/Crónicas///

Son pocas veces las que fuera de Madrid o Barcelona se tiene la ocasión de ver a varios grupos estelares en directo. La constelación que este año formaban Iron Maiden, Red Hot Chili Peppers y Metallica eclipsaba cualquier evento visto no sólo en Euskadi sino por lo menos en todo el norte peninsular. El Bilbao Live regresaba bajo la tutela -y el talonario- de la BBK, para ofrecer una edición desperdigada en dos semanas pero con días bien diferenciados.

El jueves 21 arrancaba el asunto en clave heavy. No hacía falta más que acercarse a San Mames para encontrarse con una larga cola hasta los autobuses-lanzadera poblada por camisetas negras. «These Colors Don’t Run» rezaba alguna, en clara alusión a un tema de Iron Maiden y eso es aplicable al caso, la afición heavy es una de las más fieles que hay.

Rigores de los horarios no pudimos presenciar ni a los exponentes patrios del género, Vhaldemar ni a Lauren Harris, esta última de poco interés al saber que va en el «pack maiden» por ser la hija de Steve Harris. Total que para cuando logramos acceder al recinto, Bloodsimple estaban atronando el ambiente con su crossover metalcore. Ya se habían pasado por España junto a Alice In Chains y desde luego animaron bastante aunque tal vez sobrevaloraron su poder de convocatoria al pedir tan insistentemente la formación de ‘circle pits’ y ese tipo de acrobacias hardcore tan poco vistas entre los seguidores del metal clásico.

Después llegarían sus colegas de Stone Sour, que también les acompañarían en la citada gira anterior. Corey Taylor intentó demostrar que hay vida después de Slipknot y sobre todo, detrás de las máscaras. Y lo consiguió parcialmente, en realidad Stone Sour no están llamados a sobresalir entre la manada de metal alternativo con querencias post-grunges. Aún así logran entretener y de eso tuvieron que hacer bastante, ya que al interpretar «Your God» y tras una intro muy preparada con complicidad del público, se les apagó el sonido dos veces en el mismo momento. Tuvo que ser bastante frustrante pero el frontman lo superó con un humor un tanto circense. De todas formas es indicativo que pase algo así y la sintonía banda-pública se intensifique más que perderse.

De vuelta al otro escenario estaban Mastodon, una de las bandas de metal que mejor sabe conjugar rudeza, pasión y técnica. Siempre determinados por esa máquina humana que es su batería Brann Dailor, el cuarteto de Atlanta desplegó parte de su repertorio a medio camino entre el sludge y el rock progresivo, muy centrado en «Blood Mountain«. Pese a las limitaciones (público ajeno, luz solar, sonido de voz un tanto sepultado), dieron una lección de metal experimental y lo cierto es que es una gozada verles en acción, tanto en el bramar de sus cuerdas como en los vertiginosos punteos.

Además se atrevieron con algunos temas realmente bizarros donde el vocalista lo pasó mal, pero tal vez debieron tirar por el camino más fácil de memorables momentos como «Sleeping Giant» o «Colony of Birchmen». Está claro que Mastodon no son una banda de festival, pero quienes estaban en la onda de su propuesta se quedaron con ganas de mucho más. Hay que decir que el hecho de que después Juliette Lewis tocara en el mismo escenario (rompiendo el ciclo habitual alterno) pudo contribuir a que el público de Mastodon estuviera un tanto apagado, aunque es la suya una música que no está escrito como bailar.

Todo lo contrario que lo de la banda de la actriz norteamericana, en principio un tanto perdida entre tanto heavy. Hay que reconocer que en el apartado vocal Juliette Lewis está bien limitada. En este sentido cualquiera pudo apreciar el increíble apoyo de coros que tiene por parte de su banda. Ella en directo se enfoca más hacia su faceta show-woman alternando sus papeles de inocente doncella y descarada rockera sexualmente liberada. El morbo que esto puede levantar en un público embrutecido es lo suficiente como para pelearse por tocar a la actriz cuando, en un arrebato de actitud al que hoy pocas rockstars se entregan, se lanzó al público.

|El ejército de la dama|

Pero como decía, la fidelidad a los Maiden todo lo puede, ya que cuando la banda asomó entre los peñascos de la zona de artistas, raro fue quien no se volvió para saludarles. Musicalmente, y con acierto, la ex-actriz basó el repertorio en su último disco, «Four on the Floor». Esta vez si se puede decir bien alto, The Licks son una banda ideal para amenizar cualquier festival ya que su expolio sin prejuicios de los baluartes del rock and roll resulta agradable y ni siquiera necesitan encajar con el resto del cartel gracias al mediatismo de su cantante, que por cierto, celebraba cumpleaños.

Y finalmente llegaba el primer plato fuerte del festival. Iron Maiden demostraron por qué llevan tantos años siendo un icono del heavy metal y por qué mantienen ese estatus. A base de directos así de rotundos, como sino. Mareas de puños en alto saludaban escenas tan sugerentes dentro de su contexto épico como los tres guitarras y el bajo en formación de arco o un Bruce Dickinson con la formula de la eterna juventud correteando por encima de su aparatosa escenografía blandiendo una «Union Jack».

La comunicación del vocalista con el público fue muy buena y constante a lo largo del concierto. Curioso (y plausible) fue el momento en que Dickinson habló sobre el hecho de tocar en España, para después corregirse a si mismo recordando que el respetable se consideraba mayoritariamente vasco, a lo que fue contestado afirmativamente con fervor. Entonces pronunció un «que se jodan las naciones, son la razón por la que se empiezan las guerras» y acto seguido unificó a la audiencia preguntando cuantos de los allí presentes eran fan de los Maiden. Y es que los Maiden disponían en Kobetamendi de un ejército dispuesto a todo por ellos.

Además, el sexteto celebraba los veinticinco años de su aclamado disco «The Number of The Beast», del que dieron cuenta con clásicos como «Run to the Hills», «Children of the Damned» o «Hallowed Be Thy Name», además de la que da título. Estos y otros imprescindibles del género eran ilustrados con momentos estelares de escenorafía como la aparición de una enorme bestia, un tanque o una marioneta gigante del simpar Eddie vestido de soldado. Quienes les siguen aseguran que pueden hacerlo mejor, pero siendo honestos, si todos los grandes grupos se portaran así, muchos disgustos nos ahorraríamos.

Finalmente y en la tradición de LastTour de emplazar una banda con reclamo algo menor después del cabeza de cartel, Within Temptation desplegarían su metal gótico asequible a todos los públicos, basado en la excelente voz de Sharon den Adel. Nada nuevo en el horizonte de este tipo de bandas europeas con fémina al frente. Un clima un tanto frío, más aún con las voces pregrabadas, para una noche de verano no especialmente cálida que sólo en las cabezas de los muy acérrimos conseguiría eclipsar el buen sabor dejado por los Maiden.

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21 de junio de 2007