Vihmana es el proyecto de un hombre, Nacho Hernández Roncal y es un curioso proyecto, he de decir ante todo. Con medios de producción limitados y sin el apoyo de una banda ha grabado un disco que está sorprendiendo en el mundillo del dark/death/doom metal, al menos por lo que Internet nos cuenta sobre él. No son estos géneros santo de mi devoción, pero es que encorsetar la propuesta de Vihmana era tan dificil que hacer una reseña no se revelaba como un esfuerzo tedioso sino como una necesidad de desentrañar estos sonidos.
La cosa empieza con «Ecos del Misterio» una intro que pone un poco el atrezzo del lejano oriente. Una buena idea con pocos medios y deviene en un sonido que, en su parte electrónica resulta un tanto naif. Ese sonido de muelle resta solemnidad y precisamente misterio al soniquete egipcio. «Carros Solares» ya entra en harina y nos recuerda a una versión death metal de lo que hicieran Sepultura en el Roots, especialmente al marcar los tribales ritmos los fraseados y roncos susurros. El sonido de bajo colisiona también con las melodías de clara herencia hindú.
«El Camino» discurre por las sendas más lentas del folk al doom y crea un clima de extrañeza incluso con remates circenses. Al no incluir voz, se basa precisamente en el cambio de estructuras que llevan a un frenético final. «Como Ríos Sin Afluente» comienza con una fuerte carga épica tal vez sobrecargada de instrumentación y después, en su lentitud de riffs, coquetea con el post-metal tremendamente ornamentado con teclados y flautas.
Seguro que a los más devotos del death les atrae «Meteoro» con ese toque diabólico. Como personalmente este tipo de registros vocales me han resultado cómicos de siempre, su colisión con la electrónica ambiental de corte ochentero que propone no me va especialmente. Además, en los ritmos atropellados la escasa gracia de la batería sintetizada queda más al descubierto. Sin embargo la agradable melodía de «Templo Dorado» que podría pertenecer a los Héroes del Silencio, pone un punto final al disco mucho más misterioso y resplandeciente al tiempo y su segunda parte es simplemente genial, lentitud optimista al estilo Jesu.
La gran pena del disco, es que, pretendiendo ser la música de Vihmana algo tan exótico, tan bien adornada con flautas, chelo, gaita y bajo… la base rítmica sea sintetizada. Un batería hubiera mejorado notablemente el sentimiento de este disco y hubiera hecho desaparecer la sensación de enlatado que frecuentemente viene a la cabeza. Eso por un lado, por otro la electrónica debería ser refinada para no restar solemnidad al conjunto, que a veces lo hace.
A la vista está que Nacho podría haberse dedicado a imitar a grupos norteamericanos o europeos de metal con bastante buen resultado y en cambio se ha arriesgado a llevar a cabo su concepto de fusión, lo cual es de reconocer. No me gustan todas las ideas, pero alabo el concepto y me atrevería a sugerir que su futuro debe pasar por sumergirse más en el ambient y el folk, pero menos en el metal de altas revoluciones.