/Crónicas///

SETLIST THE CURE
ROBERT SMITH:
Three Imaginary Boys
Fire in Cairo
Boys Don’t Cry

UN NUEVO MODELO DE OCIO MUSICAL

La introducción y el epílogo son intercambiables para la presente edición del BBKLive. Una edición más marcada por los sonidos pop y con la que el festival bilbaino entra en abierta competición ya con el FIB por llevarse al público ‘guiri’. La coincidencia en fechas con los cercanos Sanfermínes hacen que Bilbao sea una plaza muy atractiva para turistas ávidos de fiesta y, dentro de esta tónica nos encontramos un cartel menos exigente en lo musical, muy marcado por las propuestas de The Cure y Radiohead y rellenado con un grueso del cartel que combina alguna genialidad con escasa sustancia por lo general. La parte positiva para el festival y la ciudad en sí es que el cariz popular del conjunto ha arrastrado oleadas de gente al monte Kobetas. La negativa, es que ha quedado patente que el recinto no da más de sí y las casi 40.000 personas de jueves y viernes han hecho la experiencia agobiante por momentos, con cuellos de botella en los movimientos entre escenarios muy incómodos.

Otra característica de la presente edición ha sido la proliferación de escenarios. Es una tónica acertada la de la diversificación y ante la cual un festival de estas características tiene que claudicar, guste o no al público la presencia de solapes. La cuestión como decimos, es conseguir que estos sean coherentes y cómodos. Solapes como Glasvegas con The Big Pink o el inesperado de Bloc Party con la segunda parte de The Cure, no son de recibo, menos cuando este año se ha decidido abrir puertas más tarde, agravando de paso el siempre accidentado tránsito de autobuses hacia el monte. Por lo demás, un acierto la programación paralela en Alhóndiga, especialmente la gratuita. Luces y sombras por tanto de un festival que, en cifras ha sido todo un éxito.

 

TOMA DE CONTACTO

La jornada del jueves comenzó con tremendas colas para subir al monte. Sabemos de lo aparatoso del dispositivo que la organización ha de poner en marcha para esta «operación subida» pero no es de recibo que, tras tantas ediciones y justo en el pistoletazo de salida, les pille el toro. Por suerte fuimos muy precavidos y conseguimos llegar para ver a Belako, promesa del indie local que se reafirmó ante un público en su mayoría muy joven (como ellos). Por lo visto sufrieron severos problemas técnicos y cuando llegamos volvían al escenario después de haberlos arreglado. Pasándoselo bien, con una buena dosis de garruleo ruidista y esas buenas influencias de primero de manual indie, que van de Joy Division a Sonic Youth, podrían protagonizar un hype local y un necesario cambio de aires en el pop-rock vasco que, al menos en sus términos más populares, es tan infame como el estatal. Fue la primera toma de contacto además con el nuevo escenario pequeño del festival, el que más alegrías nos daría. De Mungia pasaríamos a Getxo por un momento con unos McEnroe cuya presencia en la Carpa Vodafone resultó tan agradable por el reconocimiento que supone, como fuera de sitio.

Band of Skulls se darían un baño de masas ya en el escenario grande pero más por fans de The Cure esperando y el grueso del festival pasando el rato que otra cosa. Sonando bien, ellos ofrecieron un contundente recital de ese indie que mira a las raíces del rock y resulta muy efectivo con sus buenas canciones y lúcidos riffs. Pero es difícil hacer explotar al público con la luz del día y en un escenario tan grande. The Maccabees parecían conseguir levantar los ánimos un poco más en el escenario dos, con ese pop animado y hits que incitan al baile. Y es que se notaría en el festival esa proliferación de grupos británicos de limitada popularidad aquí pero que allí son ya grupos con importante seguimiento.

La propuesta más iconoclasta del festival se desarrollaba mientras tanto en la carpa Vodafone. El dúo femenino Elbis Rever montaba su espectáculo con música en playback. Entre lo sensual y lo humorístico. letras y coreografías levantaban caras de sorpresa y buen humor entre los espectadores. Una pena que no las pusieran a última hora porque la fiesta hubiera estado asegurada. Snow Patrol sí que tocaban pero la sensación de tedio que arrastraba la primera parte de su concierto fue patente. Sensación del power-pop adolescente, parece que la banda ha madurado en el peor de los sentidos, tirando por el lado del espectáculo, la pantalla, el colorido y el Coldplayismo cuando harían mejor en mirarse en el espejo de unos Teenage Fanclub, por ejemplo.

De todos modos no hubiera habido forma de que nos saltáramos la explosión de Jon Spencer en el escenario tres. Su ambiente recogido fue inmejorable detonante para que, lo que en principio era una propuesta muy marginal dentro del festival (como lo fue el rock, en general) saliese triunfante. «Magical Colors», «Chicken Dog», «Bellbottoms», «Fuck Shit Up»… una auténtica traca de himnos de ese rock-blues-soul-punk mutante aderezados con todos esos clichés que salen de la boca de Jon Spencer para animar a la audiencia, con la pegada de sus dos secuaces y las locuras de su theremin. La licuadora del rock nos volvió a entregar un zumo vibrante que nos dejó listos y con energía para aguantar lo que venía.

