/Crónicas///

Segunda jornada del BBK Live esta vez en un tono más alternativo/fusionero con toque euskaldun. La misma mala pasada de los tempranos horarios de tarde nos dejaría esta vez sin ver a la prometedora banda local One Direction Drive, que pese a estar dando sus primeros pasos proviene de las cenizas de Infinner, que ya dieron que hablar en la escena underground vizcaína.

Por suerte no pasó igual con Berri Txarrak. Y mira que las oportunidades de verlos son varias a lo largo del año pero los navarros no cansan. Es lo que tiene ser reconocido como unos de los mejores grupos de rock alternativo no ya de Euskal Herria sino de todo el Estado. Pese a quejarse de buen humor respecto a su hora de tocar («siempre pensé que éramos una banda más de cerveza que de café», dijo Gorka) calentaron con la profesionalidad característica y aunque todos lamentamos no tenerles más tarde y con más tiempo, disfrutamos plenamente del metal de «Ohiu«, el hardcore de «Espero Zaitzaket» o la templada melodía de «Oreka«, entre otras.

Finalizaron con «Bisai Berriak«, todo un himno entre sus fans, aunque muchos preferimos quedarnos con lo meramente musical y hay que reconocer que la imprescindible y bilingüe «Denak ez du Balio» es uno de sus temas insignia, con o sin Tim McIllrath. Y como no había tiempo para versiones esta vez, lo dejaron en un guiño a un riff de Mastodon. También se marcaron un tema que entrará en su próximo disco, que se espera con ganas, aún en fase de composición.

Les seguirían Billy Talent que ya congregaron a un número de gente notablemente mayor. Los canadienses demostraron que su punk melódico a medio camino entre Green Day y System of a Down es realmente efectivo en directo, de tal forma que el cuarteto con su vocalista al frente consiguió llenar el escenario. También sufrieron algún problema técnico, más leve que los de Stone Sour la jornada anterior y al vocalista se le notó falto de voz, dedicándose en los momentos más rabiosos a chillar de forma un tanto desagradable. Aún así el aspecto mejoró en la recta final con hits viejos y nuevos como «Try Honesty» o «Red Flag» que hicieron temblar las campas de Kobetamendi. Y es que con solo dos discos es envidiable el repertorio que gastan en directo.

A continuación tomábamos un túnel de vuelta a los 90 para ser testigos de un concierto que prometía y que desde luego cumplió. Crispian Mills regresaba con sus Kula Shaker tal cual los dejó, parecía que no había pasado una década y temas como «Hey Jude«, con la que empezaron fuerte el concierto hasta «Hush» pasando por «Mystical Machine Gun» hicieron tanto vibrar al personal en los momentos más rockeros como volar en sus mantras lisérgicos y espirituales. Fueron únicos en su día y lo siguen siendo. Nuevamente, una pena que tuvieran que tocar con luz, podría haber ganado varios enteros en hipnotismo y magia de haberlo hecho de noche.

Y seguía la reivindicación del glorioso rock alternativo noventero con otros perros verdes, los californianos Fishbone con su mezcla de casi todo lo mezclable; punk, funk, metal, ska… También son una propuesta muy festiva y apta para un macroconcierto así ya que pese a que serían pocos los que los conocieran (irónicamente siempre fueron listados como paladines del crossover junto a Red Hot Chili Peppers), si querías fiesta te la daban, pese a algunos momentos más irregulares. Su cantante fue el segundo en darse un baño de masas tirándose al público en lo que va de festival.

Y cambiando de tercio aunque quizás no tanto llegaría el momento de bailar a ritmo de reggae y ska sin complejos con el infalible Fermín Muguruza y su Afro-Basque Fire Brigade. El irundarra repasó su repertorio más popular al que ya estamos bien acostumbrados y lo cierto es que guste o no, su propuesta es bastante única en el panorama euskaldun. Y eso de alguien que ya hizo hecho historia militando en Kortatu o Negu Gorriak es mucho decir, aunque también explica la legión de incondicionales que arrastra.

|Descalabro California|

Red Hot Chili Peppers sin embargo vinieron a poner la primera gran mancha en el festival. Muy lejos de su leyenda, pudimos ver a una banda autista, haciendo bromas de parvulario especialmente entre ellos y con una actitud que poco honor hacía a los miles de personas congregados para verles. Un concierto corto de apenas hora y media a los que hay que descontar interminables solos así como un tema de Frusciante en solitario. Ya que está podría hacernos el favor de tocar al menos algún tema de sus discos, que tiene muchos y mucho mejores que los que escribe para RHCP últimamente.

Así pues momentos tibios extraídos de «By The Way«, aún más tibios los de «Stadium Arcadium» (entre 28 canciones casi logran elegir las peores) y pocos momentos verdaderamente álgidos para los fans más fieles como «Scar Tissue«, «Give It Away» o «Higher Ground«. Ni siquiera tocaron temas tan demandados como «Under The Bridge» u «Otherside«. La excusa para tal desaguisado fue que algún objeto fue arrojado a Flea. Una coartada que nos sabe un tanto a engaño viniendo de una banda que ha vivido tiempos realmente salvajes y que ahora simplemente está demasiado encumbrada y no soporta que su público desapruebe sus idas de olla sobre el escenario.

En todo caso maltratar a más de 20.000 personas que se apretujaban por verles, por culpa de algún descerebrado es algo que no debería entrar en el concepto de justicia de una banda de este calibre, máxime cuando tiene firmado contrato de exclusividad para no volver a España en un buen tiempo. Vista la gran pitada que se vivió cuando más tarde en la carpa se pinchó un tema de los angelinos, igual es mejor que no vuelvan o si lo hacen que se dejen el pedestal en sus mansiones de California.

Toda esta rabia de gran parte del público fue bien canalizada a la hora de disfrutar del posterior concierto de My Chemical Romance. La banda de Gerard Way está un poco lastrada por el éxito un tanto increíble que desata entre el público adolescente, pero realmente fueron los triunfadores de la noche. Con una mezcla de los temas más acelerados de «Three Cheers For Sweet Revenge» (“I’m not Ok” o una gran “Helena”) con una amplia mayoría del más orientado a baladas «The Black Parade», trazaron sólidos puentes entre el emo, el punk-pop y el rock épico de estadios al más puro estilo Queen.

Con un montaje que no era nada del otro mundo, pero acompañaba bien su música de dulce suicidio, estos chicos demostraron con su teatralidad que están un par de pasos o tres por delante de compañeros como The Used o Panic at the Disco!. Y es que ver una batería giratoria tras el concierto de los Chili Peppers que no contaba ni con un telón si quiera, pues es de agradecer. Tal vez la pega son los excesos vocales y un repertorio en el que más de una vez da la impresión de que las melodías se repiten, escollos suplidos con una entrega total y un gran sonido.

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22 de junio de 2007