/Crónicas///

Depeche Mode – Madrid (18/01/2014)

Dave Gahan, Martin Gore, Andy Fletcher
8.7
Palacio de Deportes, 15.000 (lleno)
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Segundo concierto seguido de Depeche Mode en Madrid, segundo sold-out. En el Palacio de Deportes. Pocas bandas de la actualidad pueden conseguir esto, y menos llevando más de tres décadas en el ajo como el trío británico. Y es que puede que sus discos ya no sean lo que fueron (aunque mantengan siempre una evidente dignidad), pero su condición de animales de directo, que aúna el clasicismo de sus grandes éxitos, con nuevas remezclas y apuestas por su material nuevo, y una puesta en escena tan espectacular como sobria y elegante, los hacen una banda aún relevante que sigue levantando pasiones tanto entre los fans de todas la vida como entre las nuevas generaciones que acaban de descubrir de dónde vienen sus grupos favoritos.

Pero antes fue el turno de Feathers. Poco pudo hacer este grupo de chicas (más batería masculino) ante un Palacio excitado que esperaba a sus héroes con impaciencia. Y la verdad es que, más allá de su cuidada estética electro-clash, poco encontramos que destacar del conjunto. Canciones de pop electrónico volátiles y con poco nuevo que ofrecer, por mucho que su frontwoman vestida de blanco y con cierto parecido a Björk intentara conectar con el público. Poco más de media hora duraron, pero a su favor diré que se enfrentaban al más difícil de los teloneos.

A las 21.30 exactas comenzó a sonar la grave intro de “Welcome to My World” y, por mucho que suene a tópico, todo el mundo entró en éxtasis. Ya desde este comienzo le sacaron todo el partido al juego de pantallas, compuesto por los triángulos de la portada de “Delta Machine” y una inmensa V que se abría en tres dimensiones hacia el público, diseño de Anton Corbijn. Un golpe de efecto que demostró quizá demasiado pronto casi todas las virtudes de la escenografía, pero que se mostró altamente efectivo como soporte conductor de las dos horas de actuación.

Como seguramente habría muchos fans que hacía varios discos que les habían perdido la pista, no tardó mucho en sonar el primer clásico, “Walking in My Shoes”, uno de sus mejores temas en general y que gana poderosamente en directo gracias a su cadencia rock y a un sonido que en general acompañó durante toda la velada. Y tras “Precious”, quizá su último gran single (no sonó nada del anterior y muy irregular “Sounds of the Universe”), llegó la primera sorpresa de la noche que hizo que el concierto y la credibilidad de la banda subiera otro escalón.

Y es que el grupo había inaugurado el año con dos conciertos idénticos en Barcelona y el mencionado de la noche anterior en el mismo espacio, por lo que nos temíamos otro recital similar sin grandes sobresaltos por lo exigente de cuadrar un setlist como el suyo y las proyecciones. Pero en vez de “Black Celebration” bajaron unas grandes estructuras de luces del techo y sonó el familar arranque de motor de “Stripped” para alborozo de los más veteranos. Y lo mismo sucedió poco después con “In Your Room”, otro de los platos fuertes de aquel “Songs of Faith and Devotion” bien representado aquella noche quien sabe si por motivo de su veinte aniversario.

Justo en el ecuador, salió toda la banda salvo Gore y el teclista de apoyo. Martin nunca ha sido tan carismático como Gahan y ni mucho menos es la bestia parda sobre el escenario que sigue siendo su compañero, centro inequívoco de atención con sus bailoteos y provocaciones, pero Depeche Mode no existirían sin él y eso se notó cuando todo el mundo calló respetuosamente a escuchar sus baladas al teclado: tras una anodina “The Child Inside” llegó el turno para la muy soul “Judas”, que nos sobrecogió a todos con sus “if you want my love” finales. Estremecimiento colectivo y vuelta del resto para el último tercio antes de los bises. “Behind the Wheel” y “A Question of Time” sonaron impecables e implacables, con toda la fuerza de los sintetizadores ochenteros, y la traca final con “Enjoy the Silence” y “Personal Jesus”, con sus intros y desarrollos alargados hasta lo extenuante fue otro de esos momentos que no se olvidan a pesar de repetirse una vez tras otra en cada gira.

Para los bises, Martin salió de nuevo a cantar la preciosa “Home”, con melodía final coreada más allá de la vuelta de Dave, y luego encararon todos juntos otra retahíla de hits: “Halo” en su misteriosa nueva encarnación acompañada de un precioso vídeo, el inevitable guilty pleasure de “Just Can’t Get Enough”, otro momento de sofisticación rockera con “I Feel You” y el gran final, esperado por todos, a ritmo de “Never Let Me Down Again”. Dos horas clavadas, con poco lugar para la experimentación pero sí para algunas sorpresas, ejecutadas a la perfección por un grupo aún en forma (sobre todo Dave) que se resiste a pasar a ser unos meros dinosaurios. Y mientras haya tensión y sensualidad, nunca lo serán.

 

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18 de enero de 2014