Hay conciertos de los que no se puede decir mucho o no merece la pena intentar describir con palabras. Sin duda el de Earth que pudimos ver en Bilbao es uno de ellos. Abrieron los teloneros Steb Mo que pese a contar con dos miembros de Earth (teclista y bajo, aquí ejerciendo de batería) realizan una musica que tan sólo se parece en lo instrumental. Con mucho de jazz, retazos de rock progresivo simplificado de la guitarra al teclado y algún que otro bizarrismo videojueguil, se mostraron como una propuesta certera y animada, sobre todo en carnes del teclista (claro, él es Steb Mo) que se lo pasaba de lo lindo y agradecía con todos los aspavientos del mundo el calor del público, como quién toca algo sin importancia y se ve recompensado en exceso. Está claro que se trata de un proyecto para pasárselo bien y lo consigue. Supongo que debe ser muy duro entregarse por completo a la pesadez de Earth.
Tras prepararse el equipo, más que nada la batería y ponernos hasta la saciedad el «Rated R» así como la propia música de Earth de fondo, saldría el cuarteto a escena, esta vez también con Dylan Carson, alma del proyecto y su esposa. Si bien el suyo es un grupo de culto, Carson nunca ha sido una personalidad mediática, ni siquiera en el underground y por ello no teníamos ni constancia de la pinta que gastaba el que la leyenda conoce por ser camello de Kurt Cobain y comprarle la escopeta con la que se suicidó. Por el otro lado de la leyenda está la invención del drone, un género genial para unos, tomadura de pelo para otros. Bien, pues de primeras sorprendió ver una banda muy normal, sin estética uniformada. El propio Carson, iba con camisa azul, pinta de ex-presidiario de ascendencia irlandesa que rizando el rizo parecía salido de una peli de Tarantino. Estética alejada tanto del grunge como del drone, generos con los que por su origen o por su obra se le pueden identificar.
El caso es que tal y como Carson afirma, Earth ahora son una banda nueva, o más bien son por primera vez una banda y los toques doom quedaron muy atrás para sumergirse en sonidos de raíz como el blues, como el sonido ‘americana’, todo ello llevado a la extrema ralentización, pero prescindiendo de distorsiones y agresión sonora. Patrones sonoros repetitivos aún con todo y recreados con su telecaster, ambientados con el wurlitzer de Steve Moore y el bajo de Don McGreevy. A la batería, pintoresca era la actuación de la esposa de Carson, Adrienne Davies, que como poseída y en trance, golpeaba los tambores con las dos manos al unísono, levantando totalmente los brazos y haciendo grandes aspavientos. Una interpretación muy lejana al virtuosismo, sobre todo por la baja velocidad requerida, pero muy visual.
No menos en trance parecía estar Carson, siempre con el ceño fruncido mientras elevaba su instrumento con poses lejanas a la escena post-metal, más bien shoegazer en ese sentido. Y es que el guitarrista tiene una de esas caras de pocos amigos y por supuesto sus canciones requieren gran solemnidad, pero demostró un carácter muy simpático e incluso risueño con el público entre tema y tema. El repertorio como es obvio giró mucho en torno a The Bees Made Honey in the Lion’s Skull con alguna concesión a sus previos álbumes y un par de canciones nuevas, que siguen esa senda ambiental del desierto americano que ha tomado la banda. Una vez haciendo empezado a recoger el equipo, la banda regresó a tocar bises. En definitiva, mágico concierto para los pacientes amantes de estos sonidos y supongo que aburrido para la gentuza que va a un concierto de este tipo para contarse la vida tomando unas cervezas.