Seguro que cuando más de uno vio la primera noticia acerca de una película sobre Cobain de inminente estreno, pensó lo mismo que yo. A buenas horas para contarnos algo nuevo. La coartada oficial eran unos archivos que hasta hora no habían visto la luz compuestos de libretas con notas y dibujos de Kurt Cobain, aparte de algunas mixtapes sui generis, como la titulada «Montage of Heck», que es la que da título al film. Aparte de eso, el documental se presentaba como «definitivo», porque tanto familia como banda y Courtney Love han participado, cosa imposible hasta ahora. Además no hay entrevistas a Dave Grohl, ¿acaso no puede ser la vida maravillosa?
Bien, el pasado viernes tuve el placer de asistir a un pase de «Cobain: Montage of Heck» en una sala de centro comercial. Íbamos gratis con entradas ganadas en un sorteo, dato que comento por la probabilidad de que el resto también fuera por la patilla. ¿He dicho que éramos 6 (seis) personas en total? Pero bueno, este texto no es para retratar la mala salud de la industrial del cine ni el interés escaso que el documental pueda suscitar por estos lares (que por lo apuntado, tampoco me extrañaría).
Cobain: Montage of Heck es un documental que, en palabras de su director, es algo así como un viaje flipante en el que ves la vida a través de los ojos de Kurt Cobain, con la imprevisibilidad de obras magnas del audiovisual musical como «The Wall». Como se puede deducir aún sin verla, las cotas de vendehumismo del cineasta Brett Morgen, son astronómicas. Y una vez vista, la sensación se agrava. La entrevista al director incluida tras los títulos de crédito deja algunas perlas dignas de imitación de Joaquín Reyes, por cierto.
El extenso documental, en torno a los 130 minutos, traza la biografía de Cobain de un modo cronológico que si destaca por algo es por la ausencia de sorpresas. Sus puntos fuertes son los dibujos de Kurt Cobain que esbozan nunca mejor dicho ese caracter bipolar del artista, entre lo naif y lo diabólico. En este sentido, nos es imposible no trazar paralelismos con la figura de su admirado Daniel Johnston, cuyo documental «The Devil and Daniel Johnston» es mucho más recomendable, por cierto. Pero incluso en este apartado, el trabajo de animación de estos dibujos en ocasiones se antoja demasiado «creativo» para un documental. Parecido ocurre con las animaciones creadas ad-hoc para ilustrar confesiones de Kurt Cobain, estéticamente impecables, pero ante las que es imposible no mostrar algo de escepticismo.
Rape Me, Tape Me
Aún con todo, el principio bien. La cosa empieza a zozobrar justo cuando lo hace la vida de Cobain. El director diría seguramente que esa era su precisa intención, pero los capítulos del Cobain heroinómano copan excesivo minutaje de conclusiones repetitivas. La adicción de la pareja es de dominio público y, aunque la dejadez en esos momentos de paternidad sea interesante como tabú, se acumulan los vídeos de la pareja en cuestionable estado que aportan poco más que ese mismo morbo que, según se recalca, la prensa encontró en los últimos días de Cobain. Y aunque aplaudo una versión poco moralista de Cobain, al fin y al cabo una figura fascinante y con la que identificarse gracias a sus innumerables contradicciones, el film en general transmite un aire de tragedia que se corresponde poco con lo que a algunos nos interesa de Cobain: su música.
Descontextualizando a Cobain
Desde esta perspectiva, quizá la película agrande el mito de Kurt Cobain, garantice la pervivencia de sus camisetas en el H&M o nos traiga nuevas generaciones de confundidos grupos de post-grunge. Pero poco de lo que es indagar en su música y en su relación con otros músicos. Apenas tenemos un audio de Buzz Osbourne y las típicas referencias de Kurt y Courtney a los Guns N Roses como estrellas de ese rock corporativo que ridiculizaban y al que al tiempo se veían abocados. La omisión del grunge en la película podría ser incluso refrescante, pero la omisión de prácticamente cualquier influencia mientras suenan «Molly’s Lips» o «Where Did You Sleep Last Night?» parece tener difícil justificación.
También tengo que decir que no me he molestado en ver previos documentales sobre la figura de Kurt Cobain, aunque lógicamente sí he leído ampliamente sobre la banda y la figura de su frontman. Por lo primero, no puedo desmentir que Cobain: Montage of Heck sea el mejor documental sobre Kurt Cobain. Pero queda bastante lejos de hacer justicia al arte de uno de los compositores clave de la historia del rock and roll. El problema parece ser tener al mando a un cineasta especializado en documentales, en vez de con un periodista musical capaz de analizar mejor los logros artísticos de Cobain. Este material igual con un Michael Azerrad al frente…