/Crónicas///

Bilbao Live Festival – Bilbao (14/07/2006)

9.0
Kobetamendi, 3/4 de sala
Precio: 50 € / 100 €
Géneros:

Con cansancio en el cuerpo y recordando el buen sabor del «culto», el segundo día pudimos disfrutar en primer lugar de los vitorianos Hash, banda de hard-rock setentero con raíces blues que ya lidiaran el año pasado en el Azkena Rock Festival. Después llegarían Heavy Trash la banda de garage y rockabilly de Jon Spencer (Blues Explosion) y Matt Verta-Ray. De nuevo intentaron con su histrionismo cincuentero combatir la falta de movilidad del público por el calor.

Lo que normalmente suele ser el simple ir y venir de un escenario a otro se convirtió en una media hora de retraso hasta la salida de Blue Oÿster Cult, lo cual hizo reducir su concierto hasta lo ridículo, más aún con lo esperados que eran para algunos y la forma en que nos convencieron a los profanos.

Arrolladores, demostraron que las canas en el rock no tienen por qué pesar y nos regalaron toneladas de electricidad, y despliegues instrumentales de bajo, guitarra y batería mucho más divertidos que los que sufriríamos por la noche. Claramente los que más rockearon del día, sin dejarse hits como «Godzilla» o la preciosa «Don´t Fear The Reaper».

Con el buen rollo metido en el cuerpo nos acercamos a ver a los reyes de Nueva York, los siempre frescos y divertidos Fun Lovin´ Criminals, que repasaron una carrera irregular pero llena de hits como «Scooby Snacks» o «Loco» y nos hicieron corear estribillos como «Barry White, saved my life…». Mágica la sensación del sol del atardecer filtrándose por detrás del escenario mientras entonábamos la parte final de «Big Night Out». Efectivos y simpáticos, FLC son sin duda un valor seguro para cualquier festival.

Aunque su mezcla de metal, hardcore y post-grunge parecía un poco fuera de lugar, los Deftones contaron con un amplio público, no muy exaltado, ante el que se crecieron. Bromistas, afables y más profesionales de lo que dice su fama en directo, no dio ninguna impresión de que pasaran por un bache, así que esperemos que haya continuidad de la banda tras su quinto disco. En este sentido cabe decir que la sosa “Beware the Water” sonó mucho más profunda que en estudio.

La cosa empezó con «Feiticeira» y fueron cayendo temas del White Pony y el Around the Fur como «Digital Bath», «Knife Party», «My Own Summer (Shove It)», «Nosebleed», para acabar con un repaso en batería a Adrenaline. Chino se marcó su ya clásica canción sostenido por el público, se atrevió a doblar a Maynard en la emblemática “Passenger”, se colgó la guitarra en “Change” y demostró que sus kilos de más no le restan capacidad para moverse, juguetear con el micro, etc. Unos problemas con el sonido en «Digital Bath» no desinflaron la magia, aunque a toro pasado más uno nos quedamos pensando que había sido de «Be Quiet And Drive».

Como no podía ser menos, el recinto ya estaba para entonces abarrotado de gunners deseando revivir el éxito de la que fue una de las más grandes bandas de rock de hace década y media y sentir la magia de un disco irrepetible como es el Apettite For Destruction. Pero las cosas han cambiado y Axl está más cerca de una diva del rnb que de un rockero que vive al límite y nos tocó esperar, eso si, no tanto como en Madrid ni a horas tan tardías. También hay que reconocer que un festival es otro ambiente en el que la espera se hace más amena, pero la reacción final fue la misma, tras asomar Robin Finck de la oscuridad ataviado de Slash (un gesto muy chabacano, por cierto), todo el escepticismo se evaporó al escuchar las primeras notas de “Welcome to the Jungle”.

Sin faltar “It´s So Easy” o “Sweet Child O Mine”, el Apettite For Destruction fue representado como merecía, apenas quedando un par de temas en el tintero, cayeron todos los singles de su época multiplatino como «Don´t Cry», «You Could Be Mine», «Estranged», «November Rain»… todas coreadas hasta la extenuación. Toda una fiesta que incluso a mi, un escéptico total de este pelirrojo con trencitas, me acabó por convencer. Eso sí, imperdonables los continuos altibajos que convirtieron lo que podría ser un concierto de matrícula en uno de notable alto. Cada dos o tres canciones, Axl se refugiaba en el backstage a por su dosis de oxígeno y a cambiarse de modelito lo cual no hace sino aumentar su propia parodia.

En estos periodos nos dejaba con infumables solos a cargo del propio Finck o Bumblefoot… uno de ellos protagonizado por ambos interpretando el «Beautiful» de Christina Aguilera, ante lo cual uno no sabe si reír y llorar. Aunque no todo fue tedio, también hubo hueco para la emoción con la versión a piano de «Ziggy Stardust». Una emoción que no logró causar con los tres o cuatro temas nuevos que tocó, a pesar de los efectos visuales y las pantallas gigantes, que especialmente tuvieron relevancia en un tema en clave político-social de bases casi trip-hop que a más de uno le pondría el vello de punta.

Aún así, haciendo balance podemos decir que si hay una banda de rock espectáculo, son los Guns n Roses. Llamaradas, fuegos artificiales, confeti, petardazos que te despertaban después de los momentos somnífero de los citados solos, Axl superdiva con sus posturas, sus bailes y sus carreritas, como antaño pero algo menos ágil. La aparición en la recta final del concierto del carismático Izzy Stradlin, eslabón perdido entre las dos facciones de los GNR para interpretar un blues y acompañar después a revisar más clásicos de la banda, realmente fue determinante para un público que, aunque en alerta (Stradlin estaba acompañándoles en las fechas europeas anteriores), vivió este reencuentro como la guinda de un concierto mítico.

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14 de julio de 2006