Llenazo a las puertas del Kafe Antzokia en pleno puente y sold out en la cara de algunos. Esto era la antesala de la fecha bilbaína de la leyenda del punk Jello Biafra. Tras proyectos varios, colaboraciones, spoken word, gestión de Alternative Tentacles, etc. por fin esta leyenda del hardcore volvía al sonido de los Dead Kennedys con una nueva banda, Guantanamo School of Medicine formada por gente bien situada dentro del underground americano, aún contando la baja en directo de Billy Gould, de lleno en la reunión de Faith No More.
Estricalla se revelaron como una opción perfecta para calentar motores. La nueva banda de Fernando Sapo con gente de Kloakao hizo las delicias del público con su crossover de hardcore old-school metalizado y recurriendo a versiones de grupos tan dispares como los propios Kloakao, El Corazon el Sapo, Snfu o Bad Brains («Sail On») para las que contaron con colaboradores al micro. Políticamente quedó claro que pese a ser cántabros y aragoneses mantienen la filiación abertzale. Muy crudos y pasados de revoluciones, protagonizaron una de las actuaciones como telonero más arrolladora que haya visto ultimamente, aunque si me dieran a elegir preferiría que Kuraia tuviera continuidad.
Movieron a la gente aunque los pogos se reservaban para Jello, que por cierto salió un par de veces como el que no quiere la cosa a hacer coros improvisados con sus teloneros, un simpático gesto que le honra. «Euskal Herria, Über Alles» cantó antes Fernando en clara alusión al gran éxito de los Kennedys. La verdad que crestas no hubo demasiadas (los años pesan) pero si punks de vieja y nueva escuela, algunos tan desfasados como siempre, contentos de poder ver a una figura tan importante de la música. Contentos también se les veía a los miembros de su banda por acompañar al que facilmente sea el músico punk más político y teatrero.
Y es que el maestro de ceremonias se mostró en envidiable forma como si un discipulo de Iggy Pop se tratara. Salió disfrazado de cirujano manchado de sangre y pronto reveló un aspecto fondón eso sí, pero con mucho movimiento, gestos cómicos, muecas, crowd-surfing… y buenas canciones. Las de su único disco con esta banda practicamente al completo, si, pero también clásicos como «California Über Alles», «Holyday in Cambodia» o «Let’s Lynch the Landlord» que aunque logicamente desataron la locura del público no desentonaron con nuevos hits de hardcore cínico como «Electronic Plantation» o «The Terror of Tinytown».
A nivel anecdótico, nos habló de las cárceles en Estados Unidos de las que las grandes corporaciones sacan beneficio (el sistema carcelario es una de las fijaciones del disco), nos regaló grandes frases intercaladas en sus canciones como «La tortura, nunca es bueno» repetido a modo de eslogan e invocó el nombre de Obama y hasta de Zapatero para pedir explicaciones por lo jodido que está el mundo. Y un detalle muy grande, es que cerró no con un clásico, lo cual hubiera sido muy fácil, sino con «I Won’t Give Up» en el que su guitarista se hizo sus pinitos vocales, un cierre muy gamberro y divertido.