20 años ya de la muerte de Kurt Cobain, la estrella del rock que murió joven pero no dejó un cadaver nada bonito, tras volarse la cabeza. Es innegable que la tragedia aumentó el culto de Nirvana. Que quizá hubo más de uno que, entre el revuelo de la muerte y descubrir en el Unplugged una música mucho más pausada que la imagen que traslucía de un grupo ruidoso, polémico y rebelde, acabó reconociendo que aquel difunto tenía algo especial.
Pero también existe la postura del «no es para tanto», «sólo estaban donde tenían que estar», «hubo grupos mejores que se merecían más el éxito», etc. Afirmaciones que pueden ser más o menos ciertas, pero que se olvidan de gran parte de la importancia de Nirvana, porque la verdadera relevancia histórica de Kurt Cobain no residía en sus canciones, ni en su bagaje underground. Puede que si el trío no hubiera sido descubierto por Geffen, ahora tendríamos una extensa discografía de excepción. O puede que no. Pero lo que está claro es que si no hubieran dado el salto al mainstream, un montón de grupos no hubieran salido a la palestra y quizá ni les conoceríamos.
Estamos hablando de Kurt Cobain saliendo en revistas de primera línea con camisetas de Sonic Youth, de Flipper o de Daniel Johnston, de Meat Puppets siendo invitados a su Unplugged, de versiones de Wipers o The Vaselines, de su pequeño tatuaje con el escudo de K Records… en estos días de festivales «curados» por artistas y llenos de bandas de culto, Kurt Cobain nos parece pionero de todo ello. No se hizo un fanzine, pero podríamos decir que aprovechó cada momento mediático para dar a conocer a sus bandas favoritas.
Todo este afán de «music nerd» de Cobain tuvo su máximo reflejo en este papelote que visto a día de hoy, me parece una especie de santo grial del rock. Un top 50 que parece escrito por un chaval de primaria (pero la inclusión de «Dry» de Pj Harvey delata que lo hizo al menos a partir de 1992) y que va desde clásicos como Aerosmith, Beatles o David Bowie, hasta el underground de su época como Butthole Surfers, Scratch Acid e incluso artistas que confieso no haber escuchado aún como Saccharine Trust, Kleenex o Marine Girls, y que, visto lo visto, mucho me sorprendería buscar sus discos y que no me gustaran. Es una lista con clásicos obvios del punk y del post-punk (más obvios ahora que por aquel entonces), pero también con grupos que hoy siguen siendo de culto, como los pioneros del emo (y pre-Fugazi) Rites of Spring, los descacharrantes The Frogs o unos Swans que han tenido que pasar 20 años para que sean un fenómeno global.
Y en en vez de la postura brutalmente honesta de exagerar diciendo que «robó» a Pixies las dinámicas de «Smells Like Teen Spirit», hoy en día tenemos que aguantar a menudo a bandas que copian sistemáticamente a otros negando la mayor e incluso alegando desconocimiento. Así que yo prefiero aprovechar este día para pensar en eso, en que Nirvana me cambiaron la vida. A mí y a muchos, lo quieran o no. Y no fue sólo gracias a su música, sino a toda la música que trajeron consigo.
Había pensado que qué mejor que rematar el artículo con una playlist basada en la citada lista y -qué agradable sorpresa- alguien me ha hecho ya el trabajo en Youtube, así que a disfrutar en honor del gran curator que la propuso.