WAITING FOR THE CURE

Y es que hay que ser muy fan para aguantar (con perdón del verbo) físicamente lo de The Cure tres horas. Pero si a esto le sumamos prácticamente una hora de retraso, el desenlace puede ser fatal. Y así sucedió que mucha gente hubo de emprender la retirada en la segunda parte del concierto, en busca de asiento o directamente de la cama. Una pena y un problema técnico con los teclados imperdonable en un festival tan enfocado a los cabezas de cartel. Por suerte para todos, Robert Smith demostró clase a raudales saliendo él mismo a dar las explicaciones y a amenizar la espera con tres canciones (Three Imaginary Boys, Fire in Cairo y Boys Don’t Cry )en acústico. No pudimos evitar preguntarnos, en este mundillo de superestrellas del pop y del rock cuantos más hubieran hecho algo así.

Parece que la banda tiene en esta gira dos «modelos» de setlist. Uno empieza con «Plainsong» y otro con la intro de «Tape» y «Open». Este último fue el que tuvimos en Bilbao y que fue dibujando un concierto para fans y que parecía que iba a estar repleto de singles segun fueron cayendo «High», «The End of The World», «Lovesong» y otros no tan populares pero igualmente animados como «Push». «In Between Days» y «Just Like Heaven» hacían nuestras delicias y la de todos los fans de la faceta más pop del grupo y es que siempre hablamos de perfectas versiones, de esa dulce mezcla de bajos, teclados y la acústica de un Robert humilde, comunicativo (que no muy hablador) y al que se ve de verdad contento de poder seguir dedicándose a tocar sus canciones.

Con «From the Edge of the Deep Green Sea» abrió digamos una segunda parte en la que los temas más largos y atmosféricos empezaron a ganar terreno a los pildorazos de historia pop que siguieron ahí con una celebrada «Lullaby», una trepidante «A Forest» o incluso a medio camino, la delicia que fue «Pictures of You». Auténtico repaso a toda su carrera, la parte clara y la oscura. Ante esta última se notaba tedio en parte del público. Es normal, hay cosas que no se pueden disimular, la discografía de los británicos es extensa y abarca mucho y es del todo imposible pensar que las casi 40.000 personas que rondaban por ahí pudieran considerarse fans. Pero eso a Robert Smith no le importa, el tiene su plan de ofrecer un concierto de larga duración y al que no le guste que se siente. Y así pasó porque de lo apretados que estábamos en un principio, empezaron a verse paulatinamente más y más claros en la explanada, lo cual fue bienvenido, dicho sea de paso.

Servidor mismo tampoco se atreve a considerarse fan y las fuerzas flaquearon por momentos, pero pese a que la banda no ofrezca un gran espectáculo, tienen un sencillo magnetismo que obligaba a quedarse al pie del cañón. En cuantos de esos momentos más prologados, de esas instrumentaciones etéreas de pasadas décadas, veía uno trazas de grupos actuales de post-rock, de shoegaze, de rock ambiental… de algún modo con su abultado setlist The Cure deja caer el gran peso que han tenidos y siguen teniendo en la música popular. Esto nos pasó especialmente en ese momento que «End» puso un punto y aparte en el concierto, tras el cual la banda salió para tocar «The Same Deep Water as You» y volverse a replegar. Esos silencios que nos daban que pensar, mientras nos preguntábamos si la banda llenaría las 3 horas o no, si los temas acústicos se restarían del total, etc.

La recompensa final estaba por llegar, y es que en el segundo bis, empezaban a acumularse los grandes hits restantes, «Let’s Go to Bed», una eufórica «Friday I’m in Love», la maravillosa «Close To Me» y «Why Can’t I Be You?» casi de seguido y para finalizar, «Boys Don’t Cry» esta vez si, en versión eléctrica. En definitiva, un concierto al que dudo que nadie pueda reprochar nada que no sea su propia falta de aprecio por la banda y que tan sólo se vio emborronado por esa interminable espera que nos hizo la experiencia aún más extenuante de lo que prometía.

Con el retraso antes citado, Bloc Party, cuya hora de comienzo estaba prevista para cuando The Cure acabase, se solaparon totalmente. No hay mal que por bien no venga y no tuvimos que exponernos a la siempre agria sensación de que un grupo venga tocando canciones de un disco aún sin editar y sólo pudimos llegar a unas últimas tres-cuatro canciones desde lejos, entre las que escuchamos el rock electrónico de «Ares» y «Flux», un remedo de Rihanna por ahí y el glorioso final con «Helicopter». No recriminamos a la organización que los grupos se solapen, pero lo que no nos parece de recibo es, una vez has decidido que The Cure van a tocar tres horas durante las cuales no programas nada (ayudando así a aglomeraciones estúpidas de gente que va a hacer bulto y aburrirse), que si esta se retrasa, la programación de después no se adapte. Máxime cuando el brutal sonido de Bloc Party se colaba entre los silencios del escenario principal, notablemente más bajo de volumen.

Sin la vertiente pop de LCD Soundsystem, pero James Murphy junto a Pat Mahoney parecían estar ofreciendo un show de electrónica de empaque, divertida pero con gusto, desde luego una buenísima alternativa al menos por un tiempo a la carpa que habría mucho tiempo para visitar en todo el festival. Aprovechamos desde aquí para hacer un necesario llamamiento a que, si el festival va a ser tan masivo y va a contar con cuatro escenarios, el horario post-conciertos necesita como mínimo de dos zonas paralelas para que la gente esté en unas condiciones mínimamente cómodas.

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12 de julio de 2012