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Mudhoney – Every Good Boy Deserves Fudge

Mudhoney - Every Good Boy Deserves Fudge portada
Sub Pop, 1991
Productor: Conrad Uno
Banda: Mark Arm, Steve Turner, Matt Lukin, Dan Peters

Géneros: ,

9.8

Mudhoney nunca fueron los más sobresalientes del grunge, más bien al revés. Ni los más guapos, ni los mejores músicos, ni los más famosos. Y por ello, fueron los mayores exponentes de lo que se supone debía ser el invento, los más ‘losers’ entre la escoria musical que desde Seattle salpicó el luminoso y flamante mundo del rock n roll. Este estatus, que por otra parte les hace entrañables sin desmerecer su obra, tomaba tintes de genialidad underground en su segundo largo, obra cumbre del disperso movimiento y para muchos máximo apogeo de sus supuestas directrices.

Tras una apertura casi funeraria («Generation Genocide») aflora poco a poco «Let It Slide», primer puñetazo de punk-rock al más puro estilo de la banda, urgente, saturada de guitarras ruidosas y con Mark Arm vomitando letras entre la paranoia y el sarcasmo. El disco mantiene el tipo con temas de igual o mayor pegada como el histérico hit «Who You Drivin’ Now?», con Arm desafinando a conciencia (no es un vocalista dotado ni ganas) o la asilvestrada «Shoot the Moon», con desconcertantes coros etéreos y guitarras que parecen estar rajándote los altavoces.

Al nivel se sitúan más himnos como el punk-rock zombieficado como «Thorn» o la gamberra «Into the drink», acerca de un estado, el de embriaguez, que le va mucho a la banda. Pero no todo es tan instantáneo. Son también capaces de estampidas controladas e hipnóticas como «Something So Clear» o la reflexiva «Broken Hands», con la voz arrastrada que parece preguntar al destino porque le trata tan mal. Una fórmula de épica desgarrada que se convertiría en marca de la casa. Espectacular y descarnado el solo final que se pierde en un marasmo de sonidos atmosféricos.
La intuición del cuarteto a la hora de revestir de melodías la más terminal de las canciones les lleva a cosas muy curiosas como «Good Enough», un tema dominado por un ritmo palpitante y bailable que muy poco probablemente hubiera escrito una banda de rock corta de miras. Ruidismo en favor de una composición impecáblemente pop. También nos harán movernos al ritmo surf de la trepidante instrumental «Fuzzgun’91».

Y determinante en el aire del disco es por último el toque agreste. Y con agreste no me refiero a salvaje, ya que ese adjetivo lo comparte todo el álbum, sino a los sonidos del campo. Si, Mudhoney toman elementos del folk y el bluegrass para adornar este lienzo musical salpicado por el barro que sugiere su bautizo. La armónica pone el punto sureño a la música de la ciudad de la lluvia aderezando las guitarras atonales de la arrastrada «Move Out» o de la mucho más animada «Pokin’ Around» que se muestra cercana a los sonidos del indie-rock contemporáneo encabezado por sus colegas Sonic Youth. Muestras más que sobradas de su arrebatadora personalidad aún dentro de su competente entorno.

El final a esta obra mayúscula, aunque simple en pretensiones (nótese la básica y garagera producción) viene con dos temas igualmente interesantes que mantienen el interés hasta el último segundo. Primero la más normalizada «Don’t Fade IV», sencilla y pegadiza, traza el último puente entre el rock alternativo y el punk canalla. Y finaliza con sofisticadas y oscuras texturas en «Check-Out Time», ejercicio de noise con tintes progresivos con la voz desapareciendo entre corrientes de electricidad y otros efectos. Lo dicho, entrañables en general, en momentos como 1991, absolutamente vitales.

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1 de enero de 1991