Una noche complicada la del viernes con mucha oferta musical en salas comunes de la capital, fiestas patronales de pueblos colindantes, etc. Pudo la curiosidad por ver como se lo montaban los Edredón, formación madrileña de rock con secuenciadores, psicodelia de carga sintética, electrónica con guitarras o como quiera definirse. Precisamente por este andar a caballo entre géneros, había interés por si su directo estaba a la altura de uno de los discos nacionales de la pasada temporada.
Dr. Skyloop fueron los encargados de abrir fuego en el Museo de Reproduccciones, sobre las 21:00. Hay que recalcar la hora para entender que la propuesta de este dúo tras una mesa manejando sus máquinas no cuajase. Tal vez deberían haber tirado por una sesión más escapista o de detalle para atraer la atención, porque estaba claro que lograr poner a la gente a bailar a esa hora, con la luz que se filtraba por las cristaleras del edificio y demás, no era viable. Su electrónica, muy basada en la rítmica y la práctica ausencia melódica, no ayudaron, desde luego.
Edredón comenzó su concierto con los cálidos acordes de «W3» que les sirvió para ir acoplando el sonido al complicado lugar y tras alguna saturación de más, lograron estabilizarse. Estabilizarse en una tónica ruidística de hecho, pero más sostenible. Y es que si Edredón perdió matices y sutileza de estudio, ganó en suciedad, distorsión y como no, pegada rockera. Pronto arrancarían con la espiral kraut de «La Bola de los Anillos» demostrando, aquí si, igual que en disco, que ganan en las distancias largas y cuanto más se acercan a las estructuras electrónicas prolongadas.
Eso sí, aunque de sonido estuvo aceptablemente bien la cosa, deberían plantear su directo de forma que la batería tenga un papel más activo, ya que la mitad del concierto estaba el instrumento desierto mientras sonaban ritmos secuenciados. Se entiende que para sus momentos de base más techno pueda ser ridículo tener a un humano sacrificado, pero siempre se pueden combinar ambas cosas para hacer del show algo más orgánico y con mayor peso visual. Una iluminación más psicodélica también hubiera ayudado aunque entendemos que eso sea en su mayor parte cosa del recinto.
«Querido Pedagogo» con sus maneras Kraftwerk y sus voces filtradas funcionó bien, pero mucho mejor lo hicieron las melodías ambientales a ritmo dance de «Sopena», tal vez su mejor tema y por lo que se pudo ver, el mejor recibido en directo. La dosis extra de distorsión y ruido como digo elevaron la música a otro estadio, uno en el que era difícil saber qué género etiquetar al concierto.
Y la cosa finalizó como no, con «Canguro», su momento más cafre, guitarrero y heredero de la colisión de electrónica y rock de los 90. Con el suelo del Museo vibrando y el público bailando o cabeceando, no dudamos que a altas horas en un lugar más ambientado para ello, hubieran creado una fiesta de poner todo patas arriba. Los berridos de su guitarrista en el clímax, se fueron desvaneciendo para finalizar así un concierto que les ratifica más allá de la ya ganada condición de nuevo grupo indie a seguir.