Uno de los festivales más reputados del país regresaba este 2008 tras muchos rumores y polémicas con un cartel que cerraba muchas bocas. Alejado de los macrofestivales donde cabe todo, el Azkena Rock Festival debe su prestigio a carteles tan fieles a un estilo que la gente pone las manos en la cabeza por anécdotas tan insignificantes como que haya una banda que se pase de metalera (léase el año pasado Clawfinger). Esta vez nos encontrábamos con un cartel saturado de nombres, casi demasiados «grandes» como para poder decidir quién era cabeza de cartel cada día. Tres jornadas pues que se antojaban agotadoras y que a la postre, lo fueron.
El jueves comenzaba esta edición con la jornada claramente más floja (tanto por calidad como por número de actuaciones). Así, abrieron fuego Lagartija Nick con un setlist que giró en torno a «Inercia» y en el que al más puro estilo de los Ramones (pero de los de verdad, no los que veríamos después) tocaron sin parar un generoso y apretado setlist con un incombustible Erik aporreando como un animal. Desde luego lo dieron todo y seguro que con su intensidad, hasta se ganaron la credibilidad de los más rockeros.
El cambio de tercio era grande con la leyenda pre-stoner que son Yawning Man. La banda interpretó fielmente los atmosféricos y espaciales sonidos principalmente de su «Rock Formations» pero no acabó de cuajar en el contexto y hora del festival. Porque está claro que la gente estaba más por la fiesta y de ello se aprovecharon Hayseed Dixie, pasando por su tamiz de hillbilly y bluegrass tanto clásicos del rock como «Highway to Hell» o «Ace of Spades» como chocantes adaptaciones de Scissors Sisters y Green Day. Estéticamente, hablamos de cuatro tipos con diferentes atuendos que cubrían todo el espectro del sudismo yanki, una especie de Village People monotemática. Lo dicho fiesta, hooliganismo, cerveza y cachondeo, mucho más de lo que prometían.
Siguiendo con los bandazos, tocaba ver en el escenario grande a una de las últimas promesas del rock. Radio Moscow, relevo de Wolfmother o Rose Hill Drive en el arte de recrear el hard-rock y el blues setentero, son un jovencísimo trío cuya actuación habló por sí misma. Puede que te de la impresión de haber oído esto mil veces antes, pero no por ello deja de ser increíble admirarles en directo. El escenario se veía un poco vacío y a ellos no muy comunicativos, pero daba gusto ver especialmente a su cantante y guitarrista, que no hace falta decir que arrastra el peso de la banda. Curiosamente la jornada empezó a emborronarse según avanzaba la noche y no por efecto de la cerveza a 7 euros el katxi. Hablamos de The Boss Hoss con su repetitivo circo de falsos cowboys teutones, que para colmo tiraron de temas propios (por decir algo) que a nadie interesaban. A años luz de lo ofrecido por los mencionados y también lúdicos Hayseed Dixie.
Los temas de los Ramones son tan potentes y llenan tantas páginas del libro de la música popular que desatan pasiones. Este es el quid de la cuestión de que la actuación de Marky Ramone y su banda fuera muy disfrutable. Que tras la batería hubiera un hombre que porta ese apellido artístico creo que importaba poco, aún careciendo el resto de la banda de carisma y dicho sea de paso, de gusto vistiendo. Sonaron temas de todas las épocas, desde «Teenage Lobotomy» a «Rock n Roll Radio» pasando por «The KKK Took My Baby Away» o «Today Your Love, Tomorrow the World», todo clásicos para el que supiera disfrutarlos sin miramientos. Evan Dando, que se ve que estaba a todo menos a lo suyo se salió a cantar un temita y por cierto fue su mejor tema de la noche.
Cuando alguien decide resucitar una banda y prescinde de sus compañeros, por lo menos debería asegurarse de hacerlo bien, aunque después indagando parece que es la intención de Dando ir de niño malo. Si Lemonheads en disco funcionan pero nunca han sido nada sobresaliente, ni hablando de rock alternativo ni de power-pop, en directo parece que el guaperas de los 90 se propone dejar a la audiencia boquiabierta. A base de bostezos continuados, se entiende. Pop lánguido, adornado con distorsiones y acoples que no vienen a cuento, estatismo… lo que viene a ser un engaño de concierto. La versión de «Mrs. Robinson» que perpetró junto a Gary Louris quedará en los anales de la edición de este año. No sé si algo así hubiera aguantado el tirón ni en el antikaraoke.