Concierto curioso el que nos esperaba el otro día en la sala But de Madrid con el nombre de Ty Segall en lo alto. Como si de una especie de intocable y psicodélico ídolo indie se tratara, se presentaban sus Fuzz ante un inusual exitazo de público para la estación y ciudad en la que nos encontramos. Y digo esto sobre Ty Segall (que en esta formación se presenta detrás de las baquetas) como ídolo independiente que todo lo que toca lo convierte en oro (en oro independiente, claro) porque el grueso del público allí presente se podría resumir en dos grandes bloques: los que fueron a ver a Fuzz atraídos por esa propuesta de stoner en clave garage y los que fueron a ver a Ty Segall sin que lo suyo sea precisamente Black Sabbath y que habrían ido igual a verle tocar el laúd con una banda de Senegal. Que no se me entienda mal, no es una crítica negativa, al revés, si Ty consigue esto es porque algo tiene que tener de especial.
Fuzz es, con permiso de su paso por Sic Alps, la propuesta más arriesgada de cuantas Segall ha dado a luz. No tanto porque el estilo o las canciones en sí mismas sean lo más experimental del mundo, pero si porque sale más del habitual estilo más garajero que practica el californiano. Y, aunque sea a nivel independiente, todo artefacto sonoro en el que aparece el nombre del norteamericano parece que lleva consigo la presencia de unos cuantos adeptos dispuestos a rendirle pleitesía mientras se agolpan en primera fila. Y ahí se demuestra que no sólo la calidad del concierto primó por encima de todo, sino que para colmo la juventud se lo pasó en grande pogueando y lanzándose desde el escenario (produciéndose escenas algo absurdas entre tanta densidad de guitarras y de tempos).
Siguiendo el ejemplo de J. Mascis de Dinosaur Jr con sus Witch a Ty le toca sentarse delante del bombo y los tambores en Fuzz, siguiendo el símil con el hecho de que precisamente ambas bandas paralelas son dos ejercicios de densidad stoner con perfil evidentemente psicodélico. La gran virtud de Fuzz es sin duda esa dualidad entre el stoner más repleto de jams y un trasfondo mucho más punk y hardcore. Si a todo esto le unimos el perfecto magnetismo que derrocha su líder (que por cierto sorprendió por su buen hacer con el instrumento) y ese buen juego de voces, creo que es obvio que ganan muchísimo en directo si lo comparamos con ese disco de debut de hace ya un par de años.
Pero no todo es Ty Segall en Fuzz, que nadie se me cabree, ya que los otros dos integrantes que escudaban la batería del californiano dieron muy buena cuenta de sus virtudes con guitarra y bajo. Me gustaría destacar sobre todo al melenudo Charlie Moothart recreando los atronadores riffs deudores del Iommi más acelerado. Todos son viejos amigos de previas bandas y de grabar en estudio con gente como Mikal Cronin o los discos en solitario de Ty Segall, así que se nota que los tres conjuntan a la perfección en lo que quieren hacer.
Entre el repertorio se incluyeron multitud de temas que irán en su segundo trabajo (creo recordar que los dos adelantos sonaron allí), lo que pudo ser un problema de cara a las expectativas y deseos de escuchar los temas de su debut respecta, pero afortunadamente se tomaron con calma la duración del concierto y hubo hueco para todo. Especialmente celebradas «This Time I Got a Reason», el beat impecable de «Fuzz’s Fourth Dream» o una sensacional «Sleigh Ride» en una vena más hardcore. En definitiva, una auténtica fiesta de un artista que parece se ha ganado por méritos propios una cantidad importante de seguidores.
Antes de que la sala se llenase, los dos chicos que forman Siberian Wolves abrieron el show con mucha valentía. Siguen la estela anteriormente mencionada entre el rock setentero de tinte stoner y una especie de aura de densidad experimental que les sentó la mar de bien. El concierto comenzó algo aburrido para una labor de teloneo como esta, pero en seguida consiguieron ganar en intensidad. O simplemente que costó ir entrando en el concierto, pero no cabe duda de que hay un buen trabajo detrás.