hizo desmelenarse a las primeras filas de acólitos.
Los seis euros mejor empleados en un concierto de mi vida, y el que decidió quedarse en casa, se perdió a cuatro bandas en plena forma, en especial, a los cabezas de la noche. Lo de Jucifer fue para verlo y escucharlo, pero sobre todo, para sentirlo.