Como festival mediano que tiene tras de sí una longeva historia, el Azkena Rock Festival ha tenido muchos altibajos a lo largo de su andadura. Años rozando el mainstream, años flojos de público, años con cartel para eruditos, años que harían las delicias del rockero más cuñado, etc. 2016 podemos citarlo a priori como un año complicado, con un cartel de varios reclamos discretos en el que brillaba con luz propia la presencia de The Who, descompensando mucho así ambas jornadas. El azar quiso que por un accidente, Primal Scream fueran baja de última hora brindándonos la oportunidad de tener como reemplazo una de las dos únicas actuaciones de la reunión de Hellacopters, algo que mucho asistente asiduo acogió como un regalo del cielo. El mismo cielo que se ocupó de ennegrecer la jornada con penetrante lluvia que duró prácticamente toda la tarde-noche. Estas eran las cartas con las que jugaba el viernes del Azkena Rock Festival, la partida de poker estaba emocionante.
Entramos para ver a Jared James Nichols con su blues-rock setentero, un género que nunca defrauda en este marco, mientras escrutábamos el recinto. La gente se acumulaba en carpas caprichosamente situadas en lugares que no correspondían con los escenarios. Tremendo error de bulto prescindir de la clásica carpa del escenario secundario precisamente este año. Esta parece ser la explicación de que se tuvieran que improvisar trozos de carpa aquí y allá. Bien por el reparto de chubasqueros en las barras, aunque tampoco parece que la comunicación funcionara muy bien en ese sentido. Además, no se permitía entrar al recinto con paraguas, decisión muy acertada por los peligros y molestias que pueden ocasionar pero, ante el diluvio, quizá habría hecho falta comunicación previa más activa en ese sentido.
Nos encantaron eso sí los diseños de las lonas de los escenarios recordando a los recién fallecidos David Bowie, Lemmy y Scott Weiland. El habitual buen nivel musical del festival iba calando, pero en general calaba más la lluvia y así se empañaron conciertos como el de los incendiarios soul-rockeros Vintage Trouble o la clásica Lucinda Williams que parecía estar a medio gas y no hacer ni country ni rock, hasta que le dió un poco al acelerador y terminó con una versión del «Keep on Rockin’ in the Free World», tiempo después de hacer alegatos antibelicistas, antifascistas y anti-Donald Trump. Y aunque Jean Beaouvoir nos sedujo con su esperpento ochentero musical y estético, tiramos para el blues-rock de Blackberry Smoke, que se demostraron con sus aires sureños como dignos aspirantes al hueco dejado por los Black Crowes, aunque les queda trecho aún.
Y así, pasados por agua, llegamos al plato fuerte de la jornada. Hellacopters habían vuelto para contentar a todos sus fans. ¿A todos? Quizá no. La decisión de basar su setlist en su debut «Supershitty to the Max» pilló a alguno por sorpresa. A nosotros para bien, porque los pelotazos de punk-rock de los primeros tiempos de la banda son históricos y es además la mejor manera de recordar a Kike Turmix, como hicieron. Sí que hubo quejas de sonido bajo por algunas zonas, esos misterios de los conciertos festivaleros. Mejor no tirar de refranero, porque aquí lo que es llover, llovió para todos los gustos y disgustos. Están en forma como para más que un regreso puntual, pero eso ya depende de ellos.
La nota negativa la pondría el esperado Danzig. Decimos esperado por la espantada del cartel hace ya unos cuantos años. Por fin estaba en Mendizabala pero no iba a ser para bien. Asistimos con estupor a un recital desastroso orquestado por un motivado Glenn Danzig de desafinada garganta que no por ello se mostraba comedido en sus cánticos y gritos. Le acompañaba un sonido de auténtico terror, pero no en el sentido temático de su oscuro cancionero, sino en el más mundano de la tortura de oídos. Bajo que petardeaba, guitarras que sacaban sonidos que aún estamos investigando… y tampoco ayudó que, no contento con destrozar su repertorio, se ensañase con Black Sabbath. En fin, no sabemos qué pasó, pero la mayoría de los que no se fueron, optaron por tomárselo con humor.
El extraño cierre de jornada culminó con Gutterdämmerung, un espectáculo que prometía pero no teníamos claro qué. Se trata de una película en blanco y negro en torno al rock n roll que se anuncia como silente pero no lo es. Se trata más bien de una narración con muchos momentos épicos en torno a grandes canciones del rock, desde Motörhead a Slayer pasando por Filter o Screaming Jay Hawkins, musicadas por una banda que se escondía tras el telón y cuyo cantante y en ocasiones guitarristas salían al frente. Hubo momentos álgidos, especialmente los más ajustados al tono setentero del vocalista, como Black Sabbath, Led Zeppelin o hasta, sorprendentemente, Nirvana. Otras tesituras, como Deftones, se les atragantaban de forma notoria. Por otro lado el papel de Henry Rollins como anunciado maestro de ceremonias, no parecía muy justificado, limitándose a doblar sus propias intervenciones, no siempre con buen resultado. Agradecemos la novedad, aunque parecía una propuesta más apta para ser materia de libre elección en vez de troncal de una jornada de Azkena.
Entre la ecuación musical y la temporal, el viernes no fue antológico. Pero por suerte nos aguardaba una jornada de sábado que prometía mucho. ¿Cumpliría?
VER SÁBADO (The Hellacopters, Danzig, Lucinda Williams…)
FOTOS: RhythmAndPhoto