Con las sirenas de la política «An Industry of Murder» como apertura también para su actuación en directo, los suecos Graveyard tenían ante sí la oportunidad este jueves de confirmar lo mostrado en su última actuación en el Azkena Rock Festival, y lo cierto es que con matices que ahora analizaremos se puede decir que sí, Graveyard son el misil que los que les pudieron ver en el festival vitoriano nos vaticinaban.
Y eso que el cambio de sala no le hizo ningún favor a una banda que podría habernos volado la cabeza en una sala más afín a las distancias cortas como es Sol, frente a la fría y mal dotada en acústica, sala Arena. La sensación general, dado el estupendo repertorio interpretado, y vista la magnífica actitud del cuarteto sobre las tablas, fue de lo que podía haber sido histórico se quedará solo en notable por cuestiones alejadas al talento de la banda.
No son estos cuatro músicos un dechado de expresividad, y la frialdad de las tierras de donde provienen queda palpable en una puesta en escena que sin duda habla a base de actitud y grandes canciones más que con un show demasiado visceral, y es que salvando a su batería, que si tuvo algún momento de intensidad compartida con el público, Graveyard nos trataron de convencer de su valía a través de una música llena de energía. Esa música que tanto bebe de los 70´, y que tan presente tiene a todos los grandes de aquella época, pero a la que los suecos le impregnan una personalidad que les lleva a ser algo más interesante que una simple calcomanía de los mitos que les influyen.
Repasando los tres álbumes con los que hasta el momento cuentan, no se olvidaron ni siquiera de su primer y homónimo debut del que tocaron «As the Years Pass by, the Hours Bend» y «Thin Line», además de «Evil Ways», con la cual cerrarían los bises en un bonito guiño a los fans más antiguos. Obviamente el Lp que se llevó la palma dentro del repertorio fue su estupendo último trabajo «Lights Out», y ya fuese cuando pisando el acelerador («Seven, Seven», «Goliath») o cuando bajaban el pistón («Slow Motion Coutdown», «Hard Times Lovin»), Graveyard demostraban ir sobrados con un set que no podía defraudar a nadie.
Con una canción por disco en los bises («The Siren», «Endless Night», «Evil Ways»), daba por concluida una actuación de esas a piñón en las que apenas hay un minuto de tregua, y en donde no sabes si ganan en fuerza lo momentos de alocado y alucinógeno rock&roll, o los de intensos medios tiempos llenos de emoción concentrada. Con la única salvedad de un sonido mejorable, que todo hay que decir, se solucionó algo a medida que transcurrieron los primeros temas, finalizaba una actuación de hora y media que se acercó y mucho a las expectativas creadas, pero que se quedó a las puertas de ser total e inexcusablemente memorable.