/Crónicas///

Frank Black – Bilbao (12/07/2007)

Frank Black, Jason Carter, Charles Normal, Ding Archer
8.8
Kafe Antzokia, Lleno
Precio: 27 €

Cuando uno se acerca a ver a un personaje como Frank Black no sabe lo que puede encontrarse. Muchos sueñan con ver un concierto de Pixies. Otros más realistas y que valoran su intachable carrera en solitario buscan el intimismo de su última etapa. O más bien hay que decir su etapa previa, porque Frank Black ha vuelto con las pilas cargadas tras la reunión a medias tintas de Pixies y listo para desatar su faceta más punk sobre el escenario, una forma de insuflar vida y homogeneizar todo su cancionero para un solo show, basado en sus inicios post-Pixies y su último disco «Bluefinger».

Tras el retraso ya habitual, no por el artista sino por las colas para entrar a la sala, la figura del indie-rock salía al escenario de un repleto Kafe Antzokia entre ovaciones de todo tipo. El clima era bueno y se notaba que no estábamos ante una rockstar al uso, porque si bien había respeto, no glorificación y si mucho cachondeo ante la teatrera y chulesca actitud de Black. Esta faceta la demostró más que nunca en los primeros temas en que salió él sólo con una guitarra española a interpretar temas.

Algunos sabíamos que los temas de Pixies brillaban por su ausencia en el repertorio, por eso el comienzo no pudo ser más eufórico cuando la guitarra lenta pero segura de Black apunta a una versión de «Cactus». Podría dejar que el público le cantase los estribillos, le hiciera los coros, etc. pero el muy zorro no para de cambiar los tempos vocales para despistar a la audiencia. Seguro que sus ojos se reían como los del niño que en el fondo sigue siendo detrás de sus gafas de sol.

Tras otro tema en clave country los Pixies regresaron sorprendentemente con una «Vamos» que corta a medio de la primera estrofa. «Oh, fuck this song» dice y comienza una gran pitada… que se va calmando según se advierte que la canción reemplazo es «Velouria», desnuda y emocionante como nunca. Y divertida, en la parte final dice el bueno de Black «hey, it’s Kim Deal» y pasa a imitar sus coros. Una prueba de la «especial» relación de los dos Pixies con más peso, específico y del otro.

Por último, tras otro tema de blues polvoriento ejecutado de manera escalofriante remataría la faena con «Where Is My Mind?», lo que dejó a los fans de los Pixies más que contentos. Aún no he visto un setlist de esta gira en el que haya tocado tres temas y si en cambio he visto bastantes en que no ha tocado ni uno. Para finalizar el set acústico, otra sorpresa, uno de sus hits en solitario, «Headache», sorpresa porque era normal reservarlo para la banda y que en este formato sonaba casi al mejor Bob Dylan.

Entonces la banda salió y Black en su momento más teatral de la noche (que incluso desató alguna sospecha de embriaguez) comenzó a imitar a Frank Sinatra para después cantar o recitar a capella «Six Sixtysix» como un predicador del oeste y entre estrofa y estrofa presentando a los miembros de su banda. Así comenzó un concierto de rock salvaje que uno no espera de un cuarentón con esa figura. Black, liberado de la guitarra se encara al micrófono, lo da todo y se le ve a gusto como total frontman ya sea en temas nuevos como la fetichista «Tight Black Rubber» (enrollando el micro en su brazo) o la grave «Los Angeles» que suena eminentemente metálica en directo. La banda cumple su papel, sin acaparar mucha atención ni salirse del guión.

Así, sin setlist comenzaron a caer temas sin descanso, según el artista los repetía 3, 4, 5 veces en plan megafonía para que público y sobre todo imagino que banda le siguieran el rollo. No duda en sacrificar potencial melódico en pos de la velocidad y «Velvety» suenan al mismo nivel de potencia de himnos indies con todo el regusto del punk como la brutal «Thalassocracy», en las que demuestra una garganta prodigiosa, que si bien no responde a cánones habituales, pasa de la nasalidad a berridos animales en cuestión de segundos. La verdad que esta forma de interpretar las canciones anima de forma inesperada un concierto que parecía plantearse como algo más íntimo y sólo para fans.

Momento especialmente álgido fue la sucesión del celebrado clásico «Freedom Rock» y su último single «Threshold Apprehension», ambas con toque surfero y dignas del legado de la banda y en las que sólo se echan de menos unos coros femeninos. El toque cercano al hip-hop gamberro de esta última sorprendió a muchos, casi incluso más que la versión puramente hardcore que se marcó del «Rockafella Skank» de Fatboy Slim donde la melodía palidecía ante la obsesiva repetición del estribillo por parte de Frank, que además aprovechó para tener un poco de sexo figurado con la batería, a la que se encaramó mientras el músico aporreaba como si nada y terminó por desmoronarse. Eso es estar en plena forma.

Y las versiones no quedaban ahí, poco más tarde caería «Black Rider» de Tom Waits, de nuevo, en versión punk-rock. También hubo momentos más sostenidos y épicos de blues-rock de alto octanaje, además de demostrar que su nuevo disco debe ser muy tenido en cuenta y que composiciones de nota como «You Can’t Break Your Heart And Have It», «Lolita» o sobre todo «Your Mouth Into Mine» lo valen, también sobre las tablas. De hecho los dos únicos discos básicos para disfrutar del concierto fueron el citado «Bluefinger» y el recopilatorio «93-03», ambos de recentísima aparición.

Con «Robert Onion» el concierto tocaba a su fin y el cantante se tomó su tiempo para ponerse bien la camisa, abrocharse un par de botones, volverse a poner las gafas de sol y poner su mejor pose ante un público entregado al que hizo señal de guardar en el corazón. Aunque dada la duración y el repertorio eran improbables unos bises las ganas de más de un público que se negaba a irse fueron frustradas por la caída del telón no se sabe si por parte de la organización o del propio local. Pero me da la sensación de que Frank Black será bienvenido a Bilbao si se anima en próximas ocasiones, con guitarra o sin ella.

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12 de julio de 2007