Mientras comenzábamos nuestra primera inspección al recinto el viernes, pudimos ver a Chet Faker ejercer de cantautor electrónico por las pantallas. Pero nuestro destino estaba en la carpa para ver a Dawes, que se hacían un 2×1 en toda regla. Los californianos ofrecieron un recital de folk-rock suave y agradable, con pocos aspavientos y mediatizado por esas pintas de tipo majo de su frontman.
Sería más tarde cuando volverían a salir para acompañar como banda a Conor Oberst, desatándose más al hilo del espectáculo del que antes fuera cabeza visible de Bright Eyes. Casi parecía que estuviera pactado ese contraste de intensidad y electricidad entre ambas actuaciones para que Oberst, cuyo genio compositivo también es bastante superior por otro lado, se luciera más.
Entre ambos conciertos hubo tiempo para acercarse a Animic. El cielo gris y la llovizna que acompañaba el comienzo de su concierto parecía adecuado para la tristona música de los catalanes, que dieron buen repaso a sus momentos más lánguidos y también a los más ruidosos, trazando esos puentes que van del folk al rock gótico pasando por el shoegaze. Quizá una propuesta extraña para ver en lo alto del autobús de una marca de bebidas estimulantes, pero en cualquier caso una actuación muy sólida y que podemos contar entre lo mejor del día. Al mismo bus volveríamos más tarde para ver a IEPI, trío también catalán practicante de un rock progresivo instrumental de estructuras poco domesticadas. Estimulante en pocas dosis pero algo cargante a la larga por esa ausencia de asideros.
Hay una especie de equilibrio curioso en el BBK Live entre las actuaciones festivas y las de relax. Así se entiende la gran expectación para ver a Jack Johnson en el escenario 2 con oleadas de gente llegando corriendo incluso antes de que Bastille terminaran para coger buen sitio ante un escenario adornado con motivos naturalistas. El hawaiano ofreció lo que se esperaba de él; folk-rock relajante de corte hippiesco y por qué no decirlo, un tanto reiterativo. A continuación llegarían Foster the People, otras de esas bandas abundantes en el BBK Live que sin gozar de gran popularidad por aquí ocupa puestos de honor. La clave claro, el éxito en Reino Unido de su pop bailable perfecto para radiofórmula. Una propuesta algo sosa, que tampoco molestaría si el festival ofreciese alguna alternativa en los escenarios que quedan libres.
VERBENA HISTÓRICA
En cualquier caso, poco tenían en común con The Prodigy, leyendas del cruce de rave y rock, que regresaban al Bilbao BBK Live unos cuantos años después. Ellos no necesitan ninguna excusa para seguir girando, ni nuevo álbum ni nada. Tan sólo juntar temas de sus diferentes épocas, desde los primeros 90 («Voodoo People», «Poison») hasta los del quizá infravalorado «Invaders Must Die» («Thunder», «Omen», «Run With the Wolves») y por supuesto los más esperados de «Fat of the Land». De hecho con «Breathe» quisieron encender al público desde el minuto uno y con «Smack My Bitch Up» pusieron todo patas arriba antes de los bises. Y no necesitaron mucho más, ni el espectáculo era demasiado llamativo, ni las pantallas quisieron mostrar demasiado. Buscaron recrear ese ambiente de comunión de rock, aires hip-hop y electrónica, de bailes rotos, decadencia ravera y manos en al aire que terminan en improbables circle pits.
Se me hace muy complicado valorar el concierto de Prodigy de forma más o menos aséptica. Son únicos, son una fiesta para el que la quiera disfrutar y son historia viva de la música, pero me da la sensación de que disfrutaría más de un set más puramente orientado a la electrónica sin los elementos rockeros de la puesta en escena (guitarra, batería, constantes arengas sobre todo de Maxim Reality…) que restan caché a los beats. Era una sensación que latía cada vez que sonaba un momento de «Music for the Jilted Generation». Quizá una sesión complementaria de Liam Howlett hubiera sido lo suyo. Con uno de sus hits «recientes» que más a la altura de su pasado se pone («Take Me To The Hospital») y después con un rotundo riff y entonando ese «fuck them and their law» nos despedimos de ellos y nos dimos cuenta de que sí, quizá viven un poco de las rentas. ¡Pero qué rentas!
BÚSQUEDA POST-RAVE
Tras el estruendo bailable, The Prodigy habían dinamitado la noche y apenas quedaban un par de actuaciones de caracter más pequeño antes de la electrónica. Nuestro primer instinto fue el valor seguro de El Columpio Asesino, que presentaron muchas canciones de un nuevo disco demasiado reciente para haber calado del todo. El desmedido éxito de «Toro» les ha puesto en una situación popular (que no creativa) difícil de sostener y el lleno tan incómodo en la carpa-invernadero, también por sonido, no favorecía.
Así que nos fuimos a guirilandia, es decir, a ver a Palma Violets, una banda londinense que pese a tener aún sólo un disco, gozaba del honor de cerrar el segundo escenario a las 2 de la madrugada. Pese al trato de favor, su indie con pose desgarrada y guiños a The Libertines, se mostró solvente.
FOTOS: Tom Hagen (Conor Oberst) / MusicSnapper (Palma Violets)