Volvíamos al CICUS para ver, de nuevo dentro del siempre interesante ciclo 2+1, a otra de las promesas de la escena indie nacional: Disco Las Palmeras!. Ante un público que, minutos antes del comienzo, se preveía bastante numeroso (‘culpemos’ de ello a las buenas vibraciones que produjeron en el último Monkey Week) tenían aún así la difícil tarea de no quedarse muy atrás con respecto al reciente concierto de La Débil en ese mismo espacio, que ha devenido en uno de los mejores vistos en Sevilla en los últimos meses.
Esta vez con el tercio de la cabecera del auditorio acertadamente despejado de sillas, el público se arremolinó en el espacio al pie del escenario, consiguiendo lo que se consideraría un lleno en cualquier sala pequeño-mediana de la ciudad. Primer triunfo para una banda gallega que debutó hace apenas un año con el notable ‘Nihil Obstat’. Tenían el público, tenían las canciones; faltaban la actitud de directo y el siempre temible sonido.
Como buen grupo heredero del noise y el post-punk, el trío subió sin decir palabra y sin miramientos arrancaron con el inicio a lo Joy Division de «Los nuevos nihilistas». Comprobamos entonces que el sonido resultante era atronador, pero la buena acústica del espacio (perfectamente acondicionado) nos permitió distinguir claramente voz, guitarra, batería y bajo con nitidez: una alegría siempre bien recibida para los que acudimos con frecuencia a conciertos. Lástima que se viera puntualmente lastrada por las constantes paradas para afinar y cambio de guitarra en los tiempos entre canciones, que hicieron que el ritmo se resintiera un poco.
Sin mucha filigrana, más allá de las pertinentes ‘gracias’ o algún comentario de Diego, el trío basó su hora escasa de actuación en el monolitismo de su sonido y, evidentemente, en la solidez de sus temas. Y es que no es frecuente que una banda nueva tenga canciones tan redondas como “Desde hoy perfecto” o “Del miedo a mis viajes”, siendo más bien lo común que cubran sus carencias compositivas con maniobras instrumentales virtuosas o sonidos artificialmente exóticos o raros. Así que se les perdona, por otra parte algo compresible por la losa que suponen, que en “Estados emocionales (y Vaticanos)” se acerquen demasiado a Los Planetas, o en “La soga umbilical” a Lagartija Nick.
Tras cuarenta y cinco minutos de esta guisa, con los todos los oídos de la sala taponados por el extasiante infierno ruidista, la banda decidió marcharse, para regocijo del público, con sus ‘hits’ “La casa cuartel” y “A los indecisos”; ya desmelenados, sobre todo Selín golpeando su bajo contra el suelo y el ampli. Pero la gente quería más y los hicieron salir para otro tema, el último nuevo del juego de tres que cayó aquella noche, ya bajo pleno influjo punk: acabaron con los instrumentos por el suelo y la batería maltratada a base de patadas y golpes. Clímax adecuado, por otra parte, en otra noche para el recuerdo dentro del CICUS.