La noche del 13 de febrero en la sala Joy Eslava de Madrid fue mágica, o quizás cuanto menos fue especial. Desde que se colgó el cartel de «no hay billetes» algo grande hacía presagiar que el concierto de Glen Hansard, la mitad pelirroja de The Swell Season, iba a ser una de esas actuaciones más centradas en captar la magia del directo más que en canciones. Más sensaciones de corazón, que cuestiones relacionadas con la cabeza, como el mismo proclamaba a los cuatro vientos en una de las desenfadadas charlas que nos regaló.
Ahora que los directos son tan necesarios para la supervivencia de un artista hay ya un cierto tipo de músico que permanece afortunadamente condenado a crecer y a ganar adeptos con cada visita. Entre ese grupo de artistas que dedica tiempo a su actuación (en el concierto que nos ocupa tuvimos algo más de dos horas y media de duración) están grandes como Eddie Vedder y sus Pearl Jam, Bruce Springsteen o Ben Harper, por decir tres casos que son estilísticamente afines o realmente colegas del cantante que nos ocupa. El irlandés se aleja mucho en cuanto a cancionero de los ejemplos puestos, y quizás de su largo concierto fue la única gran pega que ponerle, porque en todo lo demás salió airoso como parte de ese grupo de artistas: se muestra honesto, comunicativo y cercano con su público, pendiente de que la noche sea especial cada concierto, se comporta de manera agradable con sus compañeros, cede el protagonismo cuando es necesario y sobre todo disfruta al máximo con su trabajo. Quizás con eso último sea suficiente.
Su reciente nuevo disco «Rhythm and Repose» copó los primeros compases del concierto, abriendo con «The Storm, It’s Coming» para pasar inmediatamente a «You Will Become» entre otras, pasado por la trituradora de una banda de acompañamiento de once piezas con sección de vientos, cuerda, teclados, guitarra, batería y bajo. Glen demostró inteligencia a la hora de construir el setlist, jugando no sólo con el origen de las canciones, sino también con el número y tipo de componentes involucrados. Cuando había repasado lo suficiente su disco se pasó a The Frames y a The Swell Season con unas sensacionales «When Your Mind’s Made Up» y «Low Rising». En mitad de ello para no aburrir decidió que quería desnudar mucho más las canciones. En el bolsillo, mientras tanto, su público.
El resto de actores que hicieron de aquello algo mágico fueron secundarios de lujo, empezando por un público que a pesar del sold-out se mostró respetuoso en todo momento con las canciones más relajadas y emotivo cuando las canciones se subían de decibelios. La banda también, con una precisión increíble en cada uno de los momentos y pasajes del show, con especial mención al carismático Graham Hopkins a la batería.
Y para cerrar el recuento hay que hablar de los invitados, no por ello los menos importantes, sino más bien los que marcaron la diferencia. Javier Mas seguramente no nos sonaba a nadie, pero que sorpresa leer que esa maravilla de guitarrista maño con dedos de superhéroe no sólo es el guitarrista oficial de la banda de regreso de Leonard Cohen, sino una especie de debilidad personal que el propio canadiense personalmente quería tener en su banda. Un lujazo, que si bien iba a quedarse con Hansard tres canciones le mantuvo unas cuantas más (y en el bis final) para embellecimiento general de las canciones. La otra invitada era la propia telonera Lisa Hannigan, con su delicada voz que nos recordaba tanto a nuestra Russian Red como a la evidente comparación con Markéta Irglová de The Swell Season. Lisa había dado antes un bonito concierto en solitario, aunque fue verdaderamente en su última canción del set donde triunfó considerablemente gracias a la ayuda de algunos miembros de la banda de Hansard. Algo lento y aburrido para un teloneo de un posterior concierto extenso, pero se notaba que la chica tiene tablas de tanto trabajo con Damien Rice. El momento posterior ya en los bises de Hansard del que hablábamos antes de reseñar su actuación propia fue quizás el punto álgido de la mayoría del público, cuando ella y su ukulele comenzaron los bises primero con un precioso y desnudo «Blue Moon» (clásico popularizado por Frank Sinatra) que se unió a la esperada «Falling Slowly» que Hansard y Irglova popularizaron en la película «Once» (inclusive ganando el Oscar a la mejor canción original). Otro lujazo especial que sumar al marcador.
Dicho todo esto creo que no se puede pedir nada más a un artista como Glen, habrá algunos que disfruten más de su cancionero y otros que no. A algunos se nos hizo algo largo precisamente por eso, pero nos cuesta no quitarnos el sombrero ante cualquiera de estos artistas. Una pena que a tenor del éxito para su próxima visita haya que pasar a una sala de mucho más aforo, porque la Joy Eslava se comportó tan bien como siempre se espera de ella.