Trío de ases el que reunía Heineken Music Selector para su concierto de Bilbao. De forma exclusiva, las giras de Owen Pallett y Caribou coincidían en la capital vizcaína y a ellos se sumaban Delorean, una banda que uno ya no sabe si considerar local o extranjera, a tenor de la expectación que suscitan, como veríamos. Y es que, no se sabe si por poder de convocatoria o por la tónica musical de menos a más bailable, el concierto lo abrió el violinista canadiense, lo prosiguió el mago de la electrónica de igual procedencia y lo culminaron los de Zarautz de forma más que festiva.
Cuando llegamos a la sala, nos encontramos una cola inmensa para pasar. Normalmente, sucede que quienes tienen que guardar cola para acceder a un recinto son las personas que no han comprado anticipada. Pues bien, resulta que la gran mayoría de gente en la cola, tenía entradas compradas por diferentes plataformas en Internet y aún así había de comerse la cola para canjear esa entrada impresa por otras. Un proceso, bastante lento por persona, por cierto. Y digo yo, ¿este es el sentido de comprar una entrada anticipada por Internet? Lo dudo mucho. Este error garrafal de cálculo para una sala tan enorme como la Fever, propició que medio concierto de Owen Pallett fuera inexistente para muchos.
Lo que pudimos ver, un Owen Pallett en solitario sacando esos ensoñadores sonidos pop a base de violín, pedal, teclado, etc. Sigue maravillándonos cuando un artista es capaz de triunfar haciendo un one-man-show de estas características. Sin ser además el canadiense especialmente extrovertido o carismático. La dramática «Midnight Directives», el baile de película de suspense de «Keep The Dog Quiet» o la festiva «Lewis Takes Off His Shirt» con la que finalizó el recital triunfaron entre un público que, claro, continuaba entrando al recinto en la medida de lo posible.
Viendo lo que había preparado en el escenario, no cabía duda de que los próximos iban a ser Caribou, más que nada porque Delorean llevan un montaje bastante más clásico. Pero sólo por eso, ya que era una total incógnita como se lo montaría Daniel Victor Snaith, el músico que se esconde tras el alias. Y sorprendió haciéndolo en formato grupo, a su peculiar modo. Concentrados en el centro del escenario, en formación de núcleo casi circular, se situaban en la parte de delante él al mando de los teclados frente al batería y detrás bajista y guitarrista, también orientados hacia el imaginario centro de dicho núcleo.
Y así, empezaron a dar salida al repertorio basado en la electrónica ensoñadora y psicodélica de «Swim». Sólo que claro, el directo hacía todo mucho más impactante, menos pop, más contundente y experimental. Y nosotros empezamos a ver la versatilidad de la banda elegida por el músico. Batería aparte, que fue motor del conjunto, los otros tres miembros hacían aquí y allá sus pinitos en la percusión con bombos y pads. El propio Snaith tiraba de pandereta y hacía voces, aunque era el bajista el encargado por lo general de labores de cantante, muchas veces compartiéndolas. A su vez el guitarrista también tiraba de teclados y efectos. En definitiva, una máquina muy bien engrasada que sin embargo llevaban el disco a un terreno diferente, más espontaneo.
No tardó tanto como pensábamos en caer el pluscuamperfecto single «Odessa», por supuesto recibida con euforia. Hechos estos que nos hacen siempre reflexionar sobre lo rápido que va el mundo de la música hoy en día. Ayer la mayoría de los que ocupábamos la Fever no teníamos ni idea de quienes eran Caribou (ni Manitoba, su antiguo alias) y hoy les recibimos como mesías de la temporada de la electrónica indie. Dictadura de las tendencias aparte, la banda cumplió muy bien y fue regalándonos temas como la escalofriante «Kaili» y reservándose para el final las cacofonías melódicas de «Sun». No tenemos muy claro si esto es música de baile o no, pero nos gusta.
Y finalmente Delorean tuvieron el honor de cerrar. Empezaron fuerte, en intensidad que no en contundencia, con «Seasun» ese sublime tema de dance-pop progresivo que se cuenta entre lo mejor que hayan escrito jamás. Y a partir de aquí Subiza tomó protagonismo de forma quizá excesiva. Seguimos diciendo que es una pena que tengan una carrera pre-Pitchfork a la que no dan ni una oportunidad en sus directos. Y es que su nuevo repertorio es brillante, pero en directo se acerca peligrosamente a la monotonía cuando priman ritmo de forma tan brutal sobre melodía, como fue el caso. En cambio, hemos de destacar positivamente los samples en clave de soul aullante que utilizaron hacia la culminación de un par de temas, que añadieron un toque de color al directo muy potente.
Su presencia escénica como casi siempre tuvo dos caras. El siempre serio Ekhi con sus aires de desgana frente a la euforia de Unai zarandeando sintetizadores. Y por lo demás, no quedaba sino celebrar según iban cayendo temas como «Real Love», «Stay Close», «Grow», etc y entre medias la celebrada «Deli». Tras casi tocarse entero su último disco, lo cual se dice pronto teniendo en cuenta que generalmente cada tema era alargado de forma ostensible, salieron del escenario.
Al de poco y no era para menos visto el fervor del público, volvieron con un bis que parecía atacar el frenético ritmo de «As Time Breaks Of», pero no, finalmente era tan sólo una versión pero que muy alterada de otro tema de su último disco, con samplers irreconocibles. Un buen concierto y alabamos su capacidad de improvisación o variación sobre el disco, pero lo dicho, hay que potenciar las capas melódicas y la voz de Ekhi necesita estar más a la altura del disco. Introducir una «Monsoon» tampoco les haría ningún daño. Otro bis se pidió a gritos pero como decimos, entre que el repertorio actual es limitado y que la duración había sido ya más que suficiente, más aún para un cartel a tres bandas en el que sorpresivamente fueron cabezas, la cosa acabó aquí.