Un placer volver a ver a los creadores de «Chasin’ The Onagro» y «Backbone Ritmo» delante tuya otra vez. Casi hasta se tiñe de cierto romanticismo enfrentarse a una banda que te ha regalado tantos buenos conciertos. Mucho tiempo a pasado de la primera vez que vimos a Atom Rhumba por la capital, guardando un servidor especial recuerdo de sus actuaciones de 2004 en festivales como Festimad o Sonorama. El grupo ahora anda en una segunda etapa con nuevo guitarrista y un bajista reciclado desde el puesto de teclista (maraquista). Mientras que los festivales de los que hablamos han guardado suertes dispares, ellos se mantienen en sus trece.
Esta apisonadora de ritmo trepidante que sigue siendo Atom Rhumba no parece flaquear con el paso de los años, al menos en la presentación madrileña de su reciente «Gargantuan Melee». Un concierto que mostró que la nueva formación – con Cabezafuego al bajo y Joseba Irazoki a las guitarras – ha ganado en pegada y en sudor, aún perdiendo muchos de los matices de teclados, vientos y funk de su primera mitad de vida.
El concierto, que contó con momentos estrella como «Gimme Chaos» o «Home Made Prozac», nos mostró una banda engrasada y de ejecución impecable, aunque sin llegar a los mejores tiempos rhumberos, cuestión por otro lado bastante complicada. Lo que si consiguieron como siempre fue eso de contagiar de su fuerza a unas primeras filas literalmente entregadas a la sesión de rock and roll marca de la casa. Incluso Rober! parece haber conseguido hacer su voz algo más ronca, con el habitual estilo que lo caracteriza, para deleite del público más etílico que pululaba por la céntrica sala.
Hacia el final, con «Let’s Run», me dio por pensar lo que ya comentaba por aquí en su paso previo por El Sol: ¿Que pasaría si Atom Rhumba – con este repertorio, con este sonido tan personal, con esta ejecución tan pulida y con esta actitud de salir matar siempre – fuesen de Texas en vez de Euskal Herria? Pues, de momento, en el FIB este año los guiris lo van a flipar.