/Crónicas///

Fiera – Sevilla (18/08/2011)

Pablo Peña, Dani Alonso, Darío del Moral, Javier Rivera
8.4
CAAC, 0.6
Precio: 5 €

La de Fiera se sentía como una actuación especial dentro del programa de Nocturama 2011. Primero por ser el único grupo sevillano del cartel, y por tanto, con las dosis de familiaridad y cercanía propias del evento aún mayores; y segundo, debido al carácter altamente experimental del proyecto de Pablo Peña y sus compañeros, que contrasta fuertemente con el pop, el folk y el rock predominante en el cartel.

Esto último quedó patente nada más llegar, ya que era imposible no percatarse de toda la cacharrería expuesta sobre el escenario: chapas, tubos, sartenes, aspiradoras…. Primitivismo industrial, vamos, que nos retrotrajo a aquella época dorada del género de entre finales de los setenta y principios de los ochenta; aquella en la que Blixa Bargeld y sus compañeros de Einstürzende Neubauten iban componiendo sus primeras creaciones musicales a base de percutir sobre los trozos de metal que iban encontrando en fábricas abandonadas.

Tras admirar un rato la ‘escenografía’, por fin apareció el músico para interpretar con aparatito y guitarra a la vez la instrumental “Euro”. Distorsión y ruido que al rato se vio complementada cuando los otros tres miembros subieron para tocar ya como banda “Butoh”. Con el bajista y cantante fijo en el frente, el resto de miembros se ocupó de sacarle sonido a todos esos improbables instrumentos, exceptuando las veces que Dani se hizo con la guitarra.

Déjese llevar, su aún único disco, sonó íntegro y ocupó todo el repertorio hasta el bis. Dejando poco lugar a los aplausos y al respiro, ya que lo habitual fue ir concatenando temas sin dejar que parase la percusión (dura y tribal), consiguieron exudar a la perfección su particular sentido de la alienación. Difícil estado de ánimo que brilló como óxido esmerilado en temas como “Objeto punzante”, “Pisapapeles” o “Drogas”. La escasa melodía hubo que buscarla en “Agerul” (lo más parecido a un medio tiempo que tienen) y en la apocalíptica “Bombas”, de la que descubrimos gracias al directo que su enferma atmósfera proviene de la rotación de piezas de plástico frente al micrófono.

Tras el bis, toda una instalación sonora. Después de descolocar al personal con un montaje sobre gente pudiente despilfarrando en tiempos de crisis, Pablo, de nuevo solo en el escenario, proyectó un segundo montaje de imágenes totalmente diferentes sobre los altercados de Londres acompañado de chirriantes sonidos industriales y electrónicos en directo. En conjunto, no fue una experiencia agradable, pero sí emocionante y necesaria.

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18 de agosto de 2011