“I’m gonna play a lot of songs, like sixteen songs, give or take” nos decía David Bazan avisándonos desde un primer momento de lo que no era sino un concierto para fans de su cancionero. Y es que el cantautor de Seattle venía para repasar su amplia trayectoria, tanto en bandas eléctricas (Headphones, Pedro the Lion) como en su actual faceta en solitario desde una perspectiva eminentemente acústica, sin trampa ni cartón. De hecho se ciñó a un único instrumento, la misma guitarra en toda su actuación, una fidelidad a la que ni su propio telonero se adscribió.
Marco Z alternó guitarra española y eléctrica creando tonos de cantautor para todos los públicos a ratos más proclives al pop-rock y otros al folk. Nada que fuera más allá de lo entretenido, aunque tuvo que lidiar con unas pocas decenas de público parapetado en las últimas filas. Un ejemplo gráfico de que allí no había ningún fan de antemano, al estar toda la parte central y delantera totalmente vacía. Pero él hizo lo suyo, un set corto intercalado con algún comentario gracioso para recabar simpatías entre el público, respetuoso, eso sí.
Para cuando David Bazan salió a escena ya andaríamos sobre el centenar de asistentes, entre ellos alguna cara conocida de nuestro rock alternativo. Y es que Bazan es una figura de culto, ni con sus bandas ni en solitario ha tenido nunca gran repercusión comercial, aunque sí emocional para unos pocos. Así por sorpresa, incluso nos pilló en la pausa, comenzó a derramar esa sucesión de temas a medio camino entre folk, rock alternativo, emo o slowcore con la calidez de su voz y la fragilidad de esa únicas cuerdas, las que tocaba con sus dedos y las de su garganta. Uno de los mejores ejemplos de esta mezcla fue “Cold Beer and Cigarettes” que cayó de las primeras.
Al de poco de comenzar se presentaría e iniciaría un turno de preguntas. La primera vez el público se quedó mudo, aunque en posteriores ocasiones serviría para que inteligentemente el músico difundiera un poco su modus operandi, su preferencia por las giras en solitario por la libertad que le dan para estar más tiempo con su familia, etc. En el fondo, datos que vienen bastante al caso para comprender mejor una propuesta musical tan personal y desnuda. Igualmente dio muestra de temperamento “riñendo” a quienes hablan o se ríen ruidosamente mientras tocan sus canciones.
Muchos de sus temas se ajustan perfectamente a los tempos de cantautor, algunas incluso suenan más rabiosas como “Big Trucks”, pero Bazan también se atreve en este formato con pildorazos de power-pop como “How I Remember” o incluso de tonos grunges (“I Never Wanted You” desprovista de sintes) para facilitar un equilibrio con otras canciones más oscuras y reposadas como “Options” o “Hard to Be” o del nivel de profundidad folk de “Of Up and Coming Monarchs”, “Virginia” o el nuevo tema que cayó por el camino. Así poco a poco fue hilvanando un repertorio en el que daba igual la época, todo engarzaba bien.
Con la cálida “Strange Negotiations” se desenchufó, se acercó al borde del escenario y prescindió de la amplificación. Y lo cierto es que no le hacía falta, ni siquiera era difícil escucharle hablar sin micro. Hizo ademán entonces de salir pero enseguida aplacó los aplausos del público dando a entender que iba a tocar un poco más. Poco después, sensaciones encontradas en ese final con la sobadísima en el terreno de los cantautores, “Hallelujah”. Cierto que le dio un toque personal y realmente emocionante por momentos, pero no creemos que dentro de su repertorio o incluso tirando de versiones no pudiera haber firmado un final menos recurrente.
Con todo, un recital que retrata a un cantautor creíble en esta época en la que muchos se han apuntado a la moda. Porque tanto en cuestión de composiciones, como en la personalidad requerida para someterlas a juicio de forma tan esquemática y por supuesto en esa voz prodigiosa pero con la sinceridad por bandera, Bazan cumplió.