The Young Gods son, con el permiso de Celtic Frost, la banda más conocida proveniente de la (de vez en cuando) neutral Suiza, y una de las bandas de culto más respetadas dentro de la escena industrial, e incluso fuera de ella. Los de Franz Treichler llevan más de veinte años mostrando su punto de vista de lo que es el rock tecnológico y la música experimental, creando una elitista legión de seguidores entre los que se encuentran David Bowie (¿es que este señor es fan de todo el mundo?), Mike Patton o el propio guitarrista de U2, The Edge.
Con este nuevo disco, los ya no tan Jóvenes Dioses han decidido confiar de nuevo en las guitarras para alejarse de su peculiar acercamiento a la electrónica más comercial de «Second Nature» o al ambient de «Music For Articial Clouds». Sin encontrarnos ante un nuevo «L’Eau Rouge» (su obra maestra), podemos decir que a día de hoy el grupo rockea, aunque sigan prefiriendo generar riffs mediante sintetizadores antes que afinar unas cuantas cuerdas.
A partir de aquí no vuelve a haber sobresaltos y todo sigue más o menos como en los primeros temas, en un continuo mano a mano entre el rock y la electrónica y en el que gana con margen el primero, quedando la segunda relegada a la mera secuenciación de ritmos y producción de enriquecedores detalles, sin llegar en casi ningún momento a los hipnóticos pasajes a los que nos tenían acostumbrados en su última etapa. Destacan la propia «Super Ready/Fragmenté» y la apabullante «Everythere», otros dos momentos clave de un disco que vuelve a demostrar que The Young Gods siguen siendo un grupo a tener en cuenta y que, dentro de la escena industrial, normalmente los maestros superan a sus discípulos en calidad y longevidad.