El grupo que saltó a la palestra por el desplante a Fred Durst, regresa con su segundo álbum de estudio en el que prosigue la colisión de influencias grunge-funk-metaleras. Y es que si ya en su anterior álbum Gift observábamos esa intención de aunar la tradición del rock alternativo desde los tempranos noventa hasta las última tendencias del cada vez (por fortuna) más disperso nu-metal, este disco viene a afianzarlo. Los referentes más claros a la hora de hablar de la música de Taproot son Faith No More y Alice in Chains aunque tampoco faltan las influencias de bandas más modernas. Con semejantes comparaciones no quiero decir que estemos ante el grupo que revolucionará el género, pero desde luego las influencias están bastante bien digeridas y las ejecutan con brillantez en un disco que tiene bastante más que ofrecer que la mayoría que se presentan de este género y afines.
Los 12 cortes del album combinan la fuerza que se le presupone a toda banda de nu-metal, la oscuridad del grunge, y una voz nasal muy deudora del crossover funky alternada con los indispensables desgañitamientos en el climax de la canción. Y es que Welcome sin ser la repanocha supone un soplo de aire fresco dentro de la escena al combinar de forma efectiva la crudeza con la melodía pegadiza sin ruborizarse por ello. Precedido nos vino el disco por el single de adelanto Poem, donde la voz de Stephen Richards recuerda al Patton más convencional (por decir algo) de FNM. Muy efectiva y pegadiza y con esa facilidad pasmosa para pasar del canto al grito, del pop al metal.
El disco cuenta con grandes temas como el frenético Mine que abre el disco; un comienzo susurrante y una voz que en su épico estribillo recuerda al Jonathan Davis más melódico, que además aporta ribetes electrónicos estilo Incubus y un ritmo de batería irresistible. Everything tiene unas atmósferas grunges muy acentuadas, como unos AIC algo menos tristones, y pasados por el tamiz electrónico. Esta tónica continúa con la reposada balada Art, que busca la belleza en la desesperación adolescente. Similar ambiente de reflexión encontramos en When, rasgada con ejercicios vocales más típicos del hardcore, consiguiendo un efectivo contraste. Hay que aclarar que cuando hablo de grunge, no hablo de Nirvana o Mudhoney, sino de la vertiente más metálica y adicta a los medios tiempos como AIC, STP o incluso Soundgarden.
Breathe se vuelve a basar en los riffs más claustrofóbicos del Purple de STP para dejar paso a Like, una delicada balada con guitarra española y coros, algo que en la escena del rock-metal actual solo se atreven a hacer Filter o Incubus. Dreams, otro de los mejores temas del disco, ya suena a STP desde que sus riffs apocalípticos comienzan para mezclarse con susurros y gritos esquizofrénicos en una de las canciones más emocionantes, que se asemeja a las composiciones más inquitantes de Deftones. El cierre del disco no podía olvidar la épica y los toques FNM diluidos entre riffs, electrónica y gritos hardcore en Time.
En resumen, una joven banda a competir por el trono del rock adolescente con un disco en el que todos los miembros se muestran competentes. El futuro, esperanzador tras el proceso de maduración en que parecen inmersos dejándose llevar menos por las modas, al menos estéticamente hablando. A emparentar con Incubus, Deftones y Papa Roach, y establecidos junto a Lostprophets, como grandes fagocitadores de tendencias. De cualquier modo, preferibles a esas bandas que (paradójicamente con ayuda de Durst) nos tratan de vender como salvadores del grunge, estilo Staind o Puddle of Mud.