Otro año de BBK Live. Tras abordar su edición más rockera en 2010, este año la cosa venía más floja y orientada al pop con Coldplay como mayor reclamo. Una mezcla a priori demasiado heterogénea que, al menos en cuanto a público triunfó, alcanzando un nuevo record de asistencia. Así que se puede decir que la apuesta de Last Tour salió bien este año.
Neon Trees fueron primeros en hacer acto de presencia y no pudimos llegar a ser testigos. Si que lo fuimos de Ken Zazpi, difícilmente explicable fenómeno local de pop azucarado con pretensiones rockeras. Sin duda cuentan con fans pero su directo es tan inexpresivo como sus composiciones. Entre estribillos y coros sin mucha sustancia lírica o musical, dedicaron canciones a la memoria del bombardeo de Gernika o al Gaztetxe de Kukutza, en peligro actualmente.
Mejor lo hizo Russian Red con su banda. La encantadora y aún aniñada presencia de Lourdes sobre el escenario siempre tiene algo de especial. Se mostró encantada de tocar ante la que según sus palabras era la mayor concentración de gente con que se hayan topado en un escenario y demostró que su folk-rock relaja y ejerce cierta función magnética. Aún sin levantar pasiones, agrada y eso en un festival a temprana hora ya es suficiente.
A otro extremo nos íbamos con la veteranía de Greg Dulli y sus Twilight Singers. Su repertorio escapó a lo tradicional y se perdió entre diferentes guiños a clásicos del pop o del soul como los Beatles, Pink Floyd, «Everlasting Love» o incluso sus propios Afghan Whigs con la mítica frase «Don’t forget the alcohol» de «Miles Iz Ded», momento que pareció extrañamente pasar desapercibido. Todo ello entre temas nuevos como «Last night in town», «Waves» u «On the Corner», entre clásicos como «Teenage Wristband», una muy emocionante «Bonnie Brae», dando una lección de rock y sudor ya a la guitarra o al piano. Una figura infalible, que siga viniendo con cualquiera de sus encarnaciones y si alguna vez es con Afghan Whigs mejor, pero sino tampoco pasará nada.
Beady Eye después nos sumieron en una esperada indiferencia. Cuando tienes delante de ti a una banda sin su compositor ni poder tocar las canciones de este se queda en un calco insípido. Porque ver a Liam con su chulesca pose casi inmutable ante el micrófono no tenía gracia ni en su momento, pero con himnos de sus primeros tipo «Rock n roll star» o «Cigarettes and alcohol» la cosa tenía su gracia. Así, por mucho que a Liam no le guste son un grupo de segunda B.
Vestida de rojo, una Debbie Harry entrada en edad ofreció un concierto con sus altibajos y lastrado por aquello de tener una carrera de la cual la mayoría de asistentes no estaban muy enterados. No fue un huracán, pero Blondie ofreció un concierto bastante mejor que muchos a los que casi triplica en veteranía. El brillo del pop y la new wave de temas como «Atomic» o «Hanging on the Tepephone» se dejó ver y también se atrevieron con el «Fight For You Right» de Beastie Boys para animar el cotarro. La gente respondió aunque, especialmente el público local, esperaba más a su hit de última generación «Maria» que otra cosa. A este sólo pudo hacerle sombra en cuanto a respuesta la mítica «Heart of Glass», pero ante todo, un regreso digno.
Como digno fue también el concierto de Coldplay, que dejó las tareas de conectar con el público a sus temas ya clásicos en vez de echar los discursos que nos temíamos, viendo la estela de U2 que siguen los británicos. Desde luego temas tienen para regalar a su público, que dudo se quejase de ninguna. Así no es de extrañar que «Yellow» o «In My Place» cayeran de las primeras, a pocos minutos de abrir con la sintonía de Regreso al Futuro. No podemos sino quedarnos con estos momentos de sus dos primeros discos como después vendrían «Scientist», «Shiver» o especialmente la tensión de «Politik». Si acaso, el concierto nos hizo recordar que hubo un tiempo en que el cuarteto daba muestras de un talento hoy muy emborronado.
Menos caló la sobada pachanga épica de «Viva La Vida» o esa «Clocks» con la que volvieron para los bises haciendo vibrar las campas de Kobetamendi. Y lo peor fue seguramente, aunque si nos lo tomamos con humor no, es dejarnos con el teclado de «Every Teardrop is a Waterfall». Hay que reconocer que muy pocas bandas son hoy en día capaces de lanzar un single sin editar el disco y que se haga en pocos días así de famosa. Incluso tomando inspiración de otros, Chris Martin sabe crear himnos de verbena gigantes pero apena lo dicho, que viendo el devenir del concierto, sus mejores composiciones queden en el pasado y eclipsados por la pompa de sus tiempos modernos.
Sin embargo «el ritmo de la noche» estaba aún por poner, pero de la mano de Crystal Castles, que no defraudaron con su electrónica freak y de química inspiración. Apenas terminado el espectáculo de Coldplay sonaban los característicos compases de «Untrust Us», con la que empezó su particular batalla, que en este caso se libró sobre todo en las primeras filas. Y es que Alice nunca parece tener un buen día con el micrófono pero a nivel escénico suele cumplir y así la tuvimos con su rostro pintado entre la masa febril varias veces. La locura imperante se desató sobre todo cuando sonaron los dos hits de su segundo disco, los beats de techno desnudo que tornan en salvajismo de «Baptism» o la más melódica «Celestica», señas de identidad ya de la electrónica contemporánea. Un cierre de conciertos que invitaba desde luego a la conexión con las carpas.