Poco más de un año después, volvían a visitarnos a Sevilla los gallegos Disco Las Palmeras!, aunque bajo circunstancias algo diferentes. Si la vez anterior, la primera que pasaban por aquí, acudieron presentando su fabuloso debut, “Nihil Obstat”, a un espacio bien acondicionado acústicamente como es el salón de actos de CICUS; ésta venían haciendo lo propio con su segundo trabajo, el notable “Ultra”, a una de las salas con peor sonido de la capital andaluza: la siempre cambiante 101.
Y es que estábamos avisados, por pasadas experiencias propias, de lo deficiente que puede sonar un grupo en tal sitio; sobre todo si se trata de una banda que basa tanto su música en la intensidad y la distorsión como son los lugueses. Así que nos situamos con bastante incertidumbre entre unas escasas treinta personas de público (Jueves, la crisis, retrasos, el buen tiempo, el incremento del IVA… razones que vacían las conciertos) a esperar a que comenzase un bolo que pudiese redimir a la sala.
Con los primeros acordes de “Los nuevos nihilistas” comprobamos aliviados que los técnicos habían conseguido obrar un cierto milagro. Y es que si bien no sonaron de maravilla, los temas del trío nos llegaron con una potencia adecuada, a pesar de no poder perdernos en matices y la voz del cantante se diluyera en muchas ocasiones entre la electricidad. Esto lo contrarrestaron con una actitud volcada en todo en la creación de ruido y música (poca comunicación con el público) y, sobre todo, con un repertorio que no por aún escaso anda corto de grandes temas.
Todo lo contrario. Julián, José y Diego cuentan ya entre sus dos referencias de estudio con varios puñados de temazos como pocas bandas a tan tempranas fases de su trayectoria pueden contar. Así, cayeron los clásicos de su debut: “La casa cuartel”, “A los indecisos”, “Me la jugasteis en China”, “Desde hoy perfecto”… entre nuevos temas de similar calado como “Alfa y Omega”, “De cuando aún había esperanza” o “Absenta”; con los que consiguieron una hora justa de concierto en la que no hubo lugar para tiempos muertos más allá de las pausas entre canciones, marcadas por un silencio que daba fe del escaso público. Aún así, triunfadores ante la adversidad.