Hay veces en que las consecuencias de un suceso tienen más trascendencia que el hecho en sí. Esto no es algo extraño, sucede constantemente aunque a veces no nos demos cuenta al afectarnos puntualmente lo que sucede en el presente sin preguntarnos qué puede surgir raíz de ello. Es una vez, cuando se ha dejado correr el tiempo, que comprobamos que los ‘efectos secundarios’ son igual o más relevantes que lo que los originó. Aplicado a la música popular, esto ha venido sucediendo desde sus inicios: los Yardbirds y Led Zeppelin, Joy Division y New Order… o siguiendo la estela trágica de estas bandas de Manchester y aplicado a la Seattle de los noventa, Mother Love Bone, Temple of the Dog y Pearl Jam, en triste pero triunfal reacción en cadena.
La inesperada muerte de Andrew Wood fue el hecho original, presagio de sucesos parecidos se repetirían con oscura frecuencia dentro de la escena y que puso en duda hasta dónde podría haber llegado el primer grupo de los tres antes mencionados; pero por otra parte puso en marcha varios engranajes que pasaron en primer lugar por unos afectados Chris Cornell, Stone Gossard y Jeff Ament. El cantante de Soundgarden decidió componer unas canciones para honrar a su amigo, iniciativa a la que se unieron los dos ex-Green River, seguidos por el batería compañero de banda de Cornell, Matt Cameron, y unos por entonces desconocidos Mike McCready y Eddie Vedder. No sé si se lo esperaban, pero el resultado, visto con perspectiva, superó a lo creado por el músico y la banda a la que se honraba y adquirió validez como ente propio. El resultado fue un trozo de magia al que se llamó Temple of the Dog.
Tan efímero proyecto duró lo justo para crear diez canciones antológicas, reunirlas en un álbum único y darle algo de promoción. Según sus miembros, la creatividad fluyó de forma muy natural y rápida, teniendo el disco listo en menos de un mes, cuando apenas había pasado un año desde la muerte del homenajeado. Es quizá esta cualidad, de crear una música surgida en cierta forma de manera instantánea, motivada por un factor común, lo que da a ‘Temple of the Dog’ su carácter especial y lo convirtió en un hito dentro de la escena grunge.
¿Pero qué es lo esconde este disco irrepetible? El misterio se desvela al comenzar a sonar ‘Say Hello 2 Heaven’, tema en el que ya se descubren las constantes del resto del álbum: melodías deudoras en gran parte de la banda recién desaparecida, pero que provienen en su mayoría de Cornell y eso se nota, aunque en ese momento junto a Soundgarden estuviera realizando una música mucho más áspera y dura. Es curioso este hecho, ya que en ese mismo año con su banda principal lanzaría ‘Badmotorfinger’, uno de los álbumes más potentes y eléctricos de este gigante de Seattle, cuyo sonido iba por senderos diferentes a la aflicción y sentimentalismo que destila el álbum que ahora nos ocupa. Esto demuestra el inmenso talento de Chris por entonces, nada que ver con sus desplantes actuales.
Volvemos al hard rock más básico con ‘Pushin’ Forward Back’, otro single que quizá es la canción que más nos recuerda a los Soundgarden de la época, además de ser un indicio de lo que serían los temas con más distorsión de la inminente nueva banda de Gossard y Ament. ‘Call Me a Dog’ es otro punto álgido del disco (aunque… ¿acaso que hay algún tema aquí que no lo sea?) que junto a esa otra maravilla que es ‘Times of Trouble’ forman un dueto ‘piel de gallina’ gracias al preciosista trabajo de las melodías, anteponiéndose a los decibelios en una iniciativa nunca antes vista por el futuro creador de ‘Superunknown’. Como anécdota, decir que ‘Times of Trouble’ parte de la base instrumental de ‘Footsteps’, uno de los primeros temas que Vedder grabaría para Pearl Jam en la mítica cinta que convenció a sus compañeros de que él era el cantante enviado por el destino.
Siguiendo esta estremecedora estela melódica aparece la ensoñadora ‘Wooden Jesus’, que abre para ‘Your Saviour’, en la que Chris vuelve a hacer gala de garganta en un tema más rockero que sus predecesoras, y ‘Four Walled World’, el segundo tema compuesto íntegramente por la pareja Jeff-Stone y que compone el momento más psicodélico del conjunto. Finalmente, el hechizo termina con ‘All Night Thing’, precioso y desolador tema que probablemente sea el que más recuerda a los propios Mother Love Bone. Todo un logro por parte de su creador, más aún si tenemos en cuenta que por entonces no era muy dado a componer sin la eléctrica.
Mientras se diluyen en el viento las notas de Rick Parashar al órgano, nos preguntamos con perplejidad dónde está el truco. Si en el talento conjunto, el espíritu de una escena en auge, la amistad de seis jóvenes a punto de comerse el mundo, o quizá en el espectro del fantasma de Wood orquestando el trabajo que quizá hubiese querido componer de no haber tenido tan oscuras inclinaciones. Un poco de todo probablemente, ya que la bomba estaba a punto de explotar; y es que si bien a ‘Temple of the Dog’ le hizo falta un año y la edición de ‘Hunger Strike’ como single para conseguir reconocimiento comercial, pocos meses después de su salida oficial aparecerían ‘Nevermind’ y ‘Ten’, que cambiarían definitivamente las tornas. Después vendrían más discos increíbles, seguidos de las separaciones y la decadencia. Pero al menos nos queda la música, y qué duda cabe que este Templo, edificado con sólidos cimientos permanecerá para siempre recordándonos a los caídos en combate y como estandarte de un movimiento que nos introdujo a muchos en esto de la música. Inolvidable